Samuel Pérez Millos - Comentario al libro de Josué

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Comentario al libro de Josué: краткое содержание, описание и аннотация

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El Comentario al libro de Josué de Samuel Pérez Millos es el estudio bíblico más actual y amplio que existe en español.
Está organizado en esta estructura:
Contexto histórico al libro, que incluye datos de historia, antropología, arqueología, sociología, lingüística, usos y costumbres, geografía, filosofía de la religión y otras áreas de conocimiento que ayudan a enriquecer la comprensión del mundo bíblico.
Estudio y exposición exegética versículo a versículo o pasaje a pasaje o los términos claves más importantes del texto.
Aplicación pastoral/ministerial con ayudas y exhortaciones prácticas.
Incluye 23 excursos o apéndices, para ampliar sobre un tema relevante.
Incluye infografías, gráficas y tablas.

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15. Entonces ella los hizo descender con una cuerda por la ventana; porque su casa estaba en el muro de la ciudad, y ella vivía en el muro.

16. Y les dijo: Marchaos al monte, para que los que fueron tras vosotros no os encuentren; y estad escondidos allí tres días, hasta que los que os siguen hayan vuelto, y después os iréis por vuestro camino.

El verdadero creyente actúa favoreciendo a sus hermanos en la fe. La realidad de la fe de Rahab se descubre por medio de obras hacia los hijos de Dios. Su casa estaba apoyada contra el muro de la ciudad, adosada a la pared (beqîr hahömâ) y alguna de sus ventanas se asomaba sobre el mismo. A través de ella se prepara y ejecuta la huida segura de los espías que habían estado escondidos en el terrado. Una cuerda los descolgaría desde la ventana hasta el suelo, al borde del muro, para facilitarles la huida al campo. Las puertas de la ciudad habían sido cerradas y, sin duda, estarían fuertemente vigiladas; la única ruta de salida era aquella ventana tan providencialmente colocada sobre el muro de la ciudad.

Juntamente con la huida está el consejo sabio para protegerles de quienes los estaban buscando. Pero ¿cuándo tuvo lugar ese diálogo entre ella y los espías? El texto anterior dice que ella los descolgó atados con una cuerda por la parte exterior de la muralla. ¿Hablarían antes de iniciar el descenso? ¿Ocurrió el diálogo cuando ellos llegaron al pie del muro? Lo más lógico es pensar que el diálogo final y la despedida tuvo lugar en el mismo momento en que iban a ser descolgados desde la ventana de aquella casa. En este sentido, el pasaje podría entenderse así: “Y cuando ella los iba a hacer descender con una cuerda por la ventana...”. Eran los últimos instantes para un breve y definitivo coloquio. Tanto ella como los espías querían dejar claro el compromiso a que habían llegado, recordando algunos términos y haciendo las últimas precisiones. El consejo para ellos tenía que ver con ocultarse en el monte. Sus perseguidores regresarían a la ciudad y al no encontrarlos, tal vez volvieran a la casa de Rahab para buscarlos en ella. Habían de emboscarse en las montañas. Quienes los buscaban seguían una ruta totalmente opuesta que les conducía hacia los vados del Jordán, los lugares más apropiados para cruzar el río por donde ellos esperarían que intentaran pasar los espías. La conversa Rahab estaba interesada en preservar la vida de aquellos que habían venido a ser sus hermanos en la fe, puesto que todos creían y confesaban al mismo Dios. La segura confianza de Rahab en el desenlace final del episodio es también evidente. El tiempo de emboscarse en el campo solo duraría tres días, para seguir después, sin problemas el camino de regreso al campamento de Israel. Aquella mujer sabía que la protección de Dios se iba a manifestar sobre quienes eran de Su pueblo. Entendía también claramente que no habría enemigos que pudieran hacer fracasar los planes de Dios en relación con Israel.

La verdadera fe se manifiesta en obras, tanto antes como ahora. La Escritura presenta la acción de Rahab como ejemplo de una fe viva y actuante: “Asimismo también Rahab, la ramera, ¿no fue justificada por obras, cuando recibió a los mensajeros y los envió por otro camino?” (Stg. 2:25). No pueden, pues, disociarse las obras de la fe. Aquellas son la expresión genuina de esta. Algunos piensan en la fe únicamente como el medio para recibir la salvación, olvidándose de las consecuencias reales y prácticas que ha de producir en la vida cotidiana del creyente. Este desconocimiento afecta seriamente al testimonio. La vida cristiana es un desarrollo espiritual continuo en la esfera de la fe. Con toda claridad lo enseña Pablo: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí (Gá. 2:20). La vida de fe y en la fe es la forma y razón para la vida del creyente. Esa vida de fe y en la fe se manifiesta en obras consecuentes con ella, especialmente evidentes en el amor por los hermanos. Cuando Juan trata de la realidad del nuevo nacimiento pone el amor por los hermanos como su máxima expresión (1Jn. 3:14). El Espíritu, en la esfera de la vida de fe, genera el amor divino en el corazón del creyente (Gá. 5:22), el cual impulsa al amor hacia el prójimo y de forma especial hacia aquellos que forman parte del mismo pueblo espiritual, los hermanos en Cristo. Este amor predispone para dar la propia vida por ellos, a la semejanza de lo que el Señor Jesús, el hermano mayor, hizo por cada uno (1Jn. 3:16). El que ha nacido de nuevo lo evidencia en obras de amor, por lo que su fe queda manifestada por obras que la revelan como genuina. La verdadera fe actúa por el amor (Gá. 5:6), que es su máxima expresión. El creyente, al impulso del amor, busca el bien de todos, pero mayormente el de los que son “de la familia de la fe” (Gá. 6:10). La mejor forma de determinar la realidad de la conversión es observar el comportamiento en relación con los hermanos. La medida de la espiritualidad de un cristiano se determina del mismo modo. El creyente carnal, que actúa bajo la influencia de la carne y no del Espíritu, crea problemas y divisiones en el seno de la congregación tal y como ocurría en el caso de la iglesia en Corinto, a los que Pablo llama carnales y niños en Cristo (1Co. 3:1-4); mientras que el creyente espiritual, el que “anda en el Espíritu” (Gá. 5.16), procura la ayuda positiva y restauradora de todos los hermanos (Gá. 6:1).

Las condiciones para Rahab (2:17-21)

17. Y ellos le dijeron: Nosotros quedaremos libres de este juramento con que nos has juramentado.

18. He aquí, cuando nosotros entremos en la tierra, tú atarás este cordón de grana a la ventana por la cual nos descolgaste; y reunirás en tu casa a tu padre y a tu madre, a tus hermanos y a toda la familia de tu padre.

19. Cualquiera que saliere fuera de las puertas de tu casa, su sangre será sobre su cabeza, y nosotros sin culpa. Mas cualquiera que se estuviere en casa contigo, su sangre será sobre nuestra cabeza, si mano le tocare.

20. Y si tú denunciares este nuestro asunto, nosotros quedaremos libres de este tu juramento con que nos has juramentado.

21. Ella respondió: Sea así como habéis dicho. Luego los despidió, y se fueron; y ella ató el cordón de grana en la ventana.

La respuesta de los espías colocada en este lugar, es considerada por algunos eruditos como una glosa bajo el influjo del v. 20. En tal caso, el redactor la habría puesto en un lugar anticipado. Pero realmente no es así. El texto expresa las condiciones por las que el pacto establecido bajo juramento habría de cumplirse. Las estipulaciones tenían que ver con una señal que habría de ser colocada visiblemente en la casa de Rahab, y con reservar en secreto el lugar de huida de los dos espías. La brevedad del relato denota la urgencia de la salida de aquellos dos hombres. Debían apresurarse para emboscarse antes de que los perseguidores regresaran, o los hombres de la ciudad que pudieran salir fuera de la muralla cuando la puerta se abriera los podrían encontrar en los lugares próximos. Por esta razón es preciso considerar los cinco versículos juntos.

La primera condición para hacer efectiva la promesa de vida, cuando entraran en la tierra, era haber colocado en la ventana por la que habían sido descolgados un “cordón de grana”, literalmente una cuerda de grana. La palabra utilizada es distinta que la que aparece para referirse a la cuerda con que fueron descolgados por el muro. Este era un cordón largo de grana que se hacía visible claramente desde el exterior de la casa. Sería todo un símbolo de protección sobre aquella vivienda para cuando se produjera el ataque contra la ciudad. Los que iban a tomar la ciudad reconocerían por aquella señal del cordón de grana atado a la ventana la casa de su bienhechora y, recordando el pacto hecho, evitarían que todas las personas que se encontraran en el interior de la vivienda perdieran la vida como el resto de la población. La casa donde estaba colocado el hilo de grana era lugar seguro frente al juicio que caería sobre todo el resto de la ciudad. No había salvación para ninguno de la familia de Rahab por el hecho de ser familia de ella. La seguridad se garantizaba para todos los que estuvieran en el interior de aquella casa. Esta se convertía realmente en un lugar seguro, como una fortaleza en el día de la angustia. Quien abandonara aquel lugar, aunque perteneciera a la familia de Rahab, sería muerto y los que ocasionaran la muerte de los tales no tendrían culpa alguna porque habían sido encontrados fuera del lugar seguro. El juramento de salvación se enfatiza con las palabras de aquellos dos hombres en el caso de que no se cumpliera lo prometido: “su sangre será sobre nuestra cabeza”, es decir, Dios los consideraría como homicidas voluntarios, que también debían morir según la ley. Es un modo de expresar otra vez lo dicho antes: “Que nosotros muramos en tu lugar si dejamos de cumplir nuestra promesa” (v. 14).

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