Afirmaciones y representaciones en tono de atraso, generadas a partir del discurso de la óptica de la experticia, siendo esta la externalidad desde la cual se constituye la construcción de la noción de atraso, esto es, de seres inferiores considerados semisalvajes, quienes establecen relaciones de atraso con el espacio, el cual, a su vez, se tilda como un escenario de rezago. Desde estas narraciones se evidencian permanencias de opresión, emergencias de otras formas y relaciones de rechazo hacia los pobladores locales, a sus prácticas y sus espacialidades. En este orden de ideas, se afirma que “en el Chocó se ha arraigado la indolencia que crea la escasez de libertad, y el atraso de los tiempos coloniales” (La Antorcha 1890, n.° 2, 5-6. Las cursivas no pertenecen al original), con el argumento de que “los de raza negra, por la misma exuberancia de riqueza natural en el país, están sumidos en una inacción que provoca lástima” y que, pese a poseer “brazos fuertes que pudieran socavar montañas y elevar ciudades, están atados al yugo de la inercia”, y “voces que debieran estar cantando la libertad con el espíritu del arte, están todavía repitiendo al son de la gaita salvaje los tristísimos lamentos que les arrancaran sus años de esclavitud” (5-6). Formas de dominación y relaciones de sometimiento que persisten, perpetúan y se imponen sobre un territorio y sus pobladores bajo los enunciados y so pretexto de una “nueva era”, establecimiento de otras relaciones de poder de las cuales se dice:
Verdad amarga, y que acaso más de uno haga salir al rostro el carmín de la vergüenza: la raza negra, que compone la máxima parte de los habitantes del Chocó, a despecho de los legisladores que rasgaron la carta de su inhumana esclavitud, continúa sin recobrar enteramente sus derechos civiles. Para no pocos, faltos de fe y desconocedores del espíritu de cristiana fraternidad, infiltrando en todos los códigos de las sociedades modernas, el negro es un ser despreciable y del que puede abusarse hasta para saciar los instintos brutales de la venganza y de la voluptuosidad. ¡Como si el negro tuviera por fatal destino la esclavitud, sólo porque la naturaleza lo distinguió por el color, de sus opresores! La autoridad llamada a ser vínculo de unión de las voluntades regidas por unas mismas leyes, y garantía segura de los derechos de todos los ciudadanos, no siempre ha cumplido su misión tutelar y pacificadora. Las leyes y ordenanzas represivas parecen haberse hecho sólo para los de color; los lugares de reclusión forzosa, se ha dicho en alta voz, no se han edificado para los blancos. El derecho de propiedad unas veces se falsea y otras se conculca con descaro; y lo más lamentable e inicuo es que haya quienes se prevalgan de su autoridad para cometer tales desafueros; trafican con su ignorancia y desamparo, como trafican con su pudor. (Prefecto Apostólico del Chocó 1928, 251. Las cursivas no pertenecen al original)
De igual manera, se registran otras apreciaciones por parte de algunos misioneros, contrarias a las comúnmente construidas, lecturas derivadas de la experiencia y vivencia con los de “raza de color”, en las que se afirman que estos poseen un alma hermosa (La Misión Claretiana del Chocó 1960, 251), que por medio de sus actos resaltan su sencillez e inocencia, y desde las cuales se destaca la forma en que viven en familia. Lazos familiares que, como explica Martínez (2010), “se rigen tanto por principios biológicos como por lazos afectivos” (18). Así mismo, se distingue su alegría y la actitud de arrojo ante los riesgos a los que se exponen en los ríos, bosques y selvas, sucesos de los que se dice que resisten con “intrepidez”; en efecto, se relata como
otras veces sumergido en el agua durante varias horas y armado de robusta barra, agota sus fuerzas para arrancar de las entrañas de la tierra el oro y el platino. Confinado de estos bosques inmensos, separado del resto de los hombres, el chocoano prescinde del ajetreo complicado de la vida moderna. Pero cuando llega a sentir el aguijón de las ideas de la época, es arrebatado e impetuoso, aunque sin comprender en el fondo la verdad del sentimiento político. (Bodas de Plata Misionales de la Congregación de Misioneros Hijos del Corazón de María en el Chocó 1909-1934, 10. Las cursivas no pertenecen al original)
Pese a lo anotado, persisten y son mayoritarias las catalogaciones que los minimizan; pereza, superstición, temor, seres inocentes, fácilmente dominables, carentes de razón y, por ende, incompatibles con el proyecto progresista, aseveraciones que se construyen por parte de los voceros de las instituciones externas hacia los grupos humanos locales que habitan el territorio chocoano. Escenificaciones en contravía del discurso del ansiado progreso, del que se infiere que, para hacerse plausible, requiere de grupos que lo estimulen, inspiren y lo hagan posible, situación contraria a la que se refleja en lo consignado en los informes y artículos referidos al tema, desde los cuales, como se ha mostrado, los habitantes de la región son tildados, además de seres inferiores, como individuos ociosos, libertinos, intolerantes, entre otros apelativos que reflejan el menosprecio y desestima de sus hábitos, prácticas y costumbres, por lo que son censurados como incapaces para emprender dicha empresa progresista. Se expone entonces desde estos enunciados que el poblador local de este territorio es “insensible al bienestar y a las honestas satisfacciones de que está rodeada la vida social moderna; de ahí que sus aspiraciones sean muy limitadas, y su actividad se encierre en el estrecho círculo de las necesidades más apremiantes de la vida” (Prefecto Apostólico del Chocó 1928, 6. Las cursivas no pertenecen al original). En este sentido, se construye un perfil de los pobladores locales en términos de atraso moral, espiritual e intelectual, que los muestra desde un escenario de rezago, entendido como una barrera 21que se opone al adelanto de la región, esto es, como sujetos no modernos.
Así, más allá de las cifras que aluden a la cantidad o al número de población, las representaciones que se construyen de los grupos humanos locales por parte de dichos representantes institucionales se realizan bajo imaginarios en tono de atraso y, por tanto, en contravía de los ideales del proyecto progresista para la región. Representaciones desde ópticas externas que relegan, desconocen, minimizan y descalifican prácticas culturales y sociales, las cuales se consideran contrarias a lo que se espera de los individuos cristianos formados bajo preceptos y prácticas de una educación en sintonía con el progreso moral, espiritual e intelectual. Grupos humanos leídos e interpretados a partir de discursos que niegan, anulan y desconocen otras posibles formas de existencia, al igual que creencias y saberes desde lo local. Enunciados construidos, por lo tanto, desde organismos que institucionalizan las relaciones de poder, desde las que se determinan diferenciaciones entre aquellos grupos que se autorreconocen y definen como aptos y aquellos considerados como no acordes para participar en el proyecto del progreso. En este sentido, según lo explica Castro-Gómez (2010), se declaran “como enemigos de la sociedad a todas aquellas razas que no se ajustan a la norma poblacional deseada” y, en este caso, particular requerida.
En este contexto, cabe recordar que para comienzos del siglo XX, en el discurso de posesión del general Reyes, este pregona: “dejemos a un lado y para siempre las armas destructoras, olvidemos los grados militares alcanzados en aquellas luchas y empuñemos los instrumentos del trabajo” (Niño 1991, 37. Las cursivas no pertenecen al original). Así, se hace referencia al trabajo como una herramienta fundamental en la puesta en marcha del proyecto hacia el progreso, instrumento a través del cual se podrá avanzar; en este orden de ideas, y retomando lo expuesto por Castro-Gómez, “tecnologías de gobierno” 22que promueven la emergencia de grupos poblacionales que se adapten al perfil de producción necesitado y “dejen morir” a los que no sirven, con el propósito de fomentar el trabajo productivo, el desarrollo económico y la modernización, pero también enfocadas a convertir a la población en un agente productivo, transformar sus prácticas laborales (Relatoría Seminario Eje 4 - 2010. Esta relatoría fue realizada por Claudia Tovar y Natalie Rodríguez en este seminario que fue dictado por Castro-Gómez y Saldarriaga en 2010), “‘hacer vivir’ a esas poblaciones mediante su incorporación a la sociedad del trabajo” (Castro-Gómez 2009, 153). De este modo, se trata de inscribirlos en dicho proyecto de progreso mediante la puesta en marcha de una serie de estrategias 23de índole moral y educativa, pero también de orden material.
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