9) Estructura y gobernanza del sistema: Se deberá impulsar una nueva forma de relacionamiento entre todos los actores del sistema: estudiantes, profesores, egresados, IES, gobierno nacional, gobiernos regionales, cuerpos colegiados de las IES, sector productivo, así como una reorganización de la tipología de las IES que favorezca una estructura flexible, colaborativa, dinámica y contextualizada, además de la adopción de prácticas de rendición de cuentas y de buen gobierno, así como instancias que promuevan y velen por el cumplimiento de los más altos estándares de calidad, la suprema inspección y vigilancia y la normativa que rige el sector.
10) Sostenibilidad financiera del sistema: Esta deberá partir de la concurrencia y la corresponsabilidad del Estado, la sociedad y el sector productivo, teniendo en cuenta una asignación presupuestal basada en el desempeño y en criterios técnicos. El modelo deberá definir metas, costos, fuentes de financiación y asignación equitativa de recursos al sistema, acorde con la complejidad de todas las instituciones y sus apuestas de futuro. (CESU, 2014b)
Como el lector mismo habrá podido constatar, esta reseña panorámica de la visión, los principios y los acuerdos nos señala el deber ser del futuro de la universidad colombiana para los próximos 20 años. Utopía que en resumidas cuentas comprende el afianzamiento del sistema de educación superior como un todo, tras la búsqueda de mejorar las condiciones de acceso a la universidad, junto con la consolidación de la calidad, la autonomía, la sostenibilidad financiera, la regionalización, la internacionalización y el bienestar, para contribuir en la construcción de un país en paz, con equidad y justicia para todos.
De esta manera, la carta de navegación ha quedado dibujada en sus grandes horizontes; viene ahora la tarea de convertirla en planes estratégicos a corto, mediano y largo plazo, de transformar sus idearios en políticas públicas, y, bajo la autonomía responsable de cada universidad estatal o privada, inspirarse en sus derroteros para concretarlos en realizaciones promisorias y audaces. Si esto no se logra, seguirá siendo cierto aquello de que la universidad colombiana es una en el papel y otra en la realidad.
LA UNIVERSIDAD LASALLISTA
Tornemos de nuevo a casa. Uno de los idearios lasallistas heredados de la tradición educativa de La Salle lo es la conversación académica sobre la realidad y el entorno, consistente en el estar atentos a los signos de los tiempos y de los lugares para responder a ellos; con otras palabras, podríamos decir que se trata del análisis de coyuntura, del estudio de la sociedad y sus problemáticas para situar en ellas las instituciones educativas y sus intervenciones. Guardadas las debidas proporciones de tiempo y época, era lo que el Fundador (Juan Bautista de La Salle) y los primeros Hermanos expresaron con el hecho de estar “impresionados por la situación de abandono de los hijos de los artesanos y de los pobres” de la Francia del siglo XVII.
De lo anterior se infiere que la idea lasallista de universidad nace como un reto del pensar frente a las peculiaridades de nuestra historia y de nuestros problemas, previa inculturación dentro de la secular institución universitaria que tiene una identidad propia, con modos de realización diversos según las épocas y los lugares. Se trata, entonces, de una mirada desde los idearios lasallistas a esa herencia de siglos que recreamos en nuestro aquí y ahora colombiano, como construcción colectiva de una cierta identidad que nos aglutina y nos fraterniza no solo por los problemas comunes sino por las posibilidades culturales e históricas.2 Desde esa conceptualización propia la universidad lasallista procura adaptarse creativamente a las nuevas condiciones y escenarios.
Entonces: Universidad lasallista, ¿qué dices de ti misma? Para el caso de la Universidad de La Salle de Bogotá, próxima a la celebración de su cincuentenario, la respuesta a este interrogante nos lleva a hacer énfasis en los siguientes cinco aspectos.
La universidad como bien público y como servicio público
Recordemos que en Colombia el carácter de la educación como servicio público cultural quedó establecido en la Constitución Política de 1991, el cual puede ser prestado por parte del Estado y de los particulares. El binomio bien público y servicio público aplicado a la educación comprende dos categorías no antagónicas sino complementarias. La Asociación Colombiana de Universidades (Ascún) los tipifica de una manera clara y precisa.
La universidad entendida como bien público se constituye en
un patrimonio nacional que debe salvaguardar la identidad nacional, ya que produce bienes públicos como el conocimiento y bienes privados como la competencia profesional, y por esto debe ser defensora del bien común y del bien público […] como bien público genera beneficios comunes y los multiplica […] y por esto debe ser protegida por el Estado y por la misma sociedad civil. (Ascún, 2010, p. 35)
En consecuencia, al llegar al cincuentenario, podríamos reflexionar la universidad lasallista como parte del sistema universitario colombiano que es a su vez patrimonio nacional y bien público, en tanto inserto en una cultura y una sociedad que ha contribuido a forjar, transformar y mejorar. Universidad lasallista que se inscribe en una tradición educativa, con sus logros y avatares, y que aporta a la formación de la identidad nacional desde 1890, año en el cual llegaron los primeros lasallistas al país. Por tanto, existe un acumulado de saberes, de prácticas, de instituciones y realizaciones a estudiar, investigar y teorizar; también, un patrimonio arquitectónico y un patrimonio inmaterial con su historia y sus tradiciones culturales propias. Esa variada herencia es a su vez memoria y garantía, base sólida e inspiración permanente en el propósito de recrear la idea de universidad lasallista.
La universidad comprendida como servicio público
debe asumirse en su función de ‘servir’ a la sociedad a la cual se debe, trascendiendo la connotación meramente comercial como producto. Es esta educación la que crea la infraestructura y produce las externalidades sobre las cuales es posible construir la sociedad en todos sus aspectos, especialmente en lo relacionado con los factores económicos y productivos. Desde esta óptica, se insiste entonces en crear conciencia sobre la corresponsabilidad que tienen todos los actores sociales para el desarrollo, mantenimiento y perfeccionamiento de dicho servicio. (Ascún, 2010, p. 36)
Aquí la noción de servicio público connota el responder a cubrir una necesidad social (salud, movilidad, seguridad, agua, energía, etc.). Para el caso que nos ocupa, la educación. De lo anterior se desprende el compromiso de la universidad lasallista con la educación de una nueva generación de colombianos. Necesidad apremiante, máxime cuando en el día a día la universidad colombiana presencia absorta a buen número de sus egresados implicados en deshonrosas situaciones (corrupción, violencia, malversación de fondos, despilfarro, ineficiencia) que desdicen de la educación superior que recibieron. Al constatar que algo falló en sus procesos educativos, no se amilana, sino que, por el contrario, redobla sus esfuerzos para corregir el rumbo y seguir formando a las nuevas generaciones por renovados derroteros. En ellos, en virtud de su talante de lasallista, privilegia la educación del ethos espiritual y religioso de la nación, con convencimiento profundo por lo católico, pero abierto a las distintas religiones sin fanatismos ni fundamentalismos.
LA UNIVERSIDAD EN EL CONTINUUM EDUCATIVO LASALLISTA
Los lasallistas colombianos hacen presencia en los distintos niveles educativos formando a grupos de niños, jóvenes y adultos. La historia muestra que sus escuelas, colegios y universidades no son ajenas al aislamiento y la desarticulación característicos del sistema educativo colombiano. He ahí pues una oportunidad de cara al futuro inmediato. El asunto se podría traducir en preguntas de la siguiente manera: ¿Cómo articular nuestra labor con los niveles previos al universitario? ¿Qué protagonismo y liderazgo le corresponde a la universidad lasallista en esta tarea? ¿De qué manera se podría hacer realidad la función sistémica de la universidad siendo factor de integración de las diferentes instituciones comprometidas con la misión educativa lasallista? ¿Cómo tener un campus universitario abierto a la tercera edad, una universidad donde las nuevas generaciones se enriquezcan con la sabiduría acumulada por los adultos mayores? ¿Cómo tienen que ser la escuela, el colegio y la universidad lasallistas en red?
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