Nina Rose - El Castillo de Cristal II - Los siete fuertes
Здесь есть возможность читать онлайн «Nina Rose - El Castillo de Cristal II - Los siete fuertes» — ознакомительный отрывок электронной книги совершенно бесплатно, а после прочтения отрывка купить полную версию. В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: unrecognised, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:El Castillo de Cristal II - Los siete fuertes
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:3 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 60
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
El Castillo de Cristal II - Los siete fuertes: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El Castillo de Cristal II - Los siete fuertes»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
El Castillo de Cristal II - Los siete fuertes — читать онлайн ознакомительный отрывок
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El Castillo de Cristal II - Los siete fuertes», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
—No debemos perder tiempo —habló el General con fuerza—, Gwain, Yitinji, Rylee y yo entraremos. Ustedes montarán guardia, que uno se aliste para avisarnos en caso de peligro; hagan resonar el cuerno de advertencia —agregó indicando un pequeño cuerno en el cinto de uno de los soldados— hacia adentro de la cueva y el eco nos llevará el llamado. Manténganse alerta y escondidos; si no volvemos en una hora, deben bajar al pueblo y reagruparse lo más pronto posible.
Las instrucciones eran claras y los soldados asintieron, cada uno ubicándose a resguardo mientras el General, el golem, Gwain y una asustada Rylee se dirigían a la entrada derecha de las Cuevas. El mago fue el primero en atravesar la barrera mágica, seguido de cerca por Yitinji, sin demasiada dilación o duda. El hechizo no impedía la vista hacia adentro, por lo que Rylee pudo ver a Gwain hacerle un gesto para que avanzara y cruzara hacia él.
Estaba nerviosa. No porque no confiara en su lealtad hacia el ejército, sino porque dudaba si en realidad era fiel al viejo Rey. No estaba allí por intentar vengar su muerte, ni por querer recuperar el reino en su nombre, ni por desear poner a un heredero legítimo al trono; por las Diosas, ni siquiera había llegado al ejército de forma honrada como todos los demás. ¿Reconocería la barrera todos esos pequeños detalles? Porque si era así, seguramente la dejaría fuera.
—Ve, Rylee —la apuró el General al ver que la chica no se movía.
No podía perder más tiempo: era ahora o nunca. Rylee inhaló con fuerza y sin soltar el aire, cerró los ojos y avanzó.
Sintió un cosquilleo en el cuerpo y de pronto chocó contra algo firme. Su corazón se hundió: había fallado. La culparían de traición y tendría que irse en deshonra, muda, sin Ánuk...
—Suelta el aire, Rylee, te estás poniendo morada.
La voz un tanto divertida de Gwain la sacó de su miseria. Rylee exhaló con fuerza y abrió los ojos: lo que había creído era la barrera, no era más que el estómago de Yitinji, bastante duro por lo demás.
—Rylee ha pasado. Rylee es inocente —dijo el golem esbozando lo que parecía ser una sonrisa.
Lo había logrado.
Tras ella entró el General, visiblemente aliviado.
—Felicitaciones, Rylee. Has demostrado que eres leal no solo a nosotros sino también a nuestra causa y de ahora en adelante volverás a ser considerada una más de nuestros soldados. Serás absuelta de los cargos de robo y traición.
Rylee estaba feliz con la noticia. Lo había logrado; estaba sorprendida de su propio corazón y de la forma en que la barrera mágica la había juzgado. Tal vez, se dijo, la barrera estaba fallando… tal vez se había equivocado. Lealtad era una palabra potente para ser atribuida a ella y aunque no le deseaba mal a nadie en el ejército, difícilmente sentía que era “leal” a nadie más que a sí misma en estas circunstancias. Sin embargo, si la barrera estaba bien y la había dejado pasar, era porque dentro de ella, en un rinconcito inexplorado, tal vez sí había algo de nobleza.
Miró al General, a Gwain y a Yitinji, agradecida, pero también sorprendida de que aquellos desconocidos depositaran tanta confianza en ella. En poco más de un mes se había ganado la admiración de algunos soldados y la estima de los que ahora se hallaban en la cueva con ella, un mes que había sido tortuoso en muchos sentidos, pero que le había abierto los ojos a muchas cosas, incluyendo a su propia personalidad. Como ya se había dado cuenta antes, el ejército había sacado buenas cosas en ella, le había despertado un sentido del honor que no creyó que una ladrona como ella fuera capaz de desarrollar nunca, así como también le había permitido explorar sus propias capacidades, fuera de la habilidad de escalar muros y esconderse.
Tal vez, se dijo, no era tan mala soldado después de todo. Tal vez sí tenía un espacio allí, entre ellos, defendiendo a los inocentes, luchando por el reino…
La idea sonaba algo pomposa en su mente y hasta ahora apenas si se habían envuelto en batallas —no era que se quejaba de ello tampoco, debía admitir—pero, quizá, quedarse no era tan mala idea.
Tal vez allí tendría un futuro.
Si tan solo estuviera libre….
El General de pronto habló con voz clara.
—Debemos avanzar. Ya que estás dentro, vendrás con nosotros, Rylee. Mantén tu espada lista y los ojos y oídos abiertos a cualquier cosa. No sabemos que podemos hallar en estos túneles.
La joven no protestó. No creía ser digna de seguir avanzando en un lugar tan significativo como aquel, pero su sentido de la curiosidad ya había superado a su sentido común. Gwain utilizó su báculo para alumbrar el camino; Yitinji caminaba cerca, con una ligereza y un silencio tales que parecían impropios de una criatura tan grande como él. Rylee los seguía, aferrando fuertemente a Espina Roja, y el General cerraba la marcha, sin desenfundar su espada pero atento a cada sonido.
Al llegar a una bifurcación, Gwain hizo lo mismo que había hecho a la entrada de la cueva: levantó el báculo hacia el frente y cerró los ojos, esperando. Pronto anunció que la magia era más fuerte por el lado izquierdo y por allí avanzaron.
El mapa no tenía demasiadas indicaciones, al menos no del tipo que gente sin experiencia podía leer. Rylee recordaba las figuras y los símbolos, los números y las letras que conformaban el camino trazado; Gwain no era cartógrafo y tampoco era experto en ese tipo de lecturas, por lo que debía confiar más en la magia que en el papel. Era arriesgado; tal vez incluso era un método distractorio para despistar en caso de que alguien con malas intenciones lograra atravesar la barrera, pero no tenían demasiado espacio para la duda. Avanzaban a pura convicción y fe.
El General marcó el túnel con una tiza blanca para prevenir cualquier extravío en caso de perder el mapa y así siguieron adelante, túnel tras túnel, bifurcación tras bifurcación, acompañados solo por el eco de sus pasos y el sonido del mar cada vez más lejano.
Rylee se estaba impacientando y estaba un poco asustada también. Nadie sabía qué pestes vivían en aquellos oscuros recovecos, ni tampoco a qué distancia se hallaba el brazalete. Se imaginó bajando por un estrecho pozo oscuro, atravesando la tierra como decían las leyendas, sintiendo la furia del mar y los golpes de pisadas y galopes del mundo exterior sobre su cabeza... Sin embargo, de alguna forma sentía que no faltaba mucho, que ya llegarían…
—Estamos cerca —anunció Gwain.
Avanzaron solo unos metros más y pronto entraron a una oscura bóveda sin salida. El mago concentró su magia y aumentó la luz que emanaba el báculo, alumbrando el interior de la sala como una brillante luna. Todos miraron sorprendidos lo que tenían enfrente, con una mezcla de asombro e incredulidad.
En el centro del lugar se hallaban los restos de lo que alguna vez fue un ser humano, envuelto en ropas que claramente le habían pertenecido a un mago. Visibles en el cráneo se podían distinguir las marcas que lo reconocían como Especialista en todas las ramas de la Magia, aunque Rylee solo pudo leer unas cuantas. Su cuerpo estaba atravesado por dos viejas flechas y sus lánguidos brazos sostenían un cofre pequeño y raído encima del cual había una hoja de papel, sorprendentemente impoluta.
—Talamays —susurró Gwain al ver el cuerpo. Rylee dedujo que Talamays era el nombre del mago.
Gwain se acercó y tomó la carta, leyéndola en voz alta, las palabras reverberando en la bóveda:
Para quien logre llegar aquí, mis saludos y respetos. Lamentablemente no podré estar para recibirlo, pues las flechas están envenenadas y pronto me quitarán el último aliento.
En mi poder tengo la Segunda Pieza a petición de Su Majestad el Rey Jeremiah, quien me la encargó desde el día de mi nombramiento como Mago Real. En estas Cuevas la guardé y aquí regresé a protegerla cuando la tragedia se desató en el reino, rezando por llegar antes que el enemigo. Ellos me esperaban a las faldas del desfiladero y debí recurrir a toda mi magia para llegar aquí y sellar las cuevas antes de que me dieran alcance.
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «El Castillo de Cristal II - Los siete fuertes»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El Castillo de Cristal II - Los siete fuertes» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «El Castillo de Cristal II - Los siete fuertes» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.