La experiencia con matrimonios que acuden a la consulta de terapia de pareja demuestra que muchas veces no viven bien la sexualidad. Se habla mucho de sexo, y los jóvenes creen que no les queda nada por aprender; pero a menudo los hombres no saben cómo tratar a las mujeres. Llegados a un cierto punto, ellas no llegan a disfrutar del acto sexual y empiezan a poner pegas. “Mi marido me ataca. Eso es todo”, me decía una mujer joven.
Cuando uno tiene dudas de asumir una unión definitiva —lo que es muy legítimo y humano—, debe esperar y ponderar la situación. Pero esa espera no le otorga el derecho a vivir con la otra persona como si estuvieran casados. Entre cristianos, el consentimiento ante el altar concede un carácter definitivo al matrimonio y confirma ante Dios y ante la sociedad que la persona elegida va a ser la única en recibir ese amor exclusivo. Entre no cristianos, también debe defenderse esa exclusividad, pues la unión matrimonial es una institución natural, que nace con el hombre. El matrimonio es un regalo; como un regalo recibido nunca se devuelve, así tampoco se devuelve a la persona con la que uno se ha comprometido.
Es, como todo regalo, irrevocable.
3
La luna de miel
«El matrimonio debería ser como la antesala del cielo».
(Kierkegaard)
En el pasado, la luna de miel tenía un significado diferente al actual. Era en la noche de bodas cuando tenía lugar el primer encuentro sexual de la mujer con su amado. Suponía el fin de la virginidad, para casarse con el amor de su vida y tener hijos con él. Aún está vigente en muchos países la mentalidad que relaciona la virginidad de la mujer con su honestidad. A esto se asociaba una idea de la luna de miel como gozo y felicidad garantizada.
Hoy, en general, no se da tanta importancia a la virginidad física, porque el amor exige que el pasado no cuente. Aunque, si existe esa virginidad, se considera como un tesoro. Cuando se habla de luna de miel, hoy se piensa más bien en el viaje de novios que suele seguir a la fiesta de la boda, cuando por fin la pareja puede retirarse y comenzar su vida sin espectadores.
Es recomendable no esperar demasiado de la noche de bodas. Después de la celebración, los nervios y el cansancio, este encuentro no siempre se vive como lo que se había soñado durante tanto tiempo. No hay que desanimarse. En las primeras relaciones íntimas puede haber dificultades, pequeñas molestias, miedo de no hacerlo bien. No es un acto donde él tenga que demostrar su virilidad. Se necesita un poco de paciencia, delicadeza, comprensión. Y, sobre todo, buen humor.
Una chica llevaba viviendo ya cuatro años con su pareja cuando finalmente decidieron casarse y experimentar lo que experimentan los jóvenes cuando se casan bien, incluyendo la luna de miel. Luego me contó, decepcionada, que su luna de miel no había sido romántica. ¿Qué esperaba? No se trata solo de ver castillos y paisajes bonitos. Ya lo habían experimentado todo, y la vida sexual ya era rutina.
Para los no experimentados, la luna de miel es un tiempo maravilloso. Por fin poder viajar solos, tener tiempo para disfrutar juntos día y noche, y soñar con un futuro compartido.
A veces hay pequeñas discordias ya en la noche de bodas. Ella está rendida y se cae de cansancio después del trajín de la fiesta, que para la novia es más agotador, por su vestimenta pomposa y el protagonismo que ha tenido todo el tiempo. Él, sin embargo, todavía está con ganas de salir a bailar. Gana ella, que se echa en la cama sin esperar más de la fiesta. Él tiene preparada una sorpresa, una joya preciosa que ella casi ni mira, pues no puede con su alma.
¿Empezamos mal, en la mismísima noche de bodas?
No hay que desanimarse. Todo tiene arreglo, con comprensión y una pizca de humor.
4
Imprevistos
«La convivencia, como casi todo, es algo que hay que aprender».
(J. J. Javaloyes)
Desde la perspectiva de un hombre:
«En esta primera fase de la convivencia aprendemos qué significa compartir un cuarto de baño entre dos. Aprendemos con qué agilidad y seguridad consigue una mujer arreglarse, sin equivocarse ni una sola vez al echarse encima los más potingues más inverosímiles. A nosotros nos basta —no siempre, que la cosmética hoy va siendo patrimonio común— con nuestra espuma de afeitar y nuestra loción. Ocupan un espacio mínimo en las baldas, comparado con el escaparate de potingues de ella. En el reparto de armarios, estanterías y cajones, el que más necesita tiene derecho a más...
Y es ella quien necesita muuucho sitio para bolsos, zapatos, ropa de diario, vestimenta normal, para las gangas, para los vestidos que se pone para el trabajo, para la ropa menos formal, pero elegante, para la ropa sport, y para los vestidos que simplemente le sientan bien. A estos descubrimientos iniciales siguen diariamente muchas pequeñas aventuras».
No estamos solos. Desde el momento en que nos despertamos hasta el último minuto consciente de la noche convivimos con la pareja a la que amamos, pero que en todos los sitios, en el pasillo, en la cocina, en el baño y en la cama exige su propio espacio. ¿En qué lado de la cama quieres dormir tú? ¿Roncas? No, antes nunca, pero ahora te enteras de que sí. ¿Duermes con la luz encendida? ¿Necesitas una manta también en el verano? Ya veremos cómo arreglamos esto porque yo tengo calor hasta en el invierno. ¿Y la comida? Con sal, sin sal, como la prepara mi madre...
¿Para qué seguir con esta enumeración? Son nimiedades de la convivencia diaria, que hay que incorporar en esta primera fase del camino en común y llevarlas con humor.
5
Primeros problemas
«El amor pasa por el estómago».
De novios, ambos se miraban a los ojos y, cogidos de la mano, daban largos paseos... Salían de casa de sus padres bien arreglados, y regresaban luego sin tener que preocuparse de las faenas de la casa.
Ahora, sin embargo, uno se da cuenta de que a su pareja “le sudan las manos” (R. Sancho). ¿Qué quiere decir eso?
No son fáciles los primeros años. Al tratarse de gente joven, son épocas que coinciden con los inicios de la vida profesional, que exige mucho esfuerzo y horas extras de trabajo para conseguir reconocimiento y posición. Incluso hoy en día no es infrecuente que un miembro de la familia se vea obligado a aceptar un empleo en otra ciudad, o incluso en el extranjero. Hay poca o ninguna ayuda en casa. Hay que pagar hipotecas, el nuevo coche, la casa, los muebles.
Decía una mujer sabia, con tres hijos, que si quieres tener contento a tu marido, hazle una buena comida. El amor pasa por el estómago.
A mí, que venía de Alemania, me cogió mi suegra y me enseñó durante un mes todos los secretos de la cocina valenciana. Estaba convencida de que los matrimonios “mixtos” fracasan porque la mujer no sabe hacer las comidas a las que está acostumbrado el marido. Pero mi caso era aun peor, pues yo no sabía ni cómo hacer bien la compra. Comencé con la carnicería. Me puse en la fila detrás de otras señoras para ver lo que pedían, y luego pedía lo mismo: cuatro chuletas de cerdo, aunque solo necesitaba dos. Por suerte, hoy en día está todo globalizado, también en los mercados, y se encuentra todo empaquetado y etiquetado.
Cuando llega el primer hijo aumentan las preocupaciones económicas y el cansancio, sobre todo para la mujer, que se ve sobrecargada. Mal humor y falta de alegría en casa, sobre todo en los primeros días tras regresar de la clínica. Ella no logra descansar suficientemente durante la noche, hay que atender al bebé, o ninguno de los dos ha dormido, y luego durante el día no cesan las bien intencionadas visitas, a las que hay que atender con café, pastelitos y buena cara.
Cuando todo se normaliza y ambos se incorporan al trabajo, siguen los problemas. Antes de casarse habían quedado en compartir las tareas de la casa a partes iguales. Como ella trabaja en un servicio de Urgencias en un hospital comarcal, muchas veces sale del trabajo después de 24 horas de guardia; está deshecha y no se siente con fuerza para cumplir con sus encargos. No vendrá mal un poco de flexibilidad... Por ejemplo: el día que ella salga de una guardia, él “podría estirarse un poco”, y recoger los platos después de cenar, colocarlos en el lavavajillas y preparar la mesa para el desayuno del día siguiente. Así, ella puede acostarse pronto y descansar.
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