—Tome el recibo.
Agradezco que haya aceptado el cobro la maquinita, y entro en la recepción con mi estómago gruñendo a mil. Miro la hora en el reloj que hay en la entrada del hall y al ver que son ya las cuatro menos veinte, entiendo que es tarde para salir a otro lado a pedir algo de comida.
Tendré que seguir con mi trabajo y cuando salga a las cinco y media ir a merendar algo contundente. Ya llevo treinta dólares de la tarjeta de comida gastados a lo tonto.
Mi primer día no está transcurriendo todo lo bien que yo hubiera esperado, por desgracia.
L as cinco y media de la tarde llegan enseguida y me pilla justo terminando de configurar el ordenador. Estoy tan enfadada y tan irritada con las primas italianas que he sido muy poco productiva. Entre que he tenido que llamar al departamento de informática para que me diera la clave de acceso, y lo que han tardado en atenderme, sólo me ha dado tiempo configurar mis propias claves y a ver la cola de mensajes en bandeja de entrada que tengo pendientes de lectura y todos con el asunto de “envío propuesta manuscrito”.
La verdad es que sí que hay trabajo. Y mucho. Sea verdad o no lo que Alyssa dijo con respecto a Meg Davis, la verdad del asunto ha sido que yo cuando entre en ese despacho, el nombre de esa mujer estaba puesto en la entrada. El hecho de que ahora haya desparecido esa placa de allí no quiere decir nada.
No estoy loca. Bueno, al menos no del todo.
Apago el ordenador y guardo las claves en un cajón bajo llave. Por si las moscas. Tengo la impresión de no ser muy bien recibida en la empresa muy a mi pesar.
—¿Interrumpo?
Alzo la vista hacia el sonido de la voz y mi corazón comienza a latir con fuerza al ver ante mí al todopoderoso Titán. Prefiero pensar en él así y no como Logan Ross si no quiero alucinar a colores por ser yo su ayudante personal. Y sí, oficialmente eso es lo que soy, según el contrato que tengo en mi poder.
Ayudante de Dirección.
—¿Necesita algo, señor?
Opto por comportarme de forma profesional.
—Vengo a traerle unos mensajes urgentes que necesitan contestación inmediata —dice dejándome un paquete de cartas encima de la mesa—. La mayoría son cartas de rechazo. Escanéalas y mañana pide un mensajero para que las envíen. Urgente, como siempre.
—¿Y las otras?
—Son confirmaciones para eventos a los que tenemos que acudir en la semana. Tienen que salir hoy.
¿Hoy?
Miro la hora y recuerdo que mi hora de salida es a las cinco y media de la tarde. Imagino que él está esperando que yo proteste por tenerme que quedar más tiempo en la empresa, pero no le doy ese gusto.
—Enseguida mando las confirmaciones, señor.
Echo un vistazo a las cartas y rápidamente me pongo a ordenarlas con un clip. Son siete cartas de confirmación, el resto del taco son los rechazos a los manuscritos. No puedo evitar sentir algo de lástima al pensar en los autores que esperan con ilusión respuesta a su obra y reciben una fría negativa.
—Espero que tenga ropa adecuada para el evento de mañana por la noche, señorita Harper. Usted nos acompañará al señor Payne y a mí al lugar.
—¿Qué?
Se caen las cartas de mi mano al suelo al repetir en mi mente lo que me dice. ¿Cómo que si tengo ropa para el evento? Recuerdo el comentario de Alan en la firma del contrato con respecto al talonario mágico que me darían una vez superado el periodo de prueba para comprar ropa para esa clase de actos y trago hondo.
No tengo ropa adecuada, para mi desgracia.
—¿No hablo correctamente? —pregunta él alzando una de sus perfectas cejas—. Quiero saber si tiene ropa adecuada para la presentación de libro que está programada para mañana.
Afirmo con la cabeza, más por vergüenza que por ser verdad.
—¿Es necesario que yo vaya? —quiero saber—. Quiero decir, aún no he superado el periodo de prueba, no sé si…
—¿Acaso cree usted que no será capaz de superarlo, señorita Harper?
—¡Por supuesto que no es eso!
—Bien, porque de lo contrario me decepcionaría y mucho— susurra rodeando el escritorio hasta ponerse a mi espalda.
Acomoda las manos en la silla donde estoy sentada, y acerca su boca y su aliento a mi oído para continuar hablando. Si antes he sentido que mi corazón latía muy deprisa, ahora noto que cabalga desbocado. ¡Está demasiado cerca! ¡Necesito más espacio personal entre él y yo! ¡Socorro!
—Ayer vi en usted mientras conducía su Mustang una pasión a la hora de actuar por impulso que llamó poderosamente mi atención —susurra. Lucho contra el impulso que tengo por reclinarme más hacia atrás hasta tocarle. Me contengo a duras penas—. Por eso decidí contratarla. Necesito una ayudante a mi lado con carácter y fuerza de voluntad.
—Yo…yo…
—Quiero que en todo momento actúes como desees y sigas todos tus impulsos. Tanto a la hora de revisar los manuscritos como a la hora de tratar conmigo. No quiero que te contengas, Roselyn.
Cierro los ojos. Está tan cerca que la tentación de tocarle se está convirtiendo casi en necesidad.
—Muéstreme esa pasión que tiene en su interior, señorita Harper —me pide con su cálido aliento ya en mi oído. Noto que me roza los pelillos de su barba en mi mejilla al inclinarse tanto hacia mí, que me eriza toda la piel.
¡Siento que se estremece todo mi cuerpo con sólo su roce y casi ni siquiera ha llegado a acariciarme del todo! Increíble.
—Mañana saldremos directamente desde la oficina hacia el evento. Puede traerse la ropa aquí y cambiarse en esta misma planta. Más allá de mi despacho, al final del pasillo hay un cuarto de baño y una habitación cerrada con llave. Normalmente sólo lo uso yo, pero puedo prestárselo si quiere. Así no tendrá que venir vestida de gala desde casa.
Quiero decirle que no es necesario que me otorgue esa clase de beneficios y la presencia de una nueva persona en mi despacho me impide tener que hablar.
—Logan, es hora de irnos.
Observo a Alan Payne ante nosotros y me inclino hacia delante en la silla para alejarme de la cercanía del jefe.
—Estaba dándole unas indicaciones a la señorita Harper.
Aprieta con firmeza pero suavemente con sus manos mis hombros y camina hacia al entrada con paso ligero. No parece para nada afectado de la conversación que acabamos de mantener, y me da envidia. ¡Yo estoy temblando aún como un flan!
—Espero que su día haya sido bueno, Roselyn —me dice Alan con voz de enfadado—. Nos vemos mañana.
—Ha sido bueno —miento y de qué forma.
Grace Amato y su prima, Alyssa De Luca son un claro ejemplo de lo mal que ha ido el día.
—Deseo que tengas una buena tarde, señorita Harper —me dice Logan—. Nos vemos mañana.
Bajo la vista y sin mirar a nadie en particular, les deseo también que disfruten de la tarde. En cuanto se van de mi vista y no puedo verlos ni oírlos, me levanto de la silla y doy un par de pasos por el despacho para hacer que la sangre vuelva a correr por mi cuerpo.
No puedo hacer otra cosa para quitarme el temblor en mis músculos tras el suave y cálido contacto que he sentido del cuerpo de Logan Ross en mí.
A las seis y media apago todo en mi despacho y salgo de allí con un manuscrito entre mis brazos. Quiero tratar de mejorar el día regresando a casa y leyendo allí tranquilamente el inicio de un libro que ha llamado mi atención. Se llama “La Flor de la Esperanza” y el nombre del autor es desconocido para mí.
Por eso lo he elegido para ser el primero que revisar.
Pulso en el ascensor el botón del sótano y aprieto con fuerza el manuscrito en mi pecho. No lo suelto hasta que no llego a mi Mustang y lo dejo bien acomodado en el asiento del copiloto. Pongo la música a todo volumen y conecto el manos libres al coche. Llamo a mi madre para ver si necesita algo antes de que llegue a casa.
Читать дальше