© Ignacio Walker Prieto, 2020
Cristianos sin Cristiandad (reflexiones de un legislador católico)
Registro de Propiedad Intelectual No 2020-A-2578
ISBN Edición Impresa: 978-956-17-0868-6
ISBN Edición Digital: 978-956-17-0912-6
Derechos Reservados
Tirada: 500 ejemplares
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Corrector: Aldo Espina A.
A los Padres Conciliares (del Concilio Vaticano II)
La libertad religiosa
“Los hombres de nuestro tiempo se hacen cada vez más conscientes de la dignidad de la persona humana, y aumenta el número de aquellos que exigen que los hombres en su actuación gocen y usen del propio criterio y libertad responsables, guiados por la conciencia del deber y no movidos por la coacción (…) Confiesa asimismo el santo Concilio que estos deberes afectan y ligan la conciencia de los hombres, y que la verdad no se impone de otra manera, sino por la fuerza de la misma verdad, que penetra suave y fuertemente en las almas”.
(Dignitatis Humanae, 1).
La dignidad de la conciencia moral
“En lo más profundo de su conciencia descubre el hombre la existencia de una ley que él no se dicta a sí mismo, pero a la cual debe obedecer, y cuya voz resuena, cuando es necesario, en los oídos de su corazón, advirtiéndole que debe amar y practicar el bien y que debe evitar el mal: haz esto, evita aquello. Porque el hombre tiene una ley escrita por Dios en su corazón, en cuya obediencia consiste la dignidad humana y por la cual será juzgado personalmente. La conciencia es el núcleo más secreto y el sagrario del hombre, en el que este se siente a solas con Dios, cuya voz resuena en el recinto más íntimo de aquella”.
(Gaudium et Spes, 16).
La justa autonomía de las realidades terrenales
“Muchos de nuestros contemporáneos parecen temer que, por una excesivamente estrecha vinculación entre la actividad humana y la religión sufra trabas la autonomía del hombre, de la sociedad o de la ciencia. Si por autonomía de la realidad se quiere decir que las cosas creadas y la sociedad misma gozan de sus propias leyes y valores, que el hombre ha de descubrir, emplear y ordenar poco a poco, es absolutamente legítima esta exigencia de autonomía. No es solo que la reclamen imperiosamente los hombres de nuestro tiempo. Es que además responde a la voluntad del Creador. Pues, por la propia naturaleza de la creación, todas las cosas están dotadas de consistencia, verdad y bondad propias y de un propio orden regulado, que el hombre debe respetar con el reconocimiento de la metodología particular de cada ciencia o arte (…)”.
(Gaudium et Spes, 36).
La comunidad política y la Iglesia
“La Iglesia, que por razón de su misión y de su competencia no se confunde en modo alguno con la comunidad política ni está ligada a sistema político alguno, es a la vez signo y salvaguardia del carácter trascendente de la persona humana. La comunidad política y la Iglesia son independientes y autónomas, cada una en su propio terreno. Ambas, sin embargo, aunque por diverso título, están al servicio de la vocación personal y social del hombre” .
(Gaudium et Spes, 76).
El rol de los laicos
“El carácter secular es propio y peculiar de los laicos (…) A los laicos corresponde, por propia vocación, tratar de obtener el reino de Dios gestionando los asuntos temporales y ordenándolos según Dios. Viven en el siglo, es decir, en todos y cada uno de los deberes y ocupaciones del mundo, y en las condiciones ordinarias de la vida familiar y social, con las que su existencia está como entretejida (…) a ellos corresponde iluminar y ordenar las realidades temporales a las que están estrechamente vinculados, de tal modo que sin cesar se realicen y progresen conforme a Cristo y sean para la gloria del Creador y del Redentor”.
(Lumen Gentium, 31).
El discernimiento ético
“(…) un pastor no puede sentirse satisfecho solo aplicando leyes morales a quienes viven en situaciones «irregulares», como si fueran rocas que se lanzan sobre la vida de las personas (…) La ley natural no debería ser presentada como un conjunto ya constituido de reglas que se imponen a priori al sujeto moral, sino que es más bien una fuente de inspiración objetiva para su proceso, eminentemente personal, de toma de decisión (…) El discernimiento debe ayudar a encontrar los posibles caminos de respuesta a Dios y de crecimiento en medio de los límites”.
(Amoris Laetitia, 305).
* Los subrayados son del autor.
• Abreviaturas •
PA Pastor Aeternus (1870)
RN Rerum Novarum (1891)
QA Quadragesimo Anno (1931)
Solemnita Radiomensaje La Solemnita della Pentecoste (1941)
Benignitas Radiomensaje Benignitas et Humanitas (1944)
MM Mater et Magistra (1961)
PT Pacem in Terris (1963)
LG Lumen Gentium (1964)
DH Dignitatis Humanae (1965)
GS Gaudium et Spes (1965)
PP Populorum Progressio (1967)
OA Octagesima Adveniens (1971)
EN Evangelli Nuntiandi (1975)
RH Redemptor Hominis (1979)
LE Laborem Exercens (1981)
FC Familiaris Consortio (1981)
SRS Sollicitudo Rei Socialis (1987)
CHF Christifideles Laici (1988)
CA Centesimus Annus (1991)
Jornada Mundial Mensaje para la celebración de la “Jornada Mundial de la Paz” (1991)
Catecismo Catecismo de la Iglesia Católica (1992)
VS Veritatis Splendor (1993)
TMA Tertio Millennio Adveniente (1994)
EV Evangelium Vitae (1995)
FR Fides et Ratio (1998)
Motu Propio Motu Propio dado para la proclamación de Santo Tomás Moro como “Patrón de los Go bernantes y Políticos” (2001)
Nota doctrinal Nota doctrinal sobre “Algunas cuestiones relativas al compromiso y la conducta de los católicos en la vida política” (2002)
Compendio Compendio de la doctrina social de la Iglesia (2004)
DCE Deus Caritas Est (2005)
SS Spe Salvi (2007)
CV Caritas in Veritate (2009)
LF Lumen Fidei (2013)
EG Evangelli Gaudium (2013)
LS Laudato Si (2015)
AL Amoris Laetitia (2016)
GE Gaudete et Exsultate (2018)
• Índice •
Agradecimientos • Agradecimientos • Agradezco la generosa invitación del Kellogg Institute for International Studies de la Universidad de Notre Dame (Estados Unidos) por haberme permitido pasar un semestre (otoño de 2018) en dicha universidad como Hewlett Fellow of Public Policies. Ello me permitió escribir el borrador inicial de una parte de este libro en lo que se refiere a la doctrina católica y las enseñanzas sociales de la Iglesia. Agradezco especialmente los comentarios a la propuesta de investigación de Alasdair MacIntyre, John Finnis, Paolo Carozza, Claudio Lantigua, Ulrich Lehner, Mary Keys, Bill Mattison y John McGreevy, todos ellos de la Universidad de Notre Dame, y de Robert P. George de la Universidad de Princeton. Un primer esquema de este libro lo presenté para la discusión en el referido Kellogg Institute y en el Lumen Cristi Institute de la Universidad de Chicago, ambos en el otoño de 2018. Agradezco los comentarios de los asistentes que me permitieron darle una orientación más definitiva (y, espero, de mayor consistencia). Agradezco de manera especial a la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso y a su rector, Claudio Elortegui, por haberme recibido como docente y permitido desarrollar esta investigación en un ambiente académico e intelectual muy estimulante.
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