Según Guillermo R. Enciso, la preparatoria contaba en 1994 con: 32 aulas, tres laboratorios, dos bibliotecas, dirección, área administrativa, auditorio con aforo para 280 personas, taller, intendencia y ocho sanitarios. Todo esto en un total de 7,008.50 metros cuadrados de construcción. Desde luego, esta cifra ha cambiado con el paso del tiempo, así como su distribución; actualmente existen: dirección, secretaría, área administrativa, oficialía mayor, coordinación académica, colegio departamental, contabilidad, aula magna, biblioteca, tres laboratorios, archivo, 30 aulas, sala de consejo, sala de lectura, sala de listas, sala de maestros, dos salas de cómputo, módulo del sistema integral de informática y administración universitaria, radio y televisión, delegación sindical, comedor para trabajadores, robótica, seguridad, dos bodegas, intendencia, dos baños para profesores y cinco para alumnos, elevador, taller de mantenimiento, departamento de servicios educativos y orientación educativa.
Entre más cosas quedan otros detalles –mismos que regodean a los arquitectos- como pueden ser los medallones cuadrifoliados que se ven desde el “patio mudéjar”; capiteles; cornisas; las jambas de puertas y ventanas; triglifos; metopas; y otros tiquis miquis más.
Aun con todo lo expuesto hasta aquí, hay quienes no reconocen que en el edificio de la Escuela Preparatoria de Jalisco se sintetiza, en convivencia armónica, toda la historia de la arquitectura desarrollada en Guadalajara desde la Colonia hasta el presente. Más aún, se advierten, como se vio, características de la arquitectura del resto del mundo y de los tiempos más diversos (Románica, Gótica, Renacentista, Romántica, Barroca, Funcionalista) que nos hace sencillo identificar su estilo: Ecléctico.

Alzados del “gallinero” o tercer nivel y de los niveles segundo y primero.
Como toda escuela, la Preparatoria de Jalisco cuenta con una magnífica biblioteca. El espacio que ocupa, que es tan importante como su acervo bibliográfico, fue diseñado por sus primeros moradores y profesores, los frailes de la orden de San Felipe Neri, a quienes se les conoció también como oratorianos y filipenses. Ellos lo diseñaron en la segunda mitad del siglo xviii para su Colegio Real.
Su terminación fue muy tardía, cuando la Compañía de Jesús, es decir, los jesuitas —que lo mismo eran monjes que soldados— tuvieron bajo su control el Instituto del Señor San José, en los inicios del siglo xx.
La biblioteca se localiza en el segundo piso, casi exactamente encima de la entrada sur del edificio (por la calle de San Felipe), lo que le permite contar con un par de ventanas con sus respectivos balcones. Se ubica precisamente enfrente del Aula Magna.

Así fue pensada la biblioteca desde su origen.
Cuenta con dos accesos. El principal se encuentra en el lado poniente y está flanqueado por placas de reconocimiento hechas de bronce. El otro, que recientemente se volvió a utilizar a solicitud de Protección Civil, está en el costado norte.
En su interior, la no totalmente Añeja Estantería hace una división que le permite contar con un nivel superior, al que se puede acceder por un par de escaleras. Encima de la entrada principal está una pintura que reproduce una fotografía de José Cornejo Franco, ya en edad madura; está ahí porque a la biblioteca se le puso su nombre.
Como si se tratara de un santo laico, su retrato está colocado como si estuviera en un templo. Alejado de todo prejuicio religioso, lo cierto es que Cornejo Franco era un santón de los libros. Así lo evidencia, por ejemplo, el hecho de que en dos ocasiones fuera director de la Biblioteca Pública del Estado de Jalisco, y que la segunda vez ocupó este cargo por más de 38 años, del sábado 15 de abril de 1939 al lunes 26 de diciembre de 1977, año en que falleció.
Pero su personalidad y saber no quedó sólo como el de un bibliómano, también escribió. En sus trabajos se manifiesta su gran pasión por la historia. Entre sus textos publicados se encuentran: El conquistador. Etopeya de Guadalajara colonial (1959) y Documentos referentes a la fundación, extinción y restablecimiento de la Universidad de Guadalajara (1972). Al par de atributos manifestados, Agustín Yáñez le agregó los de “bibliófilo, escritor y hombre de bromas y veras”, cuando describió su persona.
Cornejo Franco fue un jalisciense alteño nacido en Tepatitlán en 1900. Fue profesor de Historia de México y de Literatura en la Preparatoria de Jalisco, donde cursó el bachillerato. Corrían sus años estudiantiles cuando Fortino Jaime Ibarra expresó su opinión de lo que sería el quehacer de Cornejo Franco: “precoz crítico, apasionado amante del arte; se ha asimilado variadas lecturas y en lo poco que ha escrito (pues es muy zorro en el decir) revela un gran espíritu de observación y buen gusto, esperando mucho de su talento”.
Cuando se hizo este comentario, Cornejo Franco tenía 19 años de edad. Ya cumplidos los 20, su dilecto maestro y director de la Preparatoria de Jalisco, Agustín Basave y del Castillo Negrete, lo designó para el cargo de bibliotecario (en el registro de la historia, le correspondió a Aurelio Hidalgo ser el primero, desde la apertura de la escuela).

Zona de resguardo de los fondos especiales.
Por este motivo, entre otros, en sesión solemne del Consejo General Universitario efectuada en octubre de 1957, se le nombró Maestro Vitalicio de la Universidad de Guadalajara.
Continuando con la descripción del interior de la biblioteca, en la parte superior se encuentran sus fondos especiales, que se permite consultar a quienes se acrediten como investigadores, ya sean hombres o mujeres.

Su estructura estimula la intimidad entre el libro y el lector.
En el centro de la sala están dos largas mesas unidas por una de sus cabeceras, y a cada lado de ellas se distribuye una docena de sillas, y más dos en cada extremidad.
Inmediatamente después de la entrada principal está un pequeño escritorio de hechura reciente que utiliza el responsable de la biblioteca.
En 2007, al fondo del recinto se instalaron cinco computadoras para ofrecer al estudiantado el servicio de internet. De esta forma, cuando hay “casa llena” es porque 31 personas hacen uso de sus servicios.
De acuerdo con un conteo muy reciente de su acervo, la biblioteca cuenta con 5,588 títulos y 8,377 volúmenes. De ellos, 1,744 integran sus fondos. En 1999 y 2000 recibió en donación un par de fondos, uno por cada año.
El primero de ellos —donado por José Guadalupe Guerrero Beas, personaje mejor conocido como el Manotas — fue entregado personalmente por su sobrino Ernesto Guerrero Águila en representación de los familiares de tan querido profesor, fallecido poco tiempo antes. Quien hizo la entrega manifestó que hacía por algo bien sabido por todos: el enorme cariño de su tío por la Preparatoria de Jalisco.
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