La formulación y refinamiento de la expresión “persona” fue paulatinamente acuñándose y su punto de partida fue la metáfora teatral, hasta llegar a la noción filosófico, antropológica y jurídica, sin dejar de lado su inspiración teológica. Se trata de una de los conceptos más relevantes que en el conocimiento de la realidad humana, se aplica a mujeres y hombres —la especie humana—; es una noción autorreferente repleta de sentido que le hizo escribir a Tomás de Aquino en el siglo xiii que “la persona es lo más noble y digno que existe en la naturaleza”25 y a Kant en el siglo xviii: “Los seres humanos no somos cosas sino fines en sí mismos […]; el hombre no puede ser utilizado únicamente como medio por ningún hombre, sino siempre a la vez como fin, y en esto consiste precisamente su dignidad”.26
3. Qué significa ser persona humana en el pensamiento clásico
La esencia del ser humano es ser persona: “alguien”, que está integrado por cuerpo y espíritu, en la unidad de su ser,27 composición que ha sido examinada desde la Antigüedad hasta nuestros días por diversos pensadores y científicos. Entre los filósofos se encuentran Platón, Aristóteles, Boecio, san Agustín, Tomás de Aquino, Scoto, Ricardo de san Víctor, Pico della Mirándola, Pascal, Kierkegaard, Max Scheler, Xavier Zubiri, Martin Buber, Charles Taylor, Leonardo Polo, Carlos y Alejandro Llano Cifuentes. Entre los científicos está el médico griego Hipócrates y su juramento de importancia en la defensa de la vida humana; el francés Jérôme Lejeune, el padre de la genética moderna y descubridor en los cromosomas humanos de la trisomía del par 21, causante del síndrome de Down.28
Imagen 2.3. Jérôme Lejeune, padre de la genética moderna.
Ser persona remite a la pregunta por la naturaleza del hombre, a lo que el ser humano es esencialmente29 y lo distingue de todo lo que no es humano, por ejemplo, de los animales y las plantas, aun cuando como mujeres y hombres podamos caer en un estado vegetativo, o tener reacciones instintivas o irracionales como los animales, o —en lo mental— sufrir deficiencias o trastornos en la psique humana, por razones diversas, entre ellas una enfermedad, un golpe, nacer con una psicopatía, etcétera. Esos hechos no suprimen nuestra dignidad de personas, de allí el respeto irrestricto y sagrado que debemos tener para cualquier ser humano, entre ellos todo tipo de enfermo, particularmente los más necesitados.
Saber quiénes somos es una de las primeras claves que se deben tener en cuenta para conocer qué significa ser una persona, conocimiento que hunde sus raíces en el ser y esencia de la realidad de las mujeres y hombres concretos y singulares.
Al analizar este tópico desarrollaremos algunas ideas inspiradas en el pensamiento clásico occidental, con el fin de descubrir posibilidades inéditas al repensarlas para aportar un matiz a tan relevante tópico. Con ello quedará clara su vigencia y la vitalidad de sus propuestas. En este sentido, tomamos en cuenta las tres grandes tradiciones30 culturales que contribuyen a la configuración actual de lo que significa persona: la griega, el pensamiento judeo-cristiano y las aportaciones de Kant; tres enfoques totalmente influyentes hasta nuestros días.
Ya hemos hecho alusión al pensamiento griego al hablar del origen de la palabra “persona” aplicada a las máscaras que usaban los actores que representaban personajes, de allí que del uso de la metáfora teatral se transitó paulatinamente hacia el ámbito real. Los actores son personas que representar ¡un personaje!
Otro ejemplo relevante lo encontramos en Boecio, quien inspirándose en Aristóteles y su noción de sustancia, dice que el ser humano es una persona, es decir, un “sujeto individual de naturaleza racional”.31 Trasladar esta abstracta definición al mundo real indica que cualquier ser humano, al ser fecundado y tener los cuidados necesarios para su viabilidad y desarrollo, tiene entidad propia aun cuando sus padres en esos momentos desconozcan su existencia o —en un ejemplo distinto— no sea un niño deseado aun cuando su madre lo albergue en su vientre.
Tal estado embrionario le hace ser sujeto de derechos a pesar de la polémica de quienes defienden lo contrario; ese problema no suprime los legítimos derechos que una legislación inspirada en la ley natural les otorga. En este tenor es correcto hablar de los derechos del nasciturus,32 en quien se descubren otras características, como lo es su ser único y con identidad personal propia de tipo ontológico, aun tratándose de gemelos, porque cada uno de ellos es distinto.
Ese carácter sustantivo y original hace de cada ser humano un sujeto individual, único e irrepetible, en la unidad de su propia existencia, de su propio ser, que no será nunca pasivo, sino eminentemente activo, como lo muestra toda la etapa de gestación y de desarrollo biológico, anatómico, genético y de crecimiento personal a lo largo de la vida, debido, entre otros factores, a la naturaleza corpóreo-espiritual que le es propia. Los seres humanos siempre estamos en movimiento y en ese dinamismo esencial se manifiesta nuestra vida y personalidad, así como la libertad que al golpe de nuestras acciones va forjando nuestro destino, que no implica predeterminación sino autodeterminación en su ejercicio.
Imagen 2.4. El ser humano desde el vientre materno es una persona.
Por ello la expresión “sujeto individual de naturaleza racional” aplicada al ser humano tiene un sentido ontológico, y es la base para hablar con sentido de “sujeto moral” o “sujeto jurídico” en la vida político-social, sin que sea la única fuente de inspiración para hablar así de los seres humanos, sin embargo, sí es un antecedente relevante.
Nuestro planteamiento, que se inscribe en una filosofía abierta a la verdad, proyecta un alto aprecio hacia el ser humano en su doble dimensión individual y colectiva, e impacta necesariamente en ámbitos como el de la ética, en donde podemos hablar plausiblemente de “sujeto moral”, haciendo referencia al ser humano que mediante sus acciones conscientes y libres es sujeto de responsabilidad, compromiso y solidaridad, y es capaz de ser un hombre o una mujer honesto, justo, responsable, bueno… o, si se lo proponen —en el uso de su libertad no orientada por la verdad— cometer acciones que les alejan del bien y de la verdad e incluso caer en la delincuencia y en aberraciones morales de índole diversa, entre las que se encuentran los crímenes de lesa humanidad o diferentes tipos de esclavitud moderna, como la trata de personas y la prostitución.
Algo semejante acontece en el terreno del derecho, donde es muy frecuente el uso de la expresión “sujeto jurídico” para hacer referencia a los derechos y obligaciones que —a priori— otorga la ley a las personas en un Estado de derecho. En el campo del lenguaje, cuando se habla del “sujeto” ocurre algo similar, porque el sujeto o sustantivo de la oración continúa desempeñando una función principal y no adjetiva, como acontece con el predicado, que es algo que se dice del sujeto.
Esto nos permite afirmar que, en los diferentes casos mencionados, hablar de sujeto humano en el sentido que lo hemos hecho, es referirnos a su alta jerarquía como existente real en la aldea global. Esto indica que empleamos la expresión con un sentido ontológico específico referido a alguien personal, que puede ser cualquier ser humano: mujer, hombre, niño, niña, sano, enfermo, en plenitud de facultades o discapacitado, pobre o rico, de cualquier raza, creencia, país o condición, a quien se atribuyen una serie de características esenciales que emergen de su propio ser y personalidad.
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