Sarie reprendió a su hermano basculando la cabeza, añadiendo un “no, hombre no, más arriba”.
-Ahhhh, a ver... “Siempre serás mía, siempre seré tuyo”. Muy romántico. Y las iniciales son “S” é... “I”. Qué cu…ri…o…so, mira que casu... Ejem...
“Vaya... ejem... está todo lleno de anotaciones, ¿no?” -señaló un atascado Ist rascándose por detrás de la oreja-. “Ejem... sí; todo lleno... ejem.... ¿Nos llevas ante Teip, Eti?” -replicó una Sarie atacada y atascada por las prisas-. Eti asistía al coro de “ejems” más logrado de toda su vida. Podría bailarlo, tenía ritmo. Sólo faltaba el trailará de acompañamiento.
-Tenemos que usar el “ascensor”, está en un “ático”. Son cuatro “plantas”.
Se introdujeron en su interior. A los tres se les ocurrió lo mismo: era tan pequeño... Cuatro esquinas y cuatro inquilinos. Eti tenía frente -cómo no- a Gie, que permutó inmediatamente con cierta mal disimulada inelegancia su puesto con Ist. Sarie volvió a reprenderle. Tenía que ser más cordial. Eti estaba siendo muy correcta y amistosa con ellos. No dejaba de ser cierto. Siendo así, lo menos que podía hacer era evitar esas groserías. Por el “monstruo” ningún problema, parecía resbalarle cualquier comentario descolocado. Para ella, que seguro habían de hacerse buenos amigos al final. Simplemente había que darle tiempo al tiempo. “Y un ñec”, pensó. Aún le dolía el pinchazo.
-Por favor, cariño, pulsa el cuatro.
“Sí, naturalmente” -respondió Ist bastante más amable-. Qué arcaico le parecía todo aquello. Había que pulsar un botón para arrancar aquella máquina elevadora. Pensó en el teletransportador y se dijo “bueno, igual no está tan mal, no parecen utilizar la putidesintegración cuántica”. Pero Sarie seguía exportando dudas. La cuestión que cocía en su cerebro era que Eti les había estado esperando. Sabían, ella y Teip, que iban a llegar en el momento exacto, obviamente. O por lo menos, ello se deducía a las claras. Puso la directa y se lo preguntó.
-No.
Vale: no. Entonces tenían necesariamente algún mecanismo para avisarles. Por supuesto que sí. Sabían dónde, pero no quién ni cuándo. Solución: habían instalado un sensor de presencia que controlaba ese punto concreto. Estaban advertidos por Coi de esta posibilidad, pero no sabían quién o quiénes podían llegar. Ese misterio no se lo había desvelado. Mucha prudencia se intuía en esa forma de operar –reflexionó la riana-. Eti aclaró. El elemento modificador de la realidad de aquel presente, es decir: las presencias que en el afloraban, se encontraba siempre supeditado a los acontecimientos del futuro y por lo tanto...
-Este es un “pasado” de visitas impredecibles, que por sí mismas introducen cambios en la línea temporal inevitables. Hasta ahora ínfimos, por lo que sabemos, pero cambios a fin de cuentas. Aunque en algunos casos se producen verdaderas mutaciones según me han contado. El futuro se comporta como un presente paradójicamente maleable, también por lo que ocurra aquí. Es decir, el que regresa desde aquí hacia el futuro -y puede hacerlo teóricamente hasta el infinito- introduce nuevos elementos de diferenciación también “allí”. Tantas veces que se visite, tantos nuevos modelos potenciales de modificabilidad en ambas direcciones. Pero también, por alguna razón, con cada regreso, el cerebro, o nuestro destino, queda liberado de la automática repetición de una concreta secuencia de actos. Esto ha sido corroborado por Coi y Dart.
¿Coi y Dart, eh? Vaya, vaya… Callaron fingiendo no dar más importancia a lo escuchado. Por el momento no había tanta confianza.
-Nos contaban, a Teip y a mí, que cuando llegaban a su presente desde aquí, en cada ocasión se encontraban que habían asumido de la forma más natural que habían realizado cosas parecidas en todo caso, pero nunca idénticas. En ocasiones tomaban incluso un giro bastante diferente. Lo sabían por los registros del implante, que le relataba sus vivencias anteriores. Ya sabéis lo mágicos que son esos sofisticados artilugios. Siembran en el cerebro incrustando ideas, emociones y sensaciones. Sí, la alteración configuraba una nueva realidad que se asumía sin más y sin incongruencias, como un reloj. Sin los implantes hubiera sido imposible saber que eso era así. Curiosa propiedad del tiempo, afecta a la materia orgánica pero no altera la inorgánica. Mientras en el primer caso lo deriva, en el segundo, simplemente lo replica, pero manteniendo su consistencia funcional. No sé si me estoy explicando bien. Quizá os esté dando el “tostón”.
Nada de eso se adivinaba en sus miradas. Pero –cuestionó Sarie-, ¿cómo controlaban las “llegadas”?
-Vivimos aquí. Ya habéis comprobado que la distancia que hay entre ambos puntos es relativamente corta, pero evidentemente tampoco estamos al lado. El “problema” está resuelto. Usamos marcadores de plasma de baja energía. Muy difíciles de detectar, y muy sencillos de controlar.
Una vez comprobado la presencia por alteración del flujo t-molecular de la posición de llegada, recibían una señal que les indicaba que tenían visita. Los había encontrado rápidamente, ¿no? Las preguntas de la preguntona, al menos eran educadamente contestadas.
Sarie se había desmelenado por entonces de su desconfianza con Eti. Eso ayudaba también a vencer la persistente resistencia de los otros dos a dejar atrás el recelo hacia un modelo EER-2 b3, que a fin de cuentas estaba siendo muy colaborador. El ascensor se detuvo, habían llegado. Eti extrajo de alguna parte de su vestimenta un trozo de algo que brillaba y lo introdujo en una estrecha ranura de lo que parecía la entrada al habitáculo. Una vez franqueado el marco de la puerta a Gie se le antojó aquello demasiado extraño y se quedó escrutando el fondo del pasillo sin avanzar.
-Ah, esto es una llave, ya veo que todo es realmente extraño para vosotros. Es normal, es vuestro primer día. A mí me pasó lo mismo. Yo andaba totalmente desconcertada, hasta que Teip... Teip es un encanto. Fue conocerlo, y... encontrarme a gusto con todo... Es una persona maravillosa. Ahora lo conoceréis. Eso que veis es sólo el corredor que conduce al resto de las habitaciones ¿Eres siempre tan desconfiado “monada”?
Eti se había percatado de la reticencia de su inquieto visitante para avanzar por aquel lugar tan estrecho. Él era riano, y quería dejárselo bien patente.
-¿Cuál es tu grado?
Gie se sorprendió. “¿Qué le importará al bicho qué diantres soy?” -formuló en un pensamiento de tacañería informativa-. Al final, hay que ser educado: Iser, era iser. Ah... el equivalente... Lo más parecido allí a un médico. Pues no le cuadraba con un médico. Era grande y extrafuerte. Y bastante irreflexivo. Bueno, no se lo podía soltar así, pero su mirada...
-Ya sé, ya sé; me ves como para Infantería, ¿no? Todo el mundo siempre piensa lo mismo. Es por mi constitución física. Lo entiendo.
“Los iser tienen una muy buena formación militar” –corroboró Ist-. Explicose: se trataba de una especialidad médica muy singular; podríase decir que eran “los médicos de las guerras”. No, no tenían nada que envidiar en absoluto la preparación física de un infante -concluyó-. De hecho no eran más que una variante. Gie hubiera preferido que hubiese comentado sobre la otra vertiente que curaba a heridos, pero era lo que había.
-Seguro que a pesar de tu juventud ya habrás participado en algún conflicto, ¿verdad? Para vosotros la Academia es algo especial: aprendéis rodándoos. Solía ser así.
-Mi hermano participó en los combates de t3-55.
¡Caramba! Uffffff... Sí que picaba alto el hombre ¡Ni más ni menos que t3-55! Aquel sector había alterado terriblemente el cuadrante 59-tl2. Hasta la pacificación. No dejaba de ser un conflicto doméstico, pero al fin y al cabo suponía involucrar a una buena porción de la galaxia MV-15 y eso sí que habían sido palabras mayores. Con todo, con lo que localmente le había tocado, era mucho, mucho, mucho.
Читать дальше