Los errores que suelen darse en las copias de los manuscritos son generalmente cambios muy sencillos, tales como letras o números, anulación involuntaria de separación de palabras, o cuestiones similares. Por citar tan solo algunos ejemplos, existe el error de fusión, consistente en la unión de dos palabras separadas. Lo contrario, esto es, la separación de una palabra se conoce como fisión. En otras ocasiones aparece una haplografía, error que se produce cuando se escribe una sola vez lo que debiera ser más de una, bien sean letras, o incluso sílabas o palabras. El error de homofonía consiste en la sustitución de una palabra homónima por otra. Cuando se omite un pasaje en razón de que el copista pasó de un lugar a otro similar, se conoce como homoeoteleuton; en este caso el manuscrito pierde una serie de palabras que no fueron copiadas. El caso inverso es la ditografía es el error que se produce cuando se escribe dos veces un mismo pasaje. En otras ocasiones la alteración es una metátesis, consistente en variar el orden de las letras de una palabra, o incluso el orden de dos palabras. Siendo el hebreo un idioma con letras muy parecidas, no es difícil encontrar algún error debido a la incorrecta interpretación de letras similares, que incluso puede alcanzar también a confundir vocales con consonantes, especialmente en momentos en que la escritura hebrea comenzó a utilizar consonantes indicativas para la presencia de algunas vocales.
4.4. Crítica textual
La Crítica Textual ha establecido criterios de selección para las variantes de los manuscritos que aparecen. Entre las normas establecidas para ello figuran las siguientes:
a. Prioridad a la variante más antigua. Teniendo en cuenta que no siempre el manuscrito más antiguo es necesariamente el mejor. De ahí que solo deba aceptarse como mejor el más antiguo cuando sea tan fiable como otro más moderno y esté libre de dificultades textuales propias.
b. Prioridad a la variante más difícil. Es lógico pensar que un copista es más propenso a simplificar las palabras de un original que a lo inverso, es decir, a utilizar palabras más complicadas o menos claras para el lector. Cuando aparecen palabras raras o expresiones difíciles, es evidencia de que se debe a la fidelidad del copista en el traslado del original que tenía delante cuando produjo la copia. Lo más probable es que aquella palabra o expresión más compleja figurara en el modelo del que copiaba. Sin embargo, si esa variante carece de sentido o representa una contradicción con el propio texto, elimina la fiabilidad de la copia en cuestión.
c. Prioridad a la variante más corta. Dado que el copista es más propenso a alargar o comentar —introduciendo en el texto sus propias palabras aclaratorias— que a acortar eliminando alguna parte del material que tenía en el modelo del que copiaba.
d. Prioridad a la variante más explicativa. Es decir, se acepta aquella que mejor se ajusta o aclara las razones de todas las otras variantes.
e. Prioridad a la variante que cuente con el mayor apoyo geográfico. Esto es, aquella nueva copia que concuerde con el mayor número posible de manuscritos tomados de diversas ramas originarias.
f. Prioridad a la variante que se ajuste mejor al estilo del autor y su vocabulario. Es tan solo una aceptación de semejanza con los escritos del autor en cuestión.
g. Prioridad a la variante que no manifieste parcialidad doctrinal. Esto quiere decir que se acepta como mejor una copia que no revela pensamientos teológicos posteriores a los que había en el tiempo en que el escrito original fue producido.
4.5. Los manuscritos del Antiguo Testamento
En relación con los manuscritos del texto bíblico del Antiguo Testamento, pueden establecerse cuatro grupos: los precristianos, los de la era cristiana, las versiones del Antiguo Testamento y los targúmes arameos.
En los manuscritos precristianos cabe destacar los que resultan de los hallazgos de las cuevas de Qumram, en el mar Muerto. Todos estos documentos se identifican mediante un primer número que indica la cueva en que se encontró; luego sigue la letra Q, identificativo de Qumram; a continuación, las siglas identificativas del tema del documento, por ejemplo, Is correspondería al libro de Isaías; y finalmente una letra exponencial que identifica el número del mismo documento si se encontró repetido. Los textos precristianos pueden agruparse —en razón de manuscritos posteriores que se conservan— en un texto anterior al Masorético; la protoseptuaginta, de la que se tradujo la versión griega; y la protosamaritana que da origen a los manuscritos del texto samaritano. Es posible que los textos más fiables, esto es, que más se ajusten a los originales sean los protomasoréticos. Un manuscrito precristiano es el Papiro Nash, que contiene pasajes de Éxodo y Deuteronomio. Comparado con el texto masorético es prácticamente idéntico.
Los manuscritos de la era cristiana existen en un número elevadísimo. Sin embargo, gozan de prestigio y confiabilidad los siguientes: el Pentateuco Samaritano, cuyo descubrimiento ocurrió en el año 1616; en relación con el texto masorético se aprecian cerca de seis mil variantes, casi todas como diferencias de letras; el texto incluye también modificaciones sectarias que favorecen el pensamiento samaritano sobre el lugar de adoración. El Códice Oriental se encuentra depositado en el Museo Británico; contiene una copia parcial del Pentateuco, al que falta gran parte de Génesis y de Deuteronomio, y se estima que es una copia del año 850 d.C. El Códice Cairensis, con los profetas anteriores y los posteriores; se debe al copista Aarón ben Aser, que la hizo en el año 916 d.C.; el manuscrito fue conocido en el tiempo de las cruzadas, con la ocupación de Jerusalén. El Manuscrito de Leningrado que contiene los profetas posteriores y cuya datación se establece sobre el año 916 d.C.; la puntuación es babilónica y fue encontrado en Crimea. El Códice Leningrado (B-19A); es una copia íntegra del Antiguo Testamento, del texto masorético de Ben Aser; se estima que es del año 1000 d.C. y, según parece, es copia de otro manuscrito del año 980 d.C. que no se conserva; esté códice provee de base al texto hebreo más usual hoy y que manejan generalmente los eruditos hebreos.
4.6. Versiones del Antiguo Testamento
Las versiones más importantes del Antiguo Testamento son las griegas. Entre ellas, es de importancia capital: La Septuaginta, traducida en Alejandría entre los años 250-150 a.C. Esta versión se produjo por la conveniencia de dotar a los judíos que no hablaban el idioma griego de un texto a su necesidad, posiblemente revisado en tiempos de Tolomeo II. Fragmentos de Qumram 4 con diversos pasajes del Antiguo Testamento. Papiro de Rylands que contienen versículos del libro de Deuteronomio, del año 150 a.C. Papiros de Cherter Beatty, localizados en Egipto; contienen partes de Génesis, Números, Deuteronomio e Isaías. Papiro 911, procedente de Egipto; se considera del s. II d.C.; está escrito en caracteres unciales cursivos; contiene partes del Génesis. El manuscrito Griego Freer V conteniendo los profetas menores; se data de finales del s. III d.C.; escrito en caracteres egipcios; falta en él el libro de Oseas. Hexapla de Orígenes; debe datarse sobre el 250 d.C.; el trabajo se debe a las diferencias que Orígenes encontró con el texto griego de la LXX; para llegar a determinarlo con precisión estableció un texto paralelo en seis columnas que contenían: el texto hebreo original, el hebreo trasladado al griego, la traducción griega de Aquila, la traducción griega de Símaco, la versión LXX, y la traducción de Teodoción; de esta manera, depuró el texto incluyendo la traducción al griego de pasajes del hebreo que no habían sido traducidos; de la versión final griega se conserva una publicación en el Códice Sarraviano del s. IV. El Códice Vaticano, contiene gran parte del Antiguo Testamento y conserva un texto de la LXX anterior a Orígenes. El Códice Sinaítico, datado sobre el año 375-400 a.C., contiene incompleto, a falta de algunas porciones, el Antiguo Testamento. El Códice Alejandrino, que presenta una gran afinidad con la Hexapla.
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