La raza india fue abocada en su día a una lucha a muerte, por su existencia con la raza negra; ésta, por la fuerza era importada al Chocó para la exploración de su riqueza minera de oro y platino y para cuya explotación el indio era inepto o inútil a los dueños de las minas; y la raza negra tenía más resistencia, por haber sido traída de los climas tropicales del África, y un espíritu de sujeción a su voluntad, por su condición de esclavos. Ambas razas debían convivir en el suelo chocoano. Por distintas causas, la raza india, en lucha con la raza negra, fue decreciendo en número y se retiró, con un odio instintivo a la raza negra, a ciertos centros de las selvas y a las cabeceras o nacimientos de distintos ríos, quedando la raza negra casi dueña del solar chocoano, patrimonio de los indios durante muchos siglos. (La Misión Claretiana del Chocó 1960, 10)
Tabla 1. Número de habitantes en la región del Chocó, al inicio de la Prefectura Apostólica del Chocó
Informe/habitantes |
Blancos |
Mulatos |
Negros |
Indios |
Total |
Informe Oficial del erudito D. Guillermo Hurtado, primero gobernador del departamento del Chocó y después intendente o gobernador de la Intendencia (1909) |
5000 |
15 000 |
50 000 |
10 000 |
80 000 |
Informe del Rmo. P. Juan Gil y García (1910) |
10 000 |
20 000 |
50 000 |
20 000 |
100 000 |
Fuente: Prefecto Apostólico del Chocó (1929, 26; 1924, 9).
Narraciones referentes a los de la “raza de color” se construyen haciendo directa correspondencia a la descendencia; 20así, se afirma que estos “conservan las mismas tendencias e inclinaciones de sus antepasados”, pese a los “cambios conaturales a las vicisitudes del progreso, las costumbres y de los tiempos”, y se sostiene que este “es apático por naturaleza, aunque violento en las disputas y rencillas, sobre todo al sentirse herido en su amor propio” (Bodas de Plata Misionales de la Congregación de Misioneros Hijos del Corazón de María en el Chocó 1909-1934, 10). El campesino negro chocoano es tildado como “perezoso”, una característica, de acuerdo con los informes misionales, atribuible principalmente a la vida pausada y relajada que se lleva en esta región, en correspondencia con las condiciones climáticas que logran vencer y reducir los esfuerzos.
En este sentido, se llega a aseverar que, dada la abundancia de alimentos que posee la región, dichos campesinos asumen que esta necesidad se encuentra resuelta. Así, se asegura que actividades como la pesca del bocachico —por citar alguna— representa un “perjuicio incalculable para todo el Chocó”, dada la concentración de esfuerzos por periodos de tiempo, trabajos que le permiten adquirir el dinero suficiente para abastecerse durante “todo un año de vida”. Un misionero afirma que:
Los he visto trabajar una semana en sus escasas siembras, alimentándose con plátanos cocidos, un trozo de panela y el tabaco masticado o en la pipa; cuando más, le revuelven chontaduros y un caldo de pescado, como para que conste la necesidad cumplida de comer. (ABC 1943, n.° 3876, 3-4)
De este modo, se dice que son individuos conformistas que no persiguen más que aquello que les ofrece y brinda el medio natural donde habitan, sustento que les alcanza y les es suficiente para satisfacer sus necesidades alimenticias; en efecto, se argumenta que esto se corresponde con
su ociosidad e inacción, y que la escasez y la miseria sean su patrimonio. Y si acontece que obtenga con su esfuerzo personal algunos intereses, el lujo y vana ostentación algunas veces, las diversiones y abuso en las bebidas, otras, y siempre el desconocimiento de toda ley de economía, son causa de que los disipen y malbaraten miserablemente. (ABC 1943, n.° 3876, 6)
De igual manera, se asegura que en esta parte del país es donde se registra un modo de vida más acompasada, un ritmo también atribuible a las condiciones ambientales y geográficas que, sumadas “al modo de ser” de las gentes, hacen que se afirme que se lleve una vida “tan amodorrada como en estas orilla del Atrato y de sus afluentes”; se señala entonces que por
un determinismo geográfico es así nuestro campesino: quizás el río “tranquilo y suave y apacible y lento” imprime al habitante de esas orillas una característica inconfundible de pereza y cuando empuña el hacha para convertir en campos de cultivo la selva milenaria, debe al fin resignarse a vivir así, al acaso, porque el trópico con toda su exhuberancia le vence, reduciéndolo a una impotencia de que no puede librarse porque carece de medios para combatirla. (ABC 1943, n.° 3876, 3-4)
Además de las afirmaciones relacionadas con la vida pausada de los pobladores, se dice que estos son supersticiosos e incrédulos; aseveraciones de la existencia y permanencia de otras creencias y tendencias religiosas, a partir de las cuales se tilda este como un pueblo que “quiere una religión acomodada a sus caprichos; una religión que no le exija ningún sacrificio”, así como retraídos y temerosos y, por tanto, manejables. De este modo, se manifiesta que
la raza de color por naturaleza es tímida; y esta timidez la predispone a toda suerte de creencias y temores estúpidos en la intervención de agentes, ora naturales, ora ultraterrenos en la vida de los pobres vivientes que fatalmente tienen que sufrir sus imposiciones. (Bodas de Plata Misionales de la Congregación de Misioneros Hijos del Corazón de María en el Chocó 1909-1934, 11)
Campesinos, al mismo tiempo, considerados como crédulos, supersticiosos y, por ende, manipulables, discursos desde los cuales se afirma:
La raza de color por naturaleza es crédula; y esa credulidad produce como consecuencia el fondo religioso tan marcado que se nota entre nuestros campesinos; El campesino no discurre; cree a pie juntillas lo que se le cuenta. Falto de ideas para aquilatar lo que haya de verdadero o de falso en los hechos que se le proponen, deja para otro el cuidado de discurrir y de juzgar y asiente sin discusión a las narraciones de los agogueros y adivinos. Por eso es tan propenso a relatar fábulas, historietas fingidas, apólogos y casos de intervención de espíritus en los sucesos humanos. (Bodas de Plata Misionales de la Congregación de Misioneros Hijos del Corazón de María en el Chocó 1909-1934,11)
Así mismo, se considera desde estos relatos que los negros son temerosos, que, como individuos tachados de inferiores, su religión y creencias están cargadas de supersticiones y sus comportamientos y hábitos son rezagados, desordenados, entre otros imperativos tildados como negativos. De esta situación de atraso moral un padre misionero apunta que: “respecto al modo de ser de estas gentes, puedo decir que aquí en Quibdó es muy corto el número de buenos cristianos; la mayor parte no se cuidan de la religión, ni van a misa, no confiesan” (Relación de Algunas Excursiones Apostólicas en la Misión del Chocó 1924, 49). Del mismo modo, para los misioneros el accionar de los habitantes de la zona se realiza bajo un amor considerado como “libre”, del cual se dice que está en contraposición al “verdadero amor cristiano”, y en el cual predomina el abandono, el descuido, la falta de educación, las “uniones ilícitas”, los rompimientos de los “lazos sagrados del amor paternal”, entre otros; en parte, estos se consideran como causantes de la “extrema miseria” (Prefecto Apostólico del Chocó 1928, 8), así como de la pobreza tanto de la región como de sus gentes. Prevención, desconfianza y libertinaje de un pueblo, del que se afirma:
Es grande el temor reverencial de nuestros campesinos hacia todo lo relacionado con seres de quienes está convencido que le son superiores. Dios, los espíritus, las almas de los antepasados, son el objeto de sus temores, de su veneración, de su culto. Y en esto hace consistir su Religión. Pero cuando esta Religión les demanda sacrificio; si para cumplir los imperativos de la Ley Santa han de contradecir sus pasiones, poner a raya sus desordenados apetitos, entonces, sin renunciar a sus ideales religiosos, y tal vez invocando a la Virgen del Carmen, ceden a los atractivos del apetito inferior, adormecen los reclamos de la conciencia y se entregan a los brazos de la molicie esperando que a la hora de la muerte tendrán tiempo de arreglar la vida y exhalarán el último suspiro en manos del Dios Bueno y Misericordioso. (Prefecto Apostólico del Chocó 1929, 11-12)
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