Dos aplicaciones se pueden obtener en estos tres textos. Primera-mente, se aprecia cómo el Señor conduce todas las cosas para el cumplimiento de Sus propósitos. No habrá nada que pueda impedir la realización de Sus planes. Él había determinado que aquella tierra fuera posesión de todo Su pueblo y no iba a permitir que antes de que su propósito se cumpliera, algunos de ellos perecieran sin ver el cumplimiento fiel de Sus promesas. La fidelidad del Señor estaba comprometida cuando dijo a Josué “...levántate y pasa este Jordán, tú y todo este pueblo, a la tierra que yo les doy a los hijos de Israel” (1:2), por tanto, ninguno podría dejar de pasar a tomar posesión de la tierra. Aquellos dos hombres estaban realizando una misión que tenía que ver con los planes de Dios y Él mismo los estaba defendiendo y guardando. La tarea de los dos espías era, humanamente hablando, peligrosa en extremo, pero sobre ella, controlándola, estaba el Dios Todopoderoso. El creyente podrá ser enviado al mundo con labores difíciles, y siempre debe recordar la advertencia del Señor en relación con la experiencia cotidiana de sus siervos: “Id; he aquí yo os envío como corderos en medio de lobos” (Lc. 10:3). La figura de los lobos se relaciona en algunas ocasiones, con la actividad diabólica enfrentándose al programa de Dios para Su pueblo (Hch. 20:29). Satanás actuará con todos sus medios para impedir el propósito de Dios, pero será derrotado mientras este no se cumpla. Con esta certeza el creyente se sentirá alentado en el cumplimiento de la misión que le sea encomendada. La persecución rodeará la vida de todo aquel que esté en la esfera del compromiso con el Señor (2Ti. 3:12); a mayor fidelidad, mayores probabilidades de persecución. Pablo expresa así sus propias vivencias: “... nos recomendamos en todo como ministros de Dios... en tribulaciones, … en angustias; en azotes, en cárceles, en tumultos” (2Co. 6:4,5). La realidad del peligro en el cumplimiento del ministerio era evidente: “... en peligros de ríos, peligros de ladrones, peligros de los de mi nación, peligros de los gentiles, peligros en la ciudad, peligros en el desierto, peligros en el mar, peligros entre falsos hermanos” (2Co. 11:26). Ahora bien, el creyente podrá sentirse solo en medio de los peligros, pero la presencia y cuidado personal del Señor será su porción cotidiana; incluso cuando todos le abandonen, Dios le prestará Su protección y le manifestará Su gracia. Hasta el cumplimiento pleno de la labor encomendada gozará de la protección del Señor, por lo que podrá decir siempre: “Pero el Señor estuvo a mi lado, y me dio fuerzas, para que por mí fuese cumplida la predicación... Así fui librado de la boca del león” (2Ti. 4:17). Tal vez Satanás envíe a los hombres —pues que también son instrumentos en sus manos— contra los creyentes, pero la fe llena de seguridad mientras dicen confiadamente: “El Señor es mi ayudador; no temeré lo que me pueda hacer el hombre” (He. 13:6). La muerte podrá ser una probabilidad en el servicio, pero el creyente sabe que la misma muerte está controlada por el poder de Dios, por lo tanto, aun en las circunstancias más difíciles y adveras puede decir con David: “Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo” (Sal. 23:4). En cualquier momento y experiencia del servicio es admirable poder cantar las palabras del himno:
Por fe, yo voy sintiendo mi flaqueza,
Mas en tu gracia apoyado estoy;
En tu poder está mi fortaleza,
Descanso en Ti y en tu nombre voy.
La segunda enseñanza tiene que ver con la manifestación de una fe genuina. Rahab era ya una creyente en el Dios de Israel. En los siguientes textos se apreciarán otras evidencias. En este la fe verdadera le lleva a actuar en favor de sus hermanos. La Escritura habla de la fe de Rahab relacionándola con el hecho de recibir y ocultar a los espías: “Por la fe Rahab la ramera no pereció juntamente con los desobedientes, habiendo recibido a los espías en paz” (He. 11:31). Santiago enseña que la fe genuina es también dinámica, es decir, que actúa, enseñando que la que no produce obras es una fe muerta (Stg.2:26). Entre las evidencias de una fe viva cita la actuación de Rahab: “Asimismo también Rahab la ramera, ¿no fue justificada por obras; cuando recibió a los mensajeros y los envió por otro camino?” (Stg.2: 25). Santiago menciona dos acciones concretas: primero “recibió a los mensajeros” (uJpoVdexamevn touV” ajggevlou”); luego “los envió por otro camino” (kaiV eJtevra/ oJdw``/ ejkbalou``sa). En el texto griego de la carta de Santiago, recibirlos implica mucho más que abrirles la puerta de la casa, significa darles la bienvenida, como si fueran huéspedes distinguidos. Igualmente, el enviarlos por otro camino para su seguridad, indicaba la reacción natural de una fe común, que los hermanaba en alguna medida. La evidencia de una verdadera fe tiene que ver con el trato hacia los hermanos. Juan el apóstol enseña que la realidad del nuevo nacimiento se aprecia en el trato hacia los hermanos: “Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, en que amamos a los hermanos. El que no ama a su hermano, permanece en muerte” (1Jn. 3:14). La fe permite al creyente no solo recibir la salvación por gracia, sino llegar a la experiencia de vida en vinculación con Cristo: “lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios” (Gá. 2:20). El único modo natural de vida cristiana es la vivencia de Cristo en el poder del Espíritu (Fil. 1:21). Juan habla de la realidad del amor de Cristo en su entrega personal (1Jn. 3:16), para aplicar la consecuencia que la verdadera fe en Él debe producir: “también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos”. La fe invisible se hace visible en la conducta y proceder de los creyentes. No es posible proclamar un mensaje de fe a un mundo incrédulo si no se hace realidad en la conducta cotidiana de quienes proclaman tal mensaje.
La fe de Rahab (2:8-11)
8. Antes que ellos se durmiesen, ella subió al terrado y les dijo:
La situación de peligro no impide a los espías disponerse a dormir. Eran sin duda hombres de temple, que no se atemorizaban fácilmente. Josué supo bien a quiénes escogía para la misión. Ellos se disponían a dormir cuando otros, en su lugar, estarían insomnes a causa del miedo. Aquellos hombres sabían en quién podían confiar. Dios les estaba comunicando su paz y, por otra parte, la evidencia de su protección en el incidente que acababan de vivir, les daba ánimos para disponerse al descanso. La obediencia fiel a la misión encomendada era, sin duda, un motivo para hacerles dormir confiadamente a pesar de los peligros de aquella situación.
Una nueva lección espiritual se desprende de la brevedad del texto. El creyente fiel, puede estar rodeado de dificultades y peligros, pero descansando en el Señor podrá entregarse al sueño reparador para continuar su misión hasta llevarla totalmente a cabo. Aun en las circunstancias más adversas, cuando la muerte es la única perspectiva inmediata desde la óptica humana, el cristiano puede descansar tranquilamente. Ejemplos notables en la Biblia ofrecen esta dimensión, incomprensible sin embargo para el mundo. Tal es el de Pedro quien, sentenciado a muerte y esperando la ejecución en la mañana del siguiente día, podía sentir una profunda tranquilidad que le permitía “aquella misma noche... dormir entre dos soldados sujeto con dos cadenas” (Hch. 12:6). Su sueño no era el superficial de un cansancio mezclado con inquietud y tensión, era el sueño profundo de quien descansa plenamente en el Señor, hasta el punto de tener que ser despertado por el ángel tocándole en el costado (Hch. 12:7). Disponerse a dormir frente al peligro indica también la tranquilidad del cumplimiento fiel de la misión encomendada. Una vida de obediencia a la Palabra es una vida que permite descansar confiadamente. Esa es la enseñanza de la Escritura: “Hijo mío... guarda la ley y el consejo... entonces andarás por tu camino confiadamente... Cuando te acuestes, no tendrás temor, sino que te acostarás, y tu sueño será grato... Porque Jehová será tu confianza, y él preservará tu pie de quedar preso” (Pr. 3:21, 23-26). La tranquilidad de espíritu y de conciencia permite un sueño confiado. La inquietud manifiesta falta de confianza o, tal vez, la acción de una conciencia que acusa de pecado e impide la experiencia de un descanso pleno en el Señor.
Читать дальше