A la céntrica ubicación del inmueble que actualmente es la Preparatoria de Jalisco se suman las facilidades para llegar a él aprovechando las posibilidades de movilidad existentes, por ejemplo el transporte público. Desde el último cuarto del siglo xix circularon por algunas calles de la ciudad tranvías que utilizaban mulas como fuerza motriz; y en los inicios del siglo xx, en 1907 llegó aparecieron en Guadalajara los tranvías eléctricos, que transitaron por dos de las calles a las que da el inmueble de la Preparatoria de Jalisco hasta 1944, cuando fueron sacados de circulación.
Una de las líneas los tranvías eléctricos era la que pasaba por Mexicaltzingo, Rastrillo y González Ortega. Estos vehículos transitaban en un solo sentido, pasaban cada 15 minutos y su costo, en 1907, era de cinco centavos. La otra era la Línea San Felipe, cuyos tranvías circulaban por la calle de este nombre en ambos sentidos. Su frecuencia de paso y el precio del pasaje eran iguales que los de la otra línea.
En 1909 se le cambió por la Línea Circuito de San Felipe y Colonias, con tranvías que circulaban de poniente a oriente. Circulaban desde las orillas de la ciudad hasta la calle de Alcalde.
El edificio de que me ocupo es antiquísimo, de muy mala construcción y seguramente que no está bien cimentado… Salvador Mota Velasco Avalúo pericial de 1904
Sólo algunos atrevidos aseguran que el edificio que ocupa la Escuela Preparatoria de Jalisco no es bello; que no es armonioso su acopio de estilos y esto demerita al conjunto; que no es rico en su arquitectura y por eso no destaca entre los inmuebles que conforman el patrimonio construido de la Universidad de Guadalajara. Pues bien, estos pocos atrevidos parecen haber logrado hacer que prácticamente parezca inexistente, aunque no del todo gracias a su terca y soberbia presencia de más de dos siglos.
Su valía como obra arquitectónica ha sido minimizada y olvidada por historiadores y literatos, tal vez debido a que está rodeado de joyas reconocidas, como el templo de la Asunción o de San Felipe al poniente, la portentosa fachada del templo de Santa Mónica al oriente, el templo de San Diego de Alcalá al norte y el de la inmuculada o de las capuchinas al sur. Además, los arquitectos se han vuelto elitistas en su afán de divulgar la riqueza de los viejos inmuebles de la ciudad; el lector común no comprende lo que dicen y se han reducido al mínimo los textos de divulgación, escritos sin tecnicismos. Esto hace que los edificios descritos parezcan extraordinarios, y que los ignorados no tienen ningún valor. Sin embargo, aun así hay quienes consideran que el edificio de la escuela es uno de los más destacados de Guadalajara.
Su construcción fue autorizada por el rey Fernando vi el 25 de octubre de 1751, pero se inició en 1752. Primero se comenzó a construir el convento o casa provincial de la Congregación del Oratorio, en la parte sur del edificio actual, y al año siguiente se iniciaron las obras de lo que sería el templo consagrado a la Asunción de María, el cual se terminó de erigir en 1804. Su realizador fue un alarife nativo de Guadalajara llamado Pedro Ciprés, quien también intervino en la construcción del Hospicio Cabañas.
De lo que es el conjunto arquitectónico actual, originalmente sólo se construyeron el templo y el convento para varones. Todos los demás anexos, especialmente los que dan a las calles Reforma y González Ortega, son posteriores.
Fotografía de Manuel de la Mora del Castillo Negrete.
El responsable de la versión actual del edificio fue Manuel de la Mora y del Castillo Negrete, destacado arquitecto e ingeniero de finales del siglo xix e inicios del xx. Este personaje —un perfecto desconocido para los tapatíos— estudió en el Liceo de Varones, y continuó sus estudios en las universidades de Pensilvania y Boston, Estados Unidos. Cuando retornó a Guadalajara se desempeñó como profesor, constructor y divulgador de la ciencia.
Entre otras obras construidas por él en Guadalajara se cuentan el majestuoso depósito de tranvías localizado en la calzada Independencia sur donde se encuentran actualmente las instalaciones del diario El Occidental ; el hotel San Francisco, en la esquina de las calles Colón y Prisciliano Sánchez, y el edificio Mosler, en la avenida 16 de septiembre. Todas ellas ya fueron demolidas.
Compartió sus conocimientos e ideas mediante colaboraciones para el Boletín de la Escuela de Ingenieros de Guadalajara y en las aulas de la nueva Escuela Libre de Ingenieros.
Para valorar con justicia los méritos acumulados por el edificio de la Preparatoria de Jalisco durante más de doscientos no se necesita leer textos incomprensibles de especialistas, basta observarlo con detenimiento. No es necesario el análisis minucioso de sus detalles técnicos.
Lo más cómodo para observar el edificio con amplitud visual —facilitada por el espacio abierto de la plazuela Agustín Rivera— es pararse frente a su fachada de González Ortega, que por más de medio siglo ha sido conocida como la principal, pero que no es la original. De sus tres fachadas, es la de mayor longitud, de la calle Reforma a la de San Felipe.

Antiguo pasillo principal del segundo piso.
El edificio es de tres pisos, y cada uno de ellos tiene en sus muros texturas que difieren entre ellas. Así, la planta baja está decorada con almohadillas, lo que se conoce como almohadillado; el piso de en medio tiene labrados una decena de canales en forma horizontal, un tipo de decoración que se llama estriado, y el de arriba es liso. Esta distribución de texturas es similar en las otras dos fachadas.
La planta baja y la de en medio tienen trece módulos (partes, divisiones…), pero con diferencias significativas entre ambos. En el centro del primer piso está el ingreso principal —número oficial, 225—, con un sobrio pero bien trabajado arco de medio punto. Encima se encuentra, pintado en negro, el famoso apotegma de Benito Juárez García: El respeto al derecho ajeno es la paz. Cada uno de los otros doce módulos tiene un arco del mismo estilo. De acuerdo con la moda porfiriana ecléctico-renacentista, están enmarcados con cantera gris de esta zona.
Los marcos dan cabida a bellos ventanales, partidos con un par de elementos verticales para dividir la luz, de ahí su nombre de parteluz. Éstos descansan sobre un zócalo o basamento que mide una tercera parte del hueco o vano de la pared que cubre la ventana. Cada uno tiene un esbelto pedestal en relieve como elemento decorativo. En estas ventanas destacan, además, los trabajos realizados en madera, herrería y, en el pasado, vidriería.

Sus ventanas conjuntan diversos elementos decorativos.
Desde el inicio de la calle Reforma hasta la de San Felipe, entre una ventana y otra, sobresalen ligeramente de la pared elementos que parecen columnas rectangulares, llamadas por los arquitectos pilastras. La composición de estas 14 pilastras es la ordinaria: una base decorada, llamada pedestal; el fuste, que es el cuerpo de una columna, que en este caso es tableteado, y la parte superior o capitel, que también es una pieza ornamentada o moldura.
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