Samuel Pérez Millos - Comentario al libro de Josué

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El Comentario al libro de Josué de Samuel Pérez Millos es el estudio bíblico más actual y amplio que existe en español.
Está organizado en esta estructura:
Contexto histórico al libro, que incluye datos de historia, antropología, arqueología, sociología, lingüística, usos y costumbres, geografía, filosofía de la religión y otras áreas de conocimiento que ayudan a enriquecer la comprensión del mundo bíblico.
Estudio y exposición exegética versículo a versículo o pasaje a pasaje o los términos claves más importantes del texto.
Aplicación pastoral/ministerial con ayudas y exhortaciones prácticas.
Incluye 23 excursos o apéndices, para ampliar sobre un tema relevante.
Incluye infografías, gráficas y tablas.

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En cuanto a los Targúmes Arameos, son producto de las consecuencias del exilio babilónico, a partir del cual, el pueblo hebreo cambió su expresión idiomática habitual del hebreo al arameo. Eso trajo como consecuencia la necesidad de trasladar al arameo los escritos en hebreo. Sin embargo, la traducción que se hacía no se limitaba siempre al mero traslado del texto, sino que en muchas ocasiones se convertía en una paráfrasis interpretativa, especialmente en los libros proféticos. En relación con el presente trabajo, es de interés el Targum de Jontatán Ben Uziel que contiene los profetas, desde Josué a Reyes, e Isaías a Malaquías; fue compuesto en el s. IV d.C.

Finalmente, en este apartado conviene señalar el trabajo admirable de la versión latina conocida como La Vulgata Latina o Vulgata de Jerónimo. El trabajo de esta versión es consecuencia de la creciente diversidad de variantes que aparecían en las versiones latinas de la Biblia. Esto llevó al papa Dámaso I a encargar a Jerónimo en el año 384 la revisión del texto latino antiguo de los evangelios. A la revisión de los evangelios siguió la de los restantes libros del Nuevo Testamento. Una vez hecho este trabajo, inició la difícil labor de revisión de los libros del Antiguo Testamento. Para realizar con precisión esta tarea se trasladó a Belén, donde, por medio de la Hexapla, abordó la tarea de la revisión textual latina. Más que una revisión ha sido una traducción del Antiguo Testamento al latín, a partir de los originales hebreos.

C. Metodología interpretativa para los libros históricos

Los libros históricos requieren, como cualquier otra parte de la Escritura, la aplicación de un método interpretativo que manifieste el alcance, significado y aplicación de sus relatos. Esencialmente, hay dos sistemas interpretativos con sus variantes: el alegórico y el literal. Dentro de ambos pueden establecerse otras subdivisiones, tales como la interpretación dogmática que acude al texto bíblico para justificar un pensamiento o forma de fe y la interpretación racionalista que somete toda la Escritura al juicio humano, que determina la validez o historicidad de sus declaraciones. Tanto los dogmáticos como los racionalistas —estos abiertamente y aquellos en modo sutil y oculto— entienden que lo sobrenatural no existe y que el texto bíblico está dado para sustentar el dogma de fe conforme a la necesidad de los creyentes o, en el caso de los racionalistas, que todos los hechos portentosos o milagrosos del relato pueden entenderse con el uso de la razón. La influencia de este modo de pensamiento se manifiesta claramente en el modo interpretativo de los milagros en los libros históricos y, por tanto, en el libro de Josué, según se considerará en su momento.

1. Método alegórico.

La alegoría es una ficción mediante la cual una cosa representa o simboliza otra distinta. La interpretación alegórica pretende encontrar verdades ocultas que subyacen en el relato bíblico y que el intérprete tiene que descubrir, ya que ese era el propósito del relato cuando fue escrito. Por tanto, los intérpretes, según el método alegórico, entienden que el relato bíblico es solo el vehículo utilizado para un segundo sentido más espiritual y profundo. Baste un ejemplo tomado de uno de los alegoristas judíos más conocidos, el alejandrino Filón (20 a.C.-54 d.C.) quien, al comentar el pasaje de Génesis 2:10-14, escribe esto sobre los ríos del Edén:

“Con estas palabras Moisés se propone bosquejar las virtudes particulares. Estas también son cuatro: prudencia, templanza, valor y justicia. Ahora bien, el río principal, del cual salen los cuatro es la virtud genérica, a la que ya hemos dado el nombre de bondad... La virtud genérica tiene su origen en el Edén, que es la sabiduría de Dios, y se regocija, exulta y triunfa deleitándose y sintiéndose honrada exclusivamente en su Padre, Dios. Y las cuatro virtudes particulares son ramas de la virtud genérica que, a semejanza de un río, riega todas las buenas acciones de cada uno con abundante caudal de beneficios”10.

Aparentemente este método parece como si se propusiera, en lugar de interpretar la Escritura, pervertir su significado con el pretendido deseo de encontrar verdades espirituales más profundas ocultas bajo la superficie del texto bíblico.

Sin duda los peligros del método alegórico son evidentes. Uno de ellos —tal vez el principal— es que no interpreta, sino que especula sobre la Escritura. El intérprete deja volar su fantasía en aras de un posible descubrimiento de verdades ocultas y significados espirituales, poniendo a un lado el valor real de las palabras y las razones que movieron al autor al escribir el texto. De este primer mal deriva un segundo no menos nocivo: el intérprete es la autoridad esencial frente al relato, dejando de serlo la propia Escritura, ya que esta queda al servicio del intérprete y no el intérprete al servicio de la Escritura. La influencia subjetiva del intérprete alegórico es notoria, apreciándose inmediatamente una enseñanza personal sobre sus convicciones teológicas y posiciones dogmáticas, que se valen de la Escritura como instrumento para sustentarlas y no al contrario. El lector de la Biblia dependerá íntegramente de que se la interpreten para poder entenderla y, con ello, quedará bajo la dirección y control del intérprete en lugar de estar sometido a la autoridad única de la Escritura. Ello conduce a una nueva dificultad, ya que el lector de la Biblia no puede estar seguro de entender e interpretar correctamente lo que lee si no recurre a una espiritualización del contenido textual, que queda a merced de la imaginación y especulación controlables solo por el intérprete.

La Biblia, como cualquier otro texto, recurre en ocasiones a figuras del lenguaje, entre las que están la alegoría y la parábola. Tales modos de escribir se descubren fácilmente con la simple lectura del texto. Sin embargo, el que existan estas figuras no es base para que deba entenderse toda la Escritura como una gran alegoría que ha de ser explicada y desentrañada para revelar el verdadero significado oculto en ella. En relación con la interpretación alegórica de los libros históricos, escribe Thomas Fountain:

“Un ejemplo de la forma en que emplean este método se ve en el trato que dan a la experiencia de Daniel en el foso de los leones. A Daniel se le considera como quien no estuvo literalmente en la fosa, sino que se encontraba ‘preso’ por las tentaciones y debilidades comunes a los hombres. Estas, las debilidades, son representadas en el relato como ‘leones’. Sin embargo, las tentaciones (leones) no dañaron a Daniel, porque tenía fe en Dios. Sus enemigos, en cambio, careciendo de esa fe, cayeron ante sus tentaciones. La lección que extraen del pasaje es que solo el hombre de fe en Dios puede vencer en la vida”11.

La aplicación del método alegórico ha hecho posible enseñar sobre textos o pasajes de estos libros dándoles un significado que nada tiene que ver con lo que el autor divino tenía el propósito de comunicar cuando el texto bíblico fue escrito.

2. Método literal

Llamado también gramático-histórico, es aquel que da a cada palabra el significado que tenía en su uso normal en el tiempo en que fue confeccionado el escrito. Se le llama gramático-histórico porque procura determinar el significado de las palabras tanto desde el punto de vista gramatical como histórico, es decir, el significado común que tenían en el momento en que fueron escritas.

El erudito Bernard Ramm, da una relación de las principales virtudes de este sistema:

“En defensa del enfoque literal se puede argüir: (a) Que el significado literal de las oraciones es la forma normal de todos los idiomas. (b) Que todos los significados secundarios de documentos, parábolas, tipos, alegorías y símbolos dependen para su propia existencia, del significado literal previo de los términos. (c) Que la mayor parte de la Biblia tiene sentido adecuado cuando se interpreta literalmente. (d) Que el enfoque literal no descarta ciegamente las figuras de dicción, símbolos, alegorías y tipos; sino que, si la naturaleza de la oración así lo requiere, fácilmente acepta el segundo sentido. (e) Que este método es el único obstáculo cuerdo y seguro para las imaginaciones del hombre. (f) Que este método es el único cónsono con la naturaleza de la inspiración. La inspiración plenaria de la Biblia enseña que el Espíritu Santo usó el lenguaje y las unidades del lenguaje (como significado, no como sonido) que son las palabras y los pensamientos. El pensamiento es el hilo que hilvana las palabras unas con otras. Por lo tanto, nuestra exégesis misma debe comenzar con un estudio de las palabras y la gramática, los dos fundamentos de todo discurso significativo”12.

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