-Vaya, sí, sí que eres guapa. Guapísima. No sé... Te contemplo... Y... Me haces recordar... Recordar... Qué tontería. Pero, ¿qué me ibas a preguntar antes, cariño?
“No tenía importancia”. Sarie ahora sí que fingía y con mucha intencionalidad se ocupaba de la parte estética. Probablemene lo último que había escuchado le había dejado bastante pensativa. Por lo tanto, mejor antes crear un clima de complicidad que le granjeara su confianza, y luego ya se vería. Por lo demás, que no se preocupase nada de nada. No, insistía: podía preguntar lo que quisiera. “De verdad que era una tontería, pero…”. En realidad ya estaba abriendo de nuevo la puerta que había dejado entreabierta.
-Mi hermanita quiere saber, seguro, qué modelo eres. A ella le encanta saber de estas cosas ¿A que acierto Sarie? ¿Verdad que sí Sarie? Ah, y por cierto: a mí también me pica la curiosidad.
¿Era eso? Anda… Pues por supuesto que no tenía nada que ocultar. Por su parte ningún inconveniente. Y se rió, con ganas. Era un EER-2... Gie podía ahora respirar aliviado ¡¡¡Otro puto EER-2!!! Una monada, que en cualquier momento iba a enloquecer y querer “protocolarizarlos”. Palideció como un trozo de vasre disecado bajo los dos soles de Iññi. Y encima lo había soltado casi con regocijo ¡Calma! Cómo no iba a percatarse del susto que les había endosado “sin querer…”. Sabía bien el motivo. Calma pues, porque en realidad, era un EER-2…, b3. Un modelo muy distinto el de los EER-2 b3. Sólo guardaba el parecido estético, ¿de acuerdo? ¿Le gustaba ahora algo más al desconfiado riano? ¿Por qué se centraba en él –se preguntaba Gie-, si les gustaba, a todos? En cualquier caso, ahora sí que respiraban con alivio. Pero no faltó el tremendo bufido del aludido. Captado. Con su alegre mirada de colores le correspondía la “a secas”. Y con un estremecedor “lástima la mala fama que tenemos esta versión por aquel caso en que una de nosotras durante una travesía se dedicó a devorar a los tripulantes ¿Cómo se puede hacer algo así a cositas como tú, guapetón?”. De mal en peor. Rayos, rayos cósmicos elevados a la enésima potencia del colmo de los rayos ¿Cómo se salía de allí? ¿Sería el “coche” un sistema de autoservicio alimenticio de los putomorphoides?
Qué monada: no le soltaba ahora que se trataba de una... ¿Broma?
-Una broma, caramba, sólo eso ¿Y ese sentido del humor?
Graciosilla. En fin, visto el nada sospechoso silencio unánime que había provocado, se entregó inmediatamente a la urgencia de paliar el comentario, haciéndoles observación que se trataba de una leyenda que jamás había podido ser demostrada. Al parecer, además de graciosa, indocumentada. La incertidumbre se apoderó de todos en sus apuestas mentales. Gie cerró los ojos y empezó a imaginarse que dulcemente le reventaba el cráneo a patadas.
-Ya llegamos. Qué cerca, ¿verdad? Apenas a unos minutos.
¿”Minutos”? ¿Qué medida era esa? Eti percibió en sus caras el desconocimiento de aquella magnitud. Para resolver esas carencias estaba ella. Un minuto equivalía a unos 60 estados, y allí un estado era prácticamente un segundo. “Pues a mi me ha parecido una eternidad de segundos” -concluía Gie-. Otra sonrisa dulcísima de Eti le hizo cerrar la boca. Para Gie -lo juraría sobre la Base de Registros de Nave si hiciese falta- que había mostrado los incisivos de forma especialmente aterradora.
Eti giró a la derecha el volante y el vehículo descendió por una rampa. Tras avanzar unos metros, finalmente aparcó frente a una pared. Eti los invitó a abandonar el vehículo. Aceptaron encantados. Ist, por fin, se animó a interpelar, hasta con cierta naturalidad, a la “sonrisas”. Con la idea de marcar una nueva equis en su lista de dudas nacientes hacía su consulta ¿Qué material era aquel omnipresente que parecía recubrirlo todo? La respuesta no se hizo esperar: un conglomerado mineral, vulgarmente llamado piedra; ese concretamente estaba mezclado con… Bueno, tenía como nombre “hormigón” y era de gran consistencia. Ist ya podía marcar su equis. “¿Y esto qué es, Eti?” -remarcó Gie con gran curiosidad- Era sobre algo que le llamamaba poderosamente la atención. Un “minuto” más, y ya la trataría de coleguita ¿Qué estaba mirando fijamente Gie? Un clásico. Alguien había dibujado sobre la pared la representación gráfica más universal del amor: un corazón cruzado por una flecha. “Seguramente cosa de adolescentes. Sí cosa de críos” –aclaraba Eti-. Imposible de pasar desapercibido. El maestro de aquella obra le daba gusto a la publicidad de su amor. Además algo había escrito. “Toma, Gie…” -ofreció la “sonrisas”- ¿Deseaba entender lo que decía? Funcionaba de maravilla, le iba a gustar.
-Os lo tenía preparado para más tarde. Es un traductor mental inmediato, regalo del vuestro tiempo, para vosotros. En un par de... “segundos”, podrás entender los dos idiomas que aquí se hablan.
Eti entregó al riano un micro audífono, tan diminuto que había que tener mucho cuidado al recogerlo, pues difícilmente lo encontraría en aquel negro y polvoriento suelo si se le cayese. Comentario: que no se preocupara si notaba un leve pinchazo.
-¡¡Ayyy, coño!! ¡Duele!
Los tres novatos seguían hablando su jerga extranjera, pero Eti estaba configurada para entenderlos. Lógicamente -y por lo visto, justo a partir de ese mismo instante- la primera necesidad era la de poder comunicarse con todo el mundo.
-Jajajá, bueno a veces duele, sobre todo si no se coloca de la forma adecuada. Siento no habértelo comentado antes. En realidad el aparatito extiende muy superficialmente unos sensores de inervación que se infiltran bajo la piel y sondean las ondas cerebrales de las zonas de comprensión del pensamiento hablado y escrito, y lo traducen. Toma Ist, uno para ti y otro para tu chica.
Ist se reveló como un curtido profesional de lo que para él no suponía ninguna novedad. Ya lo conocía. De hecho lo había empleado en más de una ocasión en alguna misión en la que tenía que relacionarse con colonos de las zonas periféricas. En realidad el implante que portaban lo supliría perfectamente, pero por protocolo de seguridad fuera de Nave, y en servicio no militar, sólo era accesible mediante petición. Había cosas que no se entendían, pero era así. Era como si se tratase de evitar la comunicación entre otros pueblos. En cualquier caso, donde ahora se encontraban poca petición podría realizar, pero les vendría bien, sobre todo porque la base de datos que había de tener cargada era difícil que la tuvieran implementada sus implantes. Se aproximó a Sarie.
-Para que no te duela tienes que ponértelo así.
Tras colocárselo con tanta profesionalidad como delicadeza, soltó un turbado: ”y Sarie –ejem- no es mi chica”. Pero a Ist naturalmente le hubiera encantado que sí lo fuera; y mordisquearle el lobulito tan chiquirritín en aquella orejita tan chiquirritina…, tan mona... tan... Qué “buena” estaba Sarie ¿”Buena”? Primera aproximación de Ist a su nuevo contexto lingüístico. Curiosa, pero también, por alguna razón, a su juicio, ciertamente afortunada expresión. La ocurrencia parecía venirle claramente dictada, pero, extrañamente no sólo parecía haber sido inventada exclusivamente por la voz extra de su mente, sino que de algún modo también daba la impresión de haber participado su propio criterio. Qué rara sensación. Eti se disculpó.
-Pensé... Es que me pareció...
“Pues, ejem... no” -resolvió apuradamente Sarie-. Entretanto, Gie se encontraba enfrascado en descifrar aquellos galimatías que por arte de magia comenzaban a aclararse en su mente.
-Aquí dice...”eres una zorra, te voy a matar por puta y Gabi es mi chico para siempre”.
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