Las iglesias, para poner un ejemplo, son organizaciones que se fundamentan en creencias; son jerárquicas, patriarcales; son exclusivas y exclusivistas; y promueven una espiritualidad basada en la sumisión a la revelación, a la dogmática, al estamento sacerdotal; son estáticas y bloquean todo cambio significativo.
Este tipo de organizaciones no son asimilables por sociedades que no pueden basarse en creencias, porque deben cambiar continuamente todos los parámetros de la vida colectiva e individual; excluyen toda jerarquía, por incompatible con la creación continuada en equipo; no consiguen admitir el régimen patriarcal, porque el conocimiento no hace diferencia entre hombres y mujeres; son globales y, por ello, deben rechazar toda exclusión y exclusividad; precisan promover una espiritualidad que se base en la creación y la indagación libre; no pueden ser dogmáticas, porque la dogmática fija y excluye; no puede adherirse a formulaciones intocables, porque no pueden aceptar el bloqueo de los cambios, incluso de los significativos.
Si no es posible utilizar las organizaciones espirituales heredadas, habrá que crearlas de forma que resulten adecuadas a colectivos que tienen como sistema de sobrevivencia la continua creación científico-técnica, y la continuada innovación en productos y servicios, que alteran constantemente las formas de vida y, por consiguiente, las maneras de pensar, sentir, actuar y organizarse.
Habrá que pensar y organizar un grupo que pueda cultivar la dimensión absoluta de lo real y la cualidad humana honda sin poderse apoyar en creencias, por tanto, tampoco en religiones. Un grupo no organizado jerárquicamente, sino en interdependencia mutua regida por la verdadera cualidad humana. Que no excluya ninguna tradición religiosa o espiritual, sino que las conozca lo suficiente como para venerarlas y aprender de ellas. Que no admita ninguna discriminación de sexos.
El eje de estas nuevas organizaciones tendría que ser la creación y la indagación libre de la dimensión absoluta de la realidad, el cultivo creativo y sin sumisiones de la cualidad humana y la cualidad humana profunda. Todo ello hecho en equipo. Puesto que los equipos son creativos, no pueden ser muy numerosos; unas 15 o 20 personas. Estos pequeños equipos se podrán aliar con otros que tengan las mismas pretensiones. Así se conseguirá formar grandes configuraciones de equipos. En estos equipos o grupos tendrá que producirse la gran transformación de la espiritualidad. Tendrá que pasarse de una espiritualidad cuyo eje es la sumisión, a una espiritualidad cuyo eje es la creación e indagación libre. En la historia no ha habido nunca una transformación como esta.
Tendrá que producirse también una segunda transformación: habrá que pasar de una interpretación de las escrituras, de los textos de los grandes maestros y de la misma tradición como descripciones intocables de la realidad, a interpretarlas y vivirlas como un hablar simbólico de lo que no se puede hablar, sin pretensión ninguna de describir la realidad a la que se refiere. Los grupos tendrán que ser capaces de leer e interpretar los grandes textos de todas las importantes tradiciones religiosas y espirituales de la humanidad. Habrá que habilitar procedimientos para una fácil comprensión de textos escritos hace mucho tiempo y en contextos culturales muy distintos de los que nos vemos forzados a vivir.
Parece una tarea muy complicada, pero no lo es tanto. Con un poco de educación y entrenamiento, las gentes pueden entender la poesía de tiempos pasados y de culturas diferentes de las nuestras. Algo parecido ocurre con la música. Con un poco de educación se pueden disfrutar las músicas del pasado e incluso músicas de culturas lejanas a la nuestra.
Los grandes textos, todos ellos, hablan a nuestra estructura interna de doble dimensión y, por ello, tienen resonancia en lo hondo de nuestro pensar y sentir. Bastarían unas pocas nociones culturales para entender los escritos de otras épocas y culturas.
Por nuestra condición de sociedades globales nos es imprescindible los conocimientos de otras formas de espiritualidad que ya no están lejanas, sino en nuestras mismas ciudades.
Sería insensato ignorar toda la sabiduría de nuestros antepasados, sean de la cultura que sean, con respecto a la dimensión absoluta de lo real y su cultivo, o ignorar cómo concibieron, practicaron y vivieron la cualidad humana y la cualidad humana profunda para intentar partir desde cero.
El estudio de los grandes nos ha de acompañar toda la vida en nuestro trabajo de indagar esas dimensiones y en nuestro trabajo de crear formas de cultivo en sociedades que cambian continuamente todos sus parámetros de vida.
Estos grupos de cultivo de dimensión absoluta y de estudio de la sabiduría de las grandes tradiciones tendrían que ser independientes, sin sumisión a ninguna religión o corriente espiritual determinada.
La formación de grupos debería poderse extender a toda la colectividad, de forma que todas las personas tuvieran la ocasión de cultivar la dimensión absoluta de la realidad. Eso supondría crear multitud de grupos en una sociedad determinada.
Así procedieron las religiones. Llenaron los colectivos de multitud de parroquias, de templos, para que la instrucción y el culto pudiera llegar a todas las personas.
Habrá que crear un proyecto valoral colectivo, con su narración correspondiente, para convencer a todos los miembros de la sociedad de que el cultivo de la dimensión absoluta de la realidad, de la cualidad humana y de la cualidad humana honda, no es una cuestión que pudiera no atenderse, es una necesidad para que el crecimiento exponencial de la tecnociencias y de sus consecuencias en nuevos productos y servicios no se vuelva en contra nuestra, en contra de todas las especies vivientes y de la habitabilidad del planeta.
El cultivo de estas dimensiones de la vida humana y de los colectivos humanos es apremiante. Es inútil intentar solventar este gravísimo problema con los procedimientos elaborados por las religiones, porque no pueden ser aceptados y, de hecho, son rechazados por grupos humanos cada vez más numerosos, especialmente por las generaciones más jóvenes.
La sociedad entera tendría que implicarse en la creación de estos grupos como una cuestión de vida o muerte.
La misma sociedad debería crear un grupo de personas que ejercieran como de control de cualidad para estos grupos tan diversos en los que las diferentes tradiciones religiosas y espirituales de la humanidad podrán entrar en variadas combinaciones. La diversidad de grupos sería, inevitablemente, muy grande. Las religiones, las espiritualidades, los diferentes cultivos de la da pueden resultar muy peligrosos si no se orientan adecuadamente.
El grupo que ejercería el control de calidad, para sus juicios sólo podría basarse en criterios negativos; por ejemplo, prohibiendo grupos excluyentes, que pretendan eliminar a todo grupo que sea el propio, que promuevan la violencia contra algún colectivo social, etcétera.
Estos grupos, con el tiempo, deberían llegar a ritualizaciónes sencillas y laicas. Los posibles ritos no pueden forzarse, deben surgir espontáneamente del cambio de mentalidad. El sentir no obedece a imposiciones.
1Marta Granés, Montserrat Cucarull, Rasgos axiológicos o valorales de los nativos digitales.
Religiones al margen. Hacia una ética sin referentes absolutos
Jesús arturo navarro
El estudio de la relación entre tres áreas del conocimiento: ética, educación y religión se considera un campo emergente. El análisis del estado del conocimiento elaborado en México reporta que en el periodo de 1999-2002, los acercamientos al campo de la ética abordan cuatro temáticas: la formación de valores, la definición de estrategias educativas, la precisión de temáticas específicas y la creación de materiales (Consejo Mexicano de Investigación Educativa, 2003). Por su parte, el estudio del fenómeno religioso en México se ha desarrollado en las tres últimas décadas por cuatro redes de investigación, a la cual se une una red en construcción. Las redes consolidadas son la Red Religión, Sociedad y Política que data de 1985, la Asociación Latinoamericana para el Estudio de las Religiones (aler) fundada en 1990, ambas coordinadas en México por el antropólogo Elio Masferrer Kan. En el occidente del país surgió en 1995 —en la Universidad de Guadalajara— la línea de investigación Identidad cultural y religión, dentro del Departamento de Estudios de Cultura Regional, y en octubre de 1996 el Programa de Estudios Religión y Sociedad en la misma Universidad de Guadalajara (UdeG); dicho programa se transforma el 30 de septiembre de 2003 en el Centro de Estudios Religión y Sociedad (cerys),1 actualmente adscrito al Departamento de Filosofía de la UdeG. En la efervescencia de los estudios religiosos surge también la Red de Investigadores del Fenómeno Religioso en México2 (rifrem) creada en 1997 y dirigida por la antropóloga Renée de la Torre y la socióloga Cristina Gutiérrez. Al año siguiente, 1998, en el ITESO se inició un ciclo semestral de debates, conferencias y análisis al que se llamó Semana de Religiones y que posteriormente se transformó en Jornadas Relig-arte en el año 2013.3 En construcción se encuentra la Red de Investigación sobre el islam en México organizada en 2016 por la maestra Jatziri García Linares y la doctora Arely Medina.
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