Desde 2015, mis estudios se centran en reflexiones teológicas a partir de la crisis ecológica, que es para mí la situación más urgente de ser asumido por el cristianismo, que ha tenido en la historia un enfoque principalmente antropocéntrico. En los artículos eco-teológicos que siguen, entro en diálogo con tres denominaciones cristianas. El primer artículo relata mi recepción de la Encíclica de Papa Francisco Laudato Si’, relevando su gran aporte para la reflexión eco-teológica, y su llamada a procesos de confesión y conversión ecológica en las iglesias. El segundo artículo fue escrito en el contexto de los 200 años de la Reforma Protestante, y quiere resignificar tres principios básicos de la Reforma Luterana para una reforma ecológica en las iglesias. Finalmente, escribí un artículo de interpretación bíblica sobre el libro Apocalipsis, ya que esta narrativa ha sido interpretada en encuentros con iglesias evangélicas como narrativa que predice la crisis ecológica como inicio del fin de los tiempos. Muestro como este libro, más que invitar a la resignación, nos impulsa a una actitud profética para denunciar los sufrimientos de comunidades en la tribulación del desastre ecológico, visibilizar las prácticas que anuncian nuevos tiempos y seguir nutriendo visiones de un cielo nuevo y una tierra nueva. Termino esta parte con un artículo que cuestiona las soluciones de la geoingeniería frente al cambio climático, justamente porque deja fuera las visiones de estas comunidades.
En todo el libro busco una teología que moviliza a las personas a enfrentar la crisis socioambiental que vivimos e invito a pensar nuevos paradigmas. Para eso hace falta escuchar la voz de todos y todas, y especialmente de los grupos más afectados por la crisis. Las mujeres son las que siguen siendo excluidas en los espacios de decisión en la política y en las iglesias. A partir de los grandes debates en Latino América sobre la Ley de Género y del Aborto, rechazados por grupos conservadores que se apropian del discurso “pro vida”, este libro sigue con tres artículos recientes en que abogo nuevamente por un diálogo abierto sobre nuestros valores, sin verdades a-priori y desde la experiencia. En una teología que quiere movilizar para un mundo más justo, los y las más afectados por la exclusión y la injusticia tienen que recuperar la voz, más porque han sido explotadas y despreciadas como la naturaleza misma. Una conversión ecológica sin las mujeres no será, digo en una revisión crítica de la ausencia de las mujeres en Laudato Si’. También en las discusiones sobre los derechos de las personas LGTBI, pido a la teología tomar un lugar de escucha y pregunta, sin miedo, en búsqueda del encuentro. Finalmente hago una reflexión epistemológica desde la crisis de la pandemia que vivimos hoy, que cuestiona fuertemente las dicotomías en el pensamiento moderno, para dar pistas de cómo superar modos de interpretar el mundo que nos atrapen en el statu quo, y abrir posibilidades de un futuro verdaderamente transformado. El libro quiere ser un aporte a una teología con este fin: conmovedora, movilizadora, en movimiento.
LA BIBLIA COMO LUGAR DE ENCUENTRO ECUMÉNICO1
El ecumenismo se parece un poco al encuentro inusual entre Jesús y una samaritana que encontramos en Jn 4,1-42. En ese relato las vidas de un hombre judío y una mujer de Samaria se entrecruzan en un pozo al mediodía. Normalmente estas dos personas no se tratarían entre sí, debido a las reglas de género, diferencias de religión, etnia, y por todos los prejuicios que existen entre sus pueblos. Jesús, sin embargo, rompe todas las reglas que les separan, y pide agua a esta mujer. Con este gesto, se abre una conversación entre los dos, en que hay espacio para hablar sobre la realidad de su tiempo, sobre sus diferencias religiosas, y sobre la exclusión en que viven: “¡Cómo! ¿Tú, que eres judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?” En el diálogo siguiente surge agua viva, que produce en la mujer samaritana un cambio radical: ella se deja conmover por Jesús, que la acepta tal como es y la libera de prejuicios, lo que la lleva a testimoniar sobre eso en su pueblo.
Como en esta escena, en los encuentros ecuménicos también se confrontan dos o más tradiciones religiosas, con distintos pasados, culturas y costumbres. En grupos que comparten la tradición cristiana su pozo común es la Biblia, pero muchas veces son justamente las interpretaciones bíblicas y las doctrinas basadas en ellas, las que han causado separaciones y prejuicios entre las comunidades. Se nota que las personas de tradición católica en general poseen muchos dogmas aprendidos desde la tradición institucional, mientras las personas de tradición evangélica, para sostener sus verdades, recurren a versículos bíblicos. A causa de estas certezas, no es evidente que la Biblia pueda ser un lugar de encuentro ecuménico. Por eso en el diálogo entre grupos de distintas denominaciones, también debe haber alguien que igual a Jesús en el relato mencionado, facilite que se rompan las convicciones inamovibles y los prejuicios, para que se abra un espacio donde surjan conversaciones que produzcan cambios en todas las personas presentes.
Para que fluyan las aguas en un grupo ecuménico que se reúne alrededor de las Escrituras, es necesario que el grupo vaya aceptando algunos supuestos básicos sobre la Biblia. Primeramente, que toda lectura es interpretación. Uno no puede leer la Biblia de una manera neutral, porque cada lector(a) lleva sus propios “lentes de lectura”, y –muchas veces de modo inconsciente–, ve afirmado en los relatos los aciertos de su historia de vida y sus convicciones. Segundo, que el mensaje de Jesús no fue pensado para dividir, excluir a personas, o incluso justificar guerras. Aunque los relatos de la Biblia nos pueden cuestionar y criticar fuertemente en nuestras posiciones, estamos convencidos que “la palabra de Dios” lleva primeramente un mensaje de amor, justicia y paz. Eso significa que tenemos que mantener una “hermenéutica de la sospecha” frente a interpretaciones bíblicas que han sido usadas para justificar discriminaciones y condenas. Tercero, el supuesto que la Biblia misma es un libro inherentemente ecuménico. Quienes reconocen que la Biblia es una biblioteca con relatos de distintas épocas y tradiciones, en que existen muchas discusiones internas sobre las interpretaciones de las escrituras, se mantendrán más fácilmente con un diálogo similar en los grupos de hoy. Significa suspender los propios juicios sobre la verdadera Palabra de Dios y empezar una búsqueda abierta con una “segunda ingenuidad”, para descubrir en conjunto las aguas frescas y vivas que fluyen del pozo.
En los talleres bíblicos y celebraciones que desarrollamos en el Centro Ecuménico Diego de Medellín (CEDM) en Santiago de Chile, desde 2005 a 2010, estos tres supuestos han estado siempre presentes: la importancia de reconocer los lentes de interpretación, el carácter inclusivo del mensaje bíblico y la heterogeneidad de la Biblia misma. En este artículo recojo algunos ejemplos de cómo se han trabajado estos supuestos, usando metodologías y dinámicas concretas en los grupos participantes.
Con el fin de fomentar la conciencia de que cada lectura es una interpretación, se usa la metodología de la lectura popular de la Biblia que siempre empieza con la experiencia de vida de las y los participantes. Discutir sobre el significado de una historia sin involucrar la situación presente, puede llevar a discusiones sin término y a más divisiones entre “supuestas verdades”, sin acercar el significado del texto para las vidas de las personas. Además, los textos sólo revelan su gran riqueza, cuando se estudian usando el círculo hermenéutico en que el texto está en diálogo con la realidad de hoy y con la vida de la comunidad. Al compartir las experiencias propias, el grupo se aleja de la discusión sobre verdades abstractas, porque las experiencias son por un lado personales, y por eso indiscutibles; y por otro lado, muchas veces reconocibles para personas que viven el mismo contexto. Por eso, siempre relacionamos los textos bíblicos a un tema o una pregunta actual.
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