El lugar que ocupa el Rey debe cumplir unas condiciones de seguridad, “junto a la pared”. Con ello, se evita que alguien pueda acercarse al monarca por su espalda sin ser visto. Una de las funciones que, desde siempre, ha cumplido el protocolo ha sido la de proporcionar seguridad a quienes disponían este tipo de normas. Así, hubo épocas en las que nunca un jerarca se sentó dando la espalda a una ventana por temor a que se atentara contra él. La costumbre actual según la cual el anfitrión se sienta de frente al acceso del servicio tiene sus raíces en la protección de las personas importantes.El Rey D. Juan Carlos ocupó la silla más destacada hasta el momento de la firma de su abdicación. (© Fotografía: www.hola.com/realeza/casa_espanola/galeria)
La costumbre se convierte en ley cuando se trata de protocolo, aunque la norma no esté sancionada de forma explícita. Existen normas no escritas pero que siempre se han puesto en práctica en la organización de actos. Esto es precisamente lo que se determina en la frase del Libro de Samuel. Quien asiste al acto en el que el Rey está presente, sabe que “su costumbre” –la del Rey– es sentarse en la silla pegada en la pared y nadie se sienta en ella porque conoce lo que se ha venido haciendo en anteriores ocasiones.D. Felipe ocupó la silla más alta y el lugar preferente tras la abdicación de D. Juan Carlos. (© Fotografía: www.efe.com)
Estos tres parámetros dan idea de la finalidad real del protocolo en el pasado, que sigue teniendo vigencia en el presente. Establecer normas para procurar destacar la presencia de autoridades, preservar su seguridad y hacer respetar los modos que tradicionalmente han funcionado son objetivos vigentes en el presente cuando nos referimos a la organización de actos oficiales o empresariales.
Quizá una de los pasajes bíblicos más destacados y explícitos que ofrecen una visión práctica del protocolo está en la parábola de Jesucristo relatada por San Lucas[6]:
“En aquel tiempo, entró Jesús un sábado en casa de uno de los principales fariseos para comer, y ellos le estaban espiando. Notando cómo los invitados elegían los primeros puestos, les dijo una parábola: Cuando seas convidado por alguien a una boda, no te pongas en el primer puesto, no sea que haya sido convidado por él otro más distinguido que tú, y viniendo el que os convidó a ti y a él, te diga: ’Deja el sitio a este’, y entonces vayas a ocupar avergonzado el último puesto. Al contrario, cuando seas convidado, vete a sentarte en el último puesto, de manera que, cuando venga el que te convidó, te diga: ’Amigo, sube más arriba’. Y esto será un honor para ti delante de todos los que estén contigo a la mesa. Porque todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado”.
De este pasaje bíblico se pueden extraer algunas conclusiones protocolarias de gran actualidad.
El evangelio de San Lucas hace mención a la importancia del invitado, que está directamente relacionada con la cercanía al anfitrión. Esta es una de las más claras referencias de la Biblia, en la que se vincula directamente la mayor o menor distancia al anfitrión con la importancia del invitado. De esta forma, se pone de manifiesto que es más apreciado por el anfitrión quien ocupa los primeros puestos, mientras que, quien menos notable es, se sitúa más atrás, más alejado del anfitrión.
Confiere entonces, la distancia al anfitrión, jerarquía y honor y probablemente este es el pasaje más explícito que haga mención al establecimiento de precedencias como medida para destacar públicamente a unas personas sobre otras.
Hay también una intencionalidad manifiesta en la exigencia del respeto por las normas de conducta y una llamada clara a la modestia como valor de trascendencia social que, en caso de no ser incorporado a la conducta personal, será motivo de rechazo público. Se destaca la humildad como valor digno de consideración pública que, curiosamente, trasciende hasta nuestros días y es observada como mérito en la mayoría de las religiones.
Quizá es también interesante destacar la figura del anfitrión frente a la del invitado. El anfitrión, en el ámbito de su actuación, tiene la potestad y el derecho de premiar o reprochar conductas que la convención social de la época entiende como malas o buenas.
2.2. Las normas en la Biblia y la diestra de Dios
Son numerosas, también, las referencias a la “diestra” que se hacen en la Biblia y, muy particularmente, a la importancia de la derecha sobre la izquierda. Este hecho, el que destaca la importancia de la derecha sobre la izquierda, ha perdurado hasta nuestros días y, en la mayoría de las culturas, la derecha es el lugar de máximo honor. Sirve entonces la derecha para enfatizar la precedencia del que en este lugar se sitúa frente al que se coloca a la izquierda.
Algunos pasajes de las Sagradas Escrituras hacen mención a la derecha como lugar destacado. Si importante es estar junto a Dios, más aún es ocupar su derecha, como queda explicitado en los siguientes pasajes:
Marcos 16:19
“Después de hablarles, el Señor Jesús fue llevado al cielo y se sentó a la derecha de Dios”.
Pedro 3:22
“Él se ha ido al cielo y está a la derecha de Dios, después de someter a los ángeles, a las dominaciones y las potestades”.
Éxodo 15:6
“Tu diestra, Yahvé, de tremendo poder, tu diestra, Yahvé, aplasta al enemigo”.
El Antiguo Testamento contiene, también, numerosas referencias a lo que ya se podría entender como los inicios de la primeras ordenaciones y establecimiento de precedencias, además de distribuciones de personas en alternancia cuando concurrían a actos sociales o religiosos.
En el siguiente pasaje del Génesis se coloca al hijo menor de José a la derecha, por decisión del anciano Israel, padre de José, indicando con su gesto la preferencia de aquel, lo que causa malestar en el primogénito.
Génesis 48:13-18
“Colocó José a Efraím a su derecha, quedando a la izquierda de Israel, y a Manasés a su izquierda, quedando a la derecha de su padre, y los acercó a él. Israel extendió su mano derecha y la puso sobre la cabeza de Efraím, que era el menor, y así, cruzando las manos, puso su izquierda sobre la cabeza de Manasés a pesar de que era el primogénito […]. Que lleguen a ser muy numerosos en esta tierra. José vio que su padre tenía puesta su mano derecha sobre la cabeza de Efraím, lo que le disgustó. Tomó, pues, la mano de su padre para cambiarla de la cabeza de Efraím a la de Manasés y le dijo: ’Así no, padre mío, porque éste es mi hijo mayor. Coloca tu mano derecha sobre su cabeza‘. Israel se negó y le dijo: ’Lo sé, hijo mío, lo sé. Él también se hará pueblo, también él llegará a ser grande, pero su hermano menor será más grande que él y su descendencia formará una familia de pueblos‘. Y los bendijo aquel día con estas palabras: ’A ustedes los tomarán como ejemplo cuando quieran bendecir a alguno en Israel, y dirán: Que Dios te haga semejante a Efraím y Manasés‘. Así puso a Efraím por delante de Manasés”.
He podido contar varias decenas de frases en la Biblia que se refieren a la derecha en su significado de habilidad, destreza y fortaleza, además de lugar privilegiado. Quizá esta preeminencia de la derecha sobre la izquierda sea resultado de la propia condición humana que, en su inmensa mayoría, utiliza la mano derecha para ejecutar casi la totalidad de las acciones manuales, mientras que la izquierda queda para quehaceres de menor envergadura.
Con independencia de los Diez Mandamientos que Moisés recibió directamente de manos de Yahvé, son también numerosas las referencias bíblicas al ceremonial para llevar a cabo determinadas actividades, las normas de relación entre los hombres y, como no podía ser de otra forma, los códigos morales de obligado cumplimiento que, con la escusa de agradar a Dios, no dejan de ser verdaderas y primitivas normas que facilitaban la convivencia y evitaban disputas y enfrentamientos.
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