Samuel Pérez Millos - Comentario al libro de Josué

Здесь есть возможность читать онлайн «Samuel Pérez Millos - Comentario al libro de Josué» — ознакомительный отрывок электронной книги совершенно бесплатно, а после прочтения отрывка купить полную версию. В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: unrecognised, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Comentario al libro de Josué: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Comentario al libro de Josué»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

El Comentario al libro de Josué de Samuel Pérez Millos es el estudio bíblico más actual y amplio que existe en español.
Está organizado en esta estructura:
Contexto histórico al libro, que incluye datos de historia, antropología, arqueología, sociología, lingüística, usos y costumbres, geografía, filosofía de la religión y otras áreas de conocimiento que ayudan a enriquecer la comprensión del mundo bíblico.
Estudio y exposición exegética versículo a versículo o pasaje a pasaje o los términos claves más importantes del texto.
Aplicación pastoral/ministerial con ayudas y exhortaciones prácticas.
Incluye 23 excursos o apéndices, para ampliar sobre un tema relevante.
Incluye infografías, gráficas y tablas.

Comentario al libro de Josué — читать онлайн ознакомительный отрывок

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Comentario al libro de Josué», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Otra actuación de Dios —más próxima a ellos— había ocurrido al otro lado del Jordán con la derrota total de los dos reyes amorreos Sehon y Og. No se trataba de reyezuelos de naciones pequeñas o insignificantes, sino de pueblos poderosos y afincados en sus territorios desde mucho tiempo atrás. Eran naciones respetadas en su entorno, como correspondía a estados consolidados y asentados. Sehon había conquistado un amplio territorio a los moabitas. Su reino era grande en extensión, ya que llegaba desde el río Jacob por el norte, hasta el Arnón en el sur; y desde el Jordán hasta el desierto; algunos opinan que su territorio alcanzaba hasta el mar de Cineret. Su capital fue Hesbón. Tenía como vasallos a cinco príncipes madianitas (Jos. 13:21). Cuando Israel llegó a su territorio, Moisés le envió una embajada solicitando permiso para atravesarlo (Nm. 21:21-22; Dt. 2:26-28). Tal solicitud fue denegada, produciéndose un conflicto con Israel que terminó en una total derrota de Sehon, muriendo en la batalla y ocupando los hebreos todo su territorio (Nm. 21:21-32).

El segundo, Og, no era menos importante. Alguna tradición los presenta como hermanos. Este pertenecía a la raza de gigantes refaítas (Nm. 21:33; Jos. 13:12). Relatos legendarios lo presentaban como descendiente del un ángel caído llamado Smahazai. Su cama era de hierro, de grandes proporciones (Dt. 3:11). Algunos MSS tienen basalto en vez de hierro. Su reino era poderoso, con sesenta ciudades fortificadas “con muros altos, con puertas y barras” (Dt. 3:5), así como otras muchas de menor importancia. Entre las ciudades fortificadas estaban las reales de Astarot y Edrei, en la que Og fue muerto por los israelitas.

Las acciones tan próximas a ellos los habían aterrorizado. Al otro lado del Jordán, donde antes estaban los reinos amorreos, se levantaban ya asentamientos nuevos que eran ocupados por los nuevos pobladores de la región, las dos tribus y media de Israel. No era alguna ciudad la que había caído en sus manos como consecuencia de una batalla aislada, había sido una guerra total que había destruido literalmente a todos los pueblos de dos naciones y que había hecho pasar de sus manos a las de Israel todos sus tesoros y rebaños además de su tierra. Ni los dioses de Egipto, ni los dioses amorreos habían podido librar a sus pueblos. El Dios de Israel era el Todopoderoso y así lo conocía Rahab.

La omnipotencia es una perfección divina que debe ser conocida por cada creyente hoy. El Dios de la Biblia es el Todopoderoso. El tiempo no deteriora ni afecta a Su poder. Es Dios porque puede hacer todo lo que quiera y nadie le puede limitar. Tal conocimiento se hace difícil en un mundo tan tecnificado y progresista como el llamado primer mundo, donde apenas hay algo que pueda causar asombro por mucho tiempo, y donde el poder humano está haciendo olvidar el poder de Dios. Conocer a Dios significa sentir que es el Omnipotente. Sin esa característica todos los propósitos salvíficos suyos quedarían en un mero proyecto y en un hermoso plan. Sin su poder, la gracia sería simplemente un sentimiento de condescendencia, cada promesa una hermosa expresión que reflejaría un buen deseo, y cada advertencia sobre sus juicios un mero trueno lejano que se pierde sin efecto alguno. Sin embargo, la Biblia afirma la omnipotencia de Dios: “Una vez habló Dios; dos veces he oído esto: Que de Dios es la fortaleza” (Sal. 62:11). La historia se encarga de exhibir las huellas de la intervención poderosa de Dios a lo largo de ella. De ahí que el profeta diga: “Todos los habitantes de la tierra son considerados como nada; y Él hace según su voluntad en el ejército del cielo, y en los habitantes de la tierra, y no hay quien detenga su mano, y le diga: ¿Qué haces?” (Dn. 4:35). La encarnación del Verbo eterno de Dios hace visible su omnipotencia actuando sobre todos los niveles de la creación: desde el mar embravecido hasta el leproso sin esperanza, desde la resurrección de muertos hasta la expulsión de los demonios; nada podía resistirse al mandato omnipotente de Jesús de Nazaret.

Es preciso conocer a Dios como el Creador del universo para admirar la grandeza de su fuerza y la gloria de su poder. Cada cristiano es también una manifestación de la omnipotencia de Dios. La obra de redención fue posible por esa condición divina. El Vencedor lo fue porque en la cruz derrotó a Satanás (Col. 2:15). Solo la omnipotencia hizo posible que el Eterno se hiciera un hombre del tiempo y del espacio, y que el que es vida en sí mismo pudiera dar Su vida en expiación por el pecado, para tomarla nuevamente en la gloria de su resurrección y hacer posible, por ella, la justificación de todo aquel que crea (Ro. 4:25). El poder transformador de Dios en el creyente es el elemento siguiente en la experiencia salvífica, que revela la omnipotencia de Dios. El corazón humano, desorientado y corrompido, es puesto a un lado para dotar al que nace de nuevo por gracia mediante la fe de un corazón nuevo, residencia de Dios en Espíritu, que hace posible la transformación del hombre reorientándolo de nuevo hacia Dios, cambiando su desobediencia en obediencia y su rebeldía en mansedumbre (Ez. 36:26-27). Es una transformación en la esencia misma del individuo que lo hace diferente a cuanto era antes; una transformación tal que solo es equiparable a un nuevo nacimiento. El cristiano no debe conocer la omnipotencia de Dios intelectualmente, sino experimentalmente. El poder de Dios actuando en él debería llevarle a poder decir: Dios me ha cambiado. Cada creyente debiera ser un mensaje vivo de la realidad del poder transformador de Dios por el cambio operado y visible de su propia vida. El mundo actual necesita más que mensajes teológicos sobre la omnipotencia de Dios, referencias perceptibles de esa realidad en un pueblo cristiano transformado por Su poder, que vive en una nueva dimensión y posición de libertad verdadera porque ha sido “librado de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo” (Col. 1:13). La experiencia liberadora de Dios debería convertir a cada cristiano en la expresión visible de esa realidad. El Señor se “dio a sí mismo por nuestros pecados para librarnos del presente siglo malo” (Gá. 1:4). Quien vive en esa libertad tiene, necesariamente, que mostrar una vida en la que los efectos del “presente siglo malo” hayan desaparecido definitivamente. Cada creyente está llamado a vivir una vida de poder, en identificación con el Resucitado. Conocer a Dios, no es tanto hablar de Dios, sino vivir conforme a Dios.

11. Oyendo esto, ha desmayado nuestro corazón; ni ha quedado más aliento en hombre alguno por causa de vosotros, porque Jehová vuestro Dios es Dios arriba en los cielos y abajo en la tierra.

Rahab, como mujer creyente, reconocía la soberanía de Dios. El Soberano había actuado sobre los reyes de la tierra, por tanto, estaba por encima de ellos. El desaliento había llenado de miedo el corazón de todos los moradores de Jericó y su comarca. El aliento, en el sentido de ánimo, había desaparecido de ellos. Tan solo el miedo y el desánimo llenaban cada persona.

Los adoradores de los dioses falsos, estaban acostumbrados a creer que el ídolo tenía una determinada área de influencia en la que era el mayor entre todos los otros dioses, de modo que sus adoradores estaban a salvo en esa zona controlada por él mientras podían correr peligro en otra donde el dios no podía ejercer su poder. Así pensaban los sirios para justificar su derrota: “Sus dioses son dioses de los montes, por eso nos han vencido” (1Re. 20.23). ¡Cuan pobres los dioses de los hombres! Rahab reconocía que el Dios de Israel estaba por encima de todas esas limitaciones ya que su autoridad alcanzaba tanto los cielos como la tierra. Es notable observar la identidad del pueblo con su Dios: el temor es “por vosotros”, pero la causa era por “Jehová vuestro Dios”. Solo una fe sincera y genuina podía llevar a una pagana a tal confesión. La soberanía de Dios es la expresión del ejercicio de su supremacía. Es soberano porque es el Altísimo. Es soberano porque es Señor en cielos y tierra. La más gloriosa de sus criaturas es como nada delante de sus ojos. Es soberano porque es infinitamente libre e independiente de cualquier circunstancia o situación. Nada puede influirle y nada puede hacerle cambiar en sus decisiones. Él dice: “Mi consejo permanecerá, y haré todo lo que quiero” (Is. 46:10). Rahab reconocía que Dios es el Soberano.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Comentario al libro de Josué»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Comentario al libro de Josué» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Comentario al libro de Josué»

Обсуждение, отзывы о книге «Comentario al libro de Josué» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x