Gazes
© del texto: Marta Ferreira Martínez
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Editorial Mirahadas, 2021
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Producción del ePub: booqlab
Primera edición: agosto, 2021
ISBN: 9788418911859
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Marta Ferreira Martínez
Prólogo PRÓLOGO La especie humana no sería tal y como es sin los cinco sentidos. El olfato, ¿qué seríamos sin olfato? Sin oler el aroma de las flores, el de la comida recién hecha, el perfume de alguien, aquel olor que, sin apenas concentrarte, te transporta a otro lugar. O si no, sin oído, ¿qué seríamos sin oído? Sin escuchar la voz de las personas que te rodean, los ruidos de la naturaleza, o quizás los de la vida urbana, sin escuchar aquella canción, la que te recuerda a alguien, o a un momento de tu vida. Si no, sin gusto, ¿qué seríamos sin gusto? Sin probar la comida tan rica que ha preparado tu madre, tu abuela, o aquella que te gusta tanto que, con tan solo pensarla, empiezas a salivar. No nos olvidemos del tacto, ¿qué seríamos sin tacto? Sin poder acariciar a tu mascota, ni poder notar el contacto de tu piel con la de otra persona, alguien a quien quieres y que, tan solo abrazándola, te llena de alegría. Puede ser que podamos seguir adelante sin alguna de ellas, pero no podríamos hacerlo sin todas, le cambiaría completamente el sentido a nuestra vida. Ah, y no nos olvidemos de la vista, ¿qué seríamos sin la vista? Dicen que una mirada vale más que mil palabras, y al principio de esta historia, yo tampoco comprendía muy bien esa frase, pero ahora he comprendido que una simple mirada puede invadirte con muchísimos sentimientos en tu interior, puede cambiarte el día, o incluso la manera en la que ves a alguien. Por eso, al fin y al cabo, todos nuestros sentimientos van seguidos de eso, nada más que de eso, de simples miradas. « Gazes ».
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
La especie humana no sería tal y como es sin los cinco sentidos. El olfato, ¿qué seríamos sin olfato? Sin oler el aroma de las flores, el de la comida recién hecha, el perfume de alguien, aquel olor que, sin apenas concentrarte, te transporta a otro lugar. O si no, sin oído, ¿qué seríamos sin oído? Sin escuchar la voz de las personas que te rodean, los ruidos de la naturaleza, o quizás los de la vida urbana, sin escuchar aquella canción, la que te recuerda a alguien, o a un momento de tu vida. Si no, sin gusto, ¿qué seríamos sin gusto? Sin probar la comida tan rica que ha preparado tu madre, tu abuela, o aquella que te gusta tanto que, con tan solo pensarla, empiezas a salivar. No nos olvidemos del tacto, ¿qué seríamos sin tacto? Sin poder acariciar a tu mascota, ni poder notar el contacto de tu piel con la de otra persona, alguien a quien quieres y que, tan solo abrazándola, te llena de alegría. Puede ser que podamos seguir adelante sin alguna de ellas, pero no podríamos hacerlo sin todas, le cambiaría completamente el sentido a nuestra vida. Ah, y no nos olvidemos de la vista, ¿qué seríamos sin la vista? Dicen que una mirada vale más que mil palabras, y al principio de esta historia, yo tampoco comprendía muy bien esa frase, pero ahora he comprendido que una simple mirada puede invadirte con muchísimos sentimientos en tu interior, puede cambiarte el día, o incluso la manera en la que ves a alguien. Por eso, al fin y al cabo, todos nuestros sentimientos van seguidos de eso, nada más que de eso, de simples miradas. « Gazes ».
Desde que era niña había vivido en un pequeño piso con mi padre, pero me tiraba la mayor parte del tiempo en el jardín con mi mejor amiga, Lissa. Ella vivía en el piso que estaba enfrente del mío, puerta con puerta.
Aún recuerdo el día en que nos conocimos. Era una mañana de verano, yo tan solo era pequeña, así que se me ocurrió abrir la puerta de la calle para que entrara el fresco. Pocos minutos después, apareció Lissa jugando a la pelota en el pasillo, y por casualidad, esta se coló en mi casa, entrando detrás de ella Lissa.
—¡Eh! ¿Qué haces en mi casa? —dije.
—Se me ha colado la pelota —contestó ella señalando ese objeto redondo y azul que había conseguido llegar hasta mi cocina.
Me acerqué a él, lo cogí y me dirigí hacia esa niña.
—Aquí tienes —dije ofreciéndole la pelota.
—Gracias —contestó ella sonriente.
Me quedé durante un rato observando a esa niña curiosa mientras ella inspeccionaba toda mi casa. Ella tenía la piel pálida y ojos azules achinados, llevaba su pelo oscuro y lacio recogido en una cola alta que le llegaba hasta casi la mitad de su espalda y un vestido azul marino con mariposas bordadas imitando una especie de cinturón. Finalmente, decidí preguntarle:
—¿Cómo te llamas?
Ella volvió la mirada hacia mí y me contestó:
—Lissa, ¿y tú?
—Yo soy Gabriella, pero mis amigos me llaman Gaby —contesté.
—Tú me puedes llamar Liss —finalizó.
En ese momento intuí que nos haríamos muy buenas amigas, y así fue, al fin y al cabo, han pasado trece años y sigue siendo mi mejor amiga.
Esa mañana me levanté de la cama prácticamente de un salto, pues iba a empezar bachillerato y tenía que cambiar de instituto, puesto que el mío solo llegaba hasta la ESO. Decidí cambiarme al de Lissa, pues así conocería a alguien de allí y sería más fácil adaptarme.
—¡Liss! —gritaba mientras aporreaba la puerta de su casa—. ¡Lissa! —repetí.
—Te he oído la primera vez —se quejó ella—. Estaba cogiendo mi mochila —se excusó.
—¿La mochila? Si es el primer día. —Me extrañé.
—Tendrás que tomar apuntes de cómo se va a organizar el curso, ¿no? —dijo regañándome.
—¡Ay, es verdad! —exclamé agobiada.
Me giré para volver a entrar a mi casa, pero Lissa me detuvo.
—Da igual, te dejo yo un folio y un bolígrafo. —Me ofreció.
—Vale, gracias —le agradecí.
Ambas nos dirigimos a la puerta del edificio. Una vez allí, nos sentamos en la parada del autobús que nos dejaba en la puerta del instituto, por suerte para nosotras, esta estaba a tan solo unos pasos de nuestro edificio.
—Tía, ¡por fin vas a saber quién es Theo! —exclamó emocionada.
Theo es un chico del que siempre me había hablado Lissa, le gusta prácticamente desde que la conozco, siempre ha sido su amor platónico, pero ahora que ya han pasado unos cuantos años, y no le ha hecho ni caso, ha entrado en una fase de aceptación de que ese chico para ella iba a ser solo eso, un amor platónico, pero, aun así, lo adoraba como a un Dios.
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