1 ...7 8 9 11 12 13 ...24 Insistimos aquí en que, al igual que la globalización, el neoliberalismo debe ser entendido como un proceso, concretamente como un grupo de procesos interconectados que se producen en contextos y escalas espaciales y temporales diferentes (Peck y Tickell, 2002: 383). Si bien se trata de procesos gobernados por características comunes, resulta errado conceptualizar el neoliberalismo como un conjunto de principios y reglas que implican una relación unidireccional entre principios, programas y prácticas diseminadas de una manera homogénea a lo largo del planeta. Mientras la retórica neoliberal deriva parcialmente su poder de la imagen de un Estado ausente y de su idealizada contraparte, una entidad independiente, liberalizada y competitiva, el contenido de las estrategias reformistas neoliberales y su puesta en práctica en contextos diferentes y a diferentes escalas tienen cierto parecido. Sin embargo, el contexto local a nivel institucional, económico y social determina el estilo, la sustancia, orígenes y resultados de las políticas reformistas. De ahí la coexistencia de los imperativos neoliberales con una variedad de formas de Estados –populistas, autoritarios, desarrollistas o socialdemócratas–. Estas observaciones nos llevan a la conclusión de que tiene más sentido hablar de neoliberalización en lugar de neoliberalismo en abstracto. Este último se refiere a un fenómeno fijo y homogéneo, mientras el primero a un proceso espacial y temporal (Castree, 2008: 137). Sin embargo, como se señaló anteriormente, esto no significa la imposibilidad de generalizar ciertas abstracciones de contextos diferentes.
Así, las políticas neoliberales que cobraron fuerza en la década de los noventa en América Latina no fueron simples implantes de un programa neoliberal totalmente consistente y articulado. Ellas representaron incursiones políticas en la arena de una reforma orientada al mercado en el contexto de un conjunto de condiciones de entorno que, en retrospectiva, fueron propicias para reacciones de estilo de mercado, pero que de ninguna manera proveyeron una hoja de ruta inequívoca para los nuevos empoderados reformadores. Estas condiciones de entorno incluyeron el agotamiento del keynesianismo y las políticas de sustitución de importaciones, la reglobalización de las finanzas, las presiones sociales en los Estados desarrollistas, las crisis petroleras, entre otras (Peck, 2004: 401).
En resumen, a pesar de la diversidad escalar y geográfica, escasa atención han recibido las diferentes variantes de neoliberalismo, la naturaleza híbrida de sus políticas y programas o los múltiples y contradictorios aspectos de los espacios, técnicas y temas neoliberales (Larner, 2003). Una parte de la literatura crítica sobre la neoliberalización de la naturaleza ha adoptado más bien una posición uniforme que asume un proyecto singular hegemónico, sin considerar la complejidad de los contextos, su diversidad y contingencias específicas. Existe una tendencia en los estudios a tratar los términos neoliberal y neoliberalización para referirse y juzgar fenómenos y situaciones que no son necesariamente similares o comparables. En realidad, los análisis y críticas al neoliberalismo deben partir de dos realidades difícilmente cuestionables: la primera, que el neoliberalismo existente comprende varias y diferentes, pero interconectadas, neoliberalizaciones (en plural) organizadas en una variedad de escalas sectoriales, temporales y espaciales; y segundo, que el neoliberalismo no implica convergencia, una suerte de destino teleológico, la etapa más alta y final del desarrollo capitalista, una suerte de fin de la historia. A pesar de su incipiente universalismo, las políticas neoliberales tomaran formas localizadas y seguirán asociadas a consecuencias de profunda desigualdad aun si ellas responden a narrativas reformistas transnacionales, comunidades de expertos y prácticas[3].
Los límites de la mercantilización
D. Harvey (2016) sostiene que «el objetivo de toda teoría social es la creación de marcos de comprensión, un aparato conceptual elaborado, que permita entender las relaciones más importantes que operan en la intrincada dinámica de la transformación social». Desde hace ya varios años, un considerable esfuerzo intelectual ha sido desplegado con el fin de estructurar un marco conceptual y analítico que permita dar respuesta a las preguntas sobre las razones para la neoliberalización de la naturaleza, los mecanismos de su realización y los efectos de este proceso sobre las sociedades y la naturaleza misma. La literatura sobre estos temas es abundante y continúa creciendo exponencialmente. Aunque los estudios y análisis abordan estos temas bajo diversas perspectivas, en distintos contextos y a diferentes escalas, algunos conceptos teóricos subyacen en todos ellos como herramientas indispensables para descifrar la complejidad de los fenómenos.
Tres ideas centrales están presentes, con distintos niveles de intensidad, en el cuerpo de investigación sobre la neoliberalización de la naturaleza. La primera sitúa el neoliberalismo como una manifestación específica del proceso de acumulación del capital. El capitalismo, como un proceso en constante crecimiento requiere cada vez más de espacios de realización, es decir, de oportunidades de generación de riqueza. La naturaleza, bajo todas sus formas, es uno de los últimos reductos (sino el último) para asegurar la continuidad del proceso de acumulación. La segunda idea, derivada de la anterior, tiene que ver con la lógica de mercantilización de la naturaleza que conduce a categorizar sus bienes y servicios como objetos de transacción en el mercado, subordinando de esta manera, la naturaleza a las leyes de la oferta y la demanda y dando lugar a la aparición de seudomercancías o mercancías ficticias. Por último, y esta es la tercera idea, este proceso de mercantilización de la naturaleza, conjuntamente con una dinámica incontrolable de crecimiento económico, afecta negativamente a una de las condiciones de producción (el entorno natural) dando lugar a una contradicción que, en principio, tiende a manifestarse en crisis de subproducción debido a los recursos que deben ser destinados para reparar y mantener las condiciones de producción.
Tenemos entonces los tres pivotes alrededor de los cuales emerge todo un andamiaje teórico para la comprensión y análisis de las relaciones entre sociedad y mundo biofísico: el concepto de acumulación y toda la teoría marxista que lo soporta, la tesis de la gran transformación de Polanyi y su concepto central de las mercancías ficticias, y el argumento de O’Connor sobre la segunda contradicción del capitalismo y las crisis de subproducción. Las conexiones intelectuales entre estas corrientes de pensamiento y sus proponentes son ampliamente reconocidas y han dado lugar a un desarrollo teórico de enfoques y conceptos utilizados en un amplio repertorio de trabajos teóricos y empíricos focalizados en encontrar respuestas a las preguntas antes formuladas.
La naturaleza: una mercancía ficticia
Una de las contribuciones remarcables del pensamiento de K. Polanyi (2001 [1944]) consiste en recordarnos que el mercado, como el principio básico de organización de las sociedades, tuvo su origen histórico en la transición del feudalismo al capitalismo. Su creación requirió la transformación de la naturaleza en la tierra, la vida en trabajo y el patrimonio en capital. Esto fue para Polanyi La gran transformación, la conversión de los medios de producción (no únicamente sus productos) en mercancías para ser manejadas a través del mercado.
Todo el sistema económico conocido por nosotros hasta el final del feudalismo en Europa occidental estuvo organizado ya sea en principios de reciprocidad o de redistribución o de la vida doméstica. Estos principios fueron institucionalizados con ayuda de una organización social bajo patrones de simetría, centricidad y autarquía… Los mercados no desempeñaban una parte importante en el sistema económico.
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