La segunda contradicción del capitalismo
A partir de los argumentos de Polanyi sobre las mercancías ficticias, el doble movimiento y la paradójica necesidad de regulación de los mercados autorregulados, O’Connor propone un contexto analítico para el estudio de las crisis ambientales (2001). Según este autor, las mercancías ficticias son la expresión de las condiciones de producción, es decir, los requerimientos de la producción capitalista que los capitalistas no pueden producir como mercancías. Uno de los aportes importantes de este autor ha sido la apertura de un nuevo enfoque al creciente debate sobre los límites naturales. Mediante el desarrollo del concepto marxista de contradicción, O’Connor pone en un contexto específico de patrones de desarrollo del capitalismo el problema de la crisis ecológica, agotamiento y escasez de los recursos, y propone un nuevo marco conceptual bajo el argumento de que la crisis es la manifestación de una «segunda contradicción del capitalismo»; una nueva contradicción bajo la cual la acumulación del capital crea nuevas barreras para su futuro desarrollo.
La línea de argumentación es como sigue. En el curso de su funcionamiento normal, el capitalismo genera barreras para su propio desarrollo y estas barreras se manifiestan como crisis que tienen el potencial de socavar o fortalecer el capitalismo como un todo, dependiendo de las circunstancias, de la acción política y de eventos contingentes. Según la teoría marxista tradicional sobre las crisis económicas del capitalismo, estas son originadas por la contradicción latente entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción. Se trata de crisis internas al sistema que se manifiestan a través de una tendencia hacia la sobreproducción y, por lo tanto, a una crisis de realización y son las que catalizan la existencia de una clase trabajadora organizada como factor clave del cambio social. En cambio, la segunda contradicción del capitalismo es motivada por la búsqueda de ganancia del capital que, en su preocupación de disminuir los costos, degrada o falla en mantener las condiciones sociales y materiales de su propia producción. Pero estas condiciones son comunes a la producción capitalista como un todo, de tal manera que el capital, en general, confronta costos más elevados debido a la necesidad de reparar el daño ocasionado por la visión de corto plazo del capital individual a las condiciones compartidas de producción. Este proceso sería el origen de una crisis de subproducción.
Esta segunda contradicción es el resultado de las tensiones entre el funcionamiento del sistema capitalista y nuevas categorías a las que O’Connor denomina condiciones de producción. Según este autor, Marx define tres clases de condiciones de producción. En primer término, las condiciones generales de producción, categoría en la que O’Connor incluye los medios de comunicación, el capital social, la seguridad pública, la planificación, el espacio urbano y la infraestructura en general. La segunda condición de producción está dada por la fuerza de trabajo, entendida no como una mercancía, sino como las condiciones personales para la realización de un trabajo útil, la integridad física, mental y el bienestar de la fuerza laboral. Por último, la tercera condición se refiere a las condiciones físicas externas o el entorno natural afectado por la aparición de «barreras naturales» artificialmente inducidas como es el caso de la pérdida de fertilidad de los suelos debido al exceso de pesticidas, la erosión debida a la deforestación, la desaparición de la capa de ozono por el uso de ciertos aerosoles o el calentamiento global ocasionado por la acumulación de gases de efecto invernadero. La característica común de estas tres categorías consiste en que ninguna de ellas es producida como una mercancía de acuerdo a la ley del valor de las fuerzas del mercado, sin embargo, ellas son tratadas por el capital como si fuesen mercancías; es decir, se trata de mercancías ficticias.
Sostiene O’Connor que la crisis ecológica motivada por esta segunda contradicción marca un punto de inflexión en el desarrollo del capitalismo, dando lugar al surgimiento de nuevas barreras y nuevas formas de crisis sistémicas que se manifiestan en una nueva contradicción a la acumulación de capital[5]. Las tensiones originadas por esta segunda contradicción son parcialmente internas y parcialmente externas al sistema capitalista; se presentan no como una tendencia a la sobreproducción (primera contradicción), sino como una tendencia a la subproducción y a una crisis de escasez de capital debido a la necesidad de destinar una fracción creciente del capital a mitigar la degradación ambiental y la escasez de recursos[6]. En este contexto, la teoría de la segunda contradicción es un intento para explicar la producción de escasez o, mejor dicho, la escasez específica capitalista. Ella expresa, por un lado, las relaciones contradictorias entre las fuerzas productivas capitalistas y las relaciones producción y, por otro, entre las fuerzas productivas y las condiciones de producción. La expresión combinada de fuerzas productivas y relaciones de producción es simplemente el proceso de acumulación del capital, de tal manera que la segunda contradicción es, en definitiva, una contradicción entre la acumulación de capital y las condiciones de producción (Spence, 2000).
Sin desconocer el aporte pionero de O’Connor, M. Spence (2000) argumenta correctamente que la tesis de la segunda contradicción del capitalismo es un «intento fascinante pero inexacto de construcción de una teoría sobre categorías marxistas para la comprensión de la crisis ecológica de nuestro tiempo» (p. 107) y, añaden Martínez Alier y Roca Jusmet, «se trata de una idea fértil pero muy discutible» (2013: 41). Señala Spence que el concepto de condiciones de producción, la base de la tesis de O’Connor, es válido si se usa con precisión en lo referente al entorno natural; pero, por un lado, carece del legado marxista que O’Connor le atribuye y, por otro, no es pertinente para el análisis de las dos condiciones restantes: las condiciones generales de producción (espacio urbano e infraestructura) y la fuerza de trabajo[7]. Teniendo en cuenta la influencia importante de las tesis de O’Connor en la ecología política y disciplinas afines, conviene detenerse brevemente en este tópico.
En primer lugar, la hipótesis acerca de que la infraestructura urbana e industrial no es producida como una mercancía, como sostiene O’Connor, es incorrecta. Por el contrario, la infraestructura de transporte, los servicios energéticos, la electricidad, las redes de telecomunicaciones son bienes y servicios muy a menudo producidos como mercancías. Indudablemente que existen serios problemas en la provisión de estas facilidades y servicios, pero el problema fundamental es la falta de inversión, sobre todo en investigación y desarrollo de soluciones alternativas. Por ejemplo, el limitado impacto de las energías renovables no convencionales en los sistemas energéticos se debe a que el capital está enfocado únicamente a aquellas actividades que le representan una ganancia y los parámetros para el cálculo del beneficio son impuestos por las estructuras neoliberales del Estado y las finanzas globales. Esto explica la preeminencia de las energías fósiles sobre sistemas energéticos alternativos. Por lo tanto, no es necesario invocar la segunda contradicción del capitalismo para explicar estos problemas y crisis.
Segundo, el enfoque de O’Connor sobre la fuerza de trabajo aborda esta condición de producción no como una mercancía, sino en la manifestación fisiológica y social de los seres humanos. Bajo esta visión, la segunda contradicción impacta sobre la fuerza de trabajo vía la salud pública, el acceso a los servicios de salud, la seguridad laboral, la política de género, la división del trabajo y otros condicionamientos sociales y culturales. No se puede desconocer que estos son temas concretos e importantes cuestionados activamente y en ocasiones, violentamente. Sin embargo, «está fuera del sentido de proporciones afirmar que esta es una nueva contradicción del capitalismo, que su lógica impide o bloquea la reproducción de la fuerza de trabajo para convertirse en un problema sistémico para el capital» (Spence, 2000: 93). A nivel global, el capitalismo no crea escasez de fuerza de trabajo, sino lo contrario. El capitalismo puede utilizar el poderío del cambio tecnológico e inversión para inducir desempleo, creando una reserva de desempleo y pobreza a escalas alarmantes (Collins, 2013; Harvey, 2005). Uno de los resultados es el inmenso número de pobres, excluidos del mercado capitalista del trabajo y de la economía monetizada, cuya necesidad de supervivencia es un factor determinante para el deterioro del ambiente (destrucción del bosque tropical, deforestación, erosión del suelo, presión en el suministro de agua). «Este fenómeno es efectivamente una crisis, una crisis asociada a un mercado de trabajo global disfuncional, pero no se trata de una crisis en el sentido señalado por O’Connor» (Spence, 2000: 94).
Читать дальше