Sin embargo, hay que reconocer que existen en el libro algunas partes que corresponden a sucesos posteriores a la muerte de Josué, que hace necesaria la presencia de un redactor que los incorporase. El texto registra su muerte y enterramiento (24:29-30) y hace referencia a un período de tiempo que siguió a este evento, en el que se señala un seguimiento fiel del pueblo de Israel, mencionando a los guías del pueblo que sucedieron a Josué (24:31). Se indica también la conquista de Quiriat-sefer a manos de Otoniel (15:16-17), cuyo acontecimiento figura como posterior a la muerte de Josué y se registra en el Libro de los Jueces (Jue.1:11-15). En esa misma línea algunos incluyen también el pasaje de la subida de los danitas hacia el norte del país por necesidades territoriales (19:47), con el relato de Jue. 18:27-29, aunque las evidencias para tales interrelaciones no son todo lo claras que sería necesario para una afirmación tan categórica.
Procede llegar a la conclusión de que el texto general del libro se debe al personaje cuyo nombre tomó, y el complementario, —sumamente breve en relación con el principal— fue compuesto por un personaje posterior, citando como posible —en opinión de algunos eruditos17— a Finees, hijo de Eleazar.
3. Oposición liberal a la paternidad literaria
Sin embargo, la paternidad literaria del libro es cuestionada por la Alta Crítica. Las posturas más radicales anti-Josué provienen —tal como ellos pretenden— de razones internas del propio libro, en que los argumentos anti-Josué llegan a desequilibrar los pro-Josué —siempre según los liberales— por lo que afirman que el título del libro no corresponde al autor, sino al héroe principal del mismo. Esta conclusión negativa plantea el consabido problema de autoría, abriendo la triple pregunta quién-cómo-cuándo”.
El triunfo de la hipótesis wellhauseniana entre los sectores liberales del protestantismo, aunque cuestionada por sectores más modernos de la escuela crítica y liberal, trajo consigo el que este libro —para algunos eruditos— deba ser incorporado dentro del esquema crítico-literario del Pentateuco. A partir de Wellhausen, comienza a utilizarse —como se indicó antes— el término y concepto de Hexateuco, en sustitución del Pentateuco, proponiendo la incorporación de Josué a los cinco de Moisés, para considerarlos como un todo, dejando de tratarse este escrito como un libro aparte. La principal razón que justifica —para los defensores de esta propuesta— el tratamiento conjunto de los seis primeros libros de la Escritura, se basa en la teoría documentaria (que veremos a continuación en la sección 4), que aparentemente sitúa el libro de Josué como tomado de las mismas fuentes del Pentateuco en sus cuatro documentos básicos: J E para la historia y D P para la teología y geografía.
M. Noth, dentro de la Historia de las Formas, establece una nueva hipótesis que está teniendo mayor aceptación en el contexto de la Alta Crítica. Su propuesta desliga a Josué del Pentateuco considerando que la fuente P no tiene que ver con este texto y sustituye las fuentes J y E por la D, uniéndolas definitivamente por D R a un material pre-D, proponiendo que se trate como una unidad histórica el conjunto de Deuteronomio-Josué-Jueces-Samuel-Reyes.
Esta teoría establece dos secciones básicas en el libro: la D, que comprende el relato histórico de la conquista, capítulos 1-12 y 22-24; y la pre-D que trata de la distribución territorial de las tribus, capítulos 13-21. Las dos secciones, inicialmente separadas, fueron unidas por un redactor deuteronomista que dejó en el texto de la redacción del libro su estilo característico. Las principales razones que sustentan la hipótesis son: a) el énfasis sobre la unidad del santuario (8:30-35); b) la introducción del héroe Josué y su relación con Moisés para formar un nexo de enlace con toda la perspectiva histórica desde Deuteronomio al Segundo Libro de Reyes; c) el estilo parenético y exhortativo del libro (1:1-18; 12:1-24; 21:43-22:6; 21:1-16)18.
Las teorías anti-Josué de la Alta Crítica, pretendiendo justificar la no autoría del libro, plantean inmediatamente la necesidad de encontrar un autor sustituto y, ya que el libro contiene datos referentes a la muerte de Josué y acontecimientos posteriores tales como los de enterramiento (24:29-32), se formularon propuestas de autores diversos, inclinándose inicialmente por Samuel. Pero más tarde, insatisfechos algunos críticos con este, propusieron como autor a un personaje anónimo anterior a David, que posiblemente hubiera sido testigo de la conquista y utilizara documentos contemporáneos para las narraciones del libro. El pensamiento liberal y sus propuestas se introducen también en el mundo evangélico conservador, encontrando referencias en algunos escritos evangélicos.19
Así aparece en el “Nuevo Diccionario Bíblico”:
“Los capítulos 1-11 forman un relato continuo, aunque el tratamiento se hace progresivamente sintético, y termina con una evaluación general de los logros de Josué (11:15-23). Cualquiera sea la forma en que el autor encontró este material, hizo de él una historia de la más elevada calidad dramática, tanto en el tratamiento del tema como en la técnica de la narración. No se trata simplemente de la adaptación de un trabajo preexistente; pero mucho se omite o generaliza para ligar el cuadro general, en su proporción adecuada, en un espacio limitado. Se llega a la culminación al final del cap.11, pero la historia no termina. El libro se relaciona con la obra de Josué y el cumplimiento de las promesas de Dios en el sentido de que Israel tomó posesión de la tierra ‘de la cual juró a sus padres que la daría a ellos’ (1:6; cf. 23:14; 24:13). Para el logro de ambos propósitos es necesario narrar el asentamiento y mostrar la vigorosa posición en que Josué dejó a la nación. En esta parte hay mucho uso de fuentes, algunas de las cuales vuelven a aparecer en otras partes (Núm. Jue. Cr.). El autor mantiene un firme control de su material, reelaborándolo profusamente en algunas partes (p.ej. el cap.20, y probablemente en la mayor parte de las listas de fronteras). La ‘despedida a la nación’ está registrada en el cap.23; pero desde el punto de vista profético la obra queda realmente coronada por el pacto de Siquem, aunque puede haberse producido mucho antes (24:28)”20.
Es evidente que el rechazo a la paternidad literaria de Josué se aprecia en el autor del artículo.
En razón a su incorporación al Pentateuco sigue su mismo tratamiento cronológico, poniendo a un lado las evidencias históricas que presenta el libro para distinta cronología. La “Historia de las Formas” propone que la sección de la conquista, capítulos 1 al 12, se unen hacia el año 900 a.C., completados con los capítulos 22 al 24 por D, con lo que las dos agrupaciones independientes —leyendas y episodios— y la introducción vinculante del héroe Josué que les sirve de nexo, forman por primera vez una unidad. A esta redacción se incorporan más tarde dos documentos: uno sobre la distribución de las tribus, probablemente del s. X a.C. y otro sobre la relación de ciudades que se convierten en provincias en el s. VII a.C. Un redactor deuteronomista fundió todo el material en el s. VII a.C., para lograr el texto definitivo, con un notable sabor nacional.
Las dos hipótesis antes citadas están siendo cuestionadas en el momento actual, ya que ambas reducen a una simple leyenda toda la historia del pueblo hebreo en la época de la conquista, haciendo aparecer a Josué como una figura puramente mitológica y legendaria. Especialmente interesantes son las frases del Profesor de la Universidad Gregoriana de Roma, Dr. Félix Asensio:
“La teoría de M. Noth abre a la exégesis de Josué horizontes nuevos a pesar de su visión radicalmente antihistórica. Para M. Noth, la sección de la conquista (1-12) es, en su origen, una serie de tradiciones etiológicas benjaminitas en torno a Gilgal y de episodios heroicos de color local que el tiempo hizo entrar en el ámbito nacional, cuando Gilgal se convirtió en tiempos de Saúl en el lugar santo central de todas las tribus, y Josué, perteneciente a la poderosa tribu efraimita, surgió como el héroe de la conquista. Tampoco aparecería Josué en la sección primitiva ‘tribus-geografía’ (13-21), ni esta formaba originalmente un todo. Eran dos documentos distintos y de cancillería: el primero con el sistema ideal de las fronteras de las tribus (anterior a la unidad nacional bajo David), y el segundo con la lista de los nombres geográficos correspondientes a los doce distritos de Judá (del reino de Josías). La historia de la conquista y distribución de la tierra se reduce así a una pura leyenda y hasta desaparece la persona de Josué. Se ha ido demasiado lejos: si el sistema de M. Noth ofrece en su enfoque literario hilos más o menos débiles dentro de una recia trama de aciertos, en su enfoque histórico está exigiendo un cambio de rumbo”21.
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