Trato de contagiarme de su positividad, pero no logro nada. Me llevo las manos a la cabeza agobiada con asuntos financieros. Entre Blake, mi casa, las deudas que acabo de crear a la tarjeta de crédito de la comida, y los gastos médicos de mi madre, estoy arruinada.
Me concentro de nuevo en mi casa y muy a mi pesar no se me ocurre otra solución que tratar de vender la casa para poder asumir económicamente todos los gastos y poder vivir tranquilamente. La mala noticia de esa. Sencilla, que debo hablar con Blake una vez más. Por algo la vivienda está a nombre de los dos.
¡En qué hora accedí a eso!
—¿Estás bien, Roselyn?
—Sí, mamá. Sólo algo cansada.
Acerco de nuevo el plato para seguir cenando por orden de mi estómago, porque si por mí fuera no comería nada más. Le deseo a mi madre buenas noches y concentro toda mi atención en la casa que con tanta ilusión compré dos años atrás, y que ni siquiera puedo pisar ahora sin sentir miedo de encontrarme con mi antigua pareja.
Muy bonito todo.
A las cuatro de la madrugada me encuentro tumbada en la cama, con una taza de café humeante junto a mí. Tiene más leche y azúcar que cafeína, pero aún sirve para el propósito de permanecer despierta.
Después de la cena de madrugada quise tratar de descansar en la cama. Y me acosté. Pero entre sueños relacionados con el dinero y con las manos de Blake apretando mi cuello hasta tratar de asfixiarme, no logré conciliar nada descanso. Fui a la cocina en silencio, me preparé un café light y comencé a leer el manuscrito que traje de la editorial.
La verdad me sorprende ver que el autor aunque es desconocido para mí tiene una prosa casi perfecta. Con sus pequeños fallos de corrección, y todo lo propio que tiene un escritor nobel, pero aún la trama de la mujer de campo que finge ser una mujer de éxito en tierra de hombres llama la atención y mucho.
Una mujer valiente. Eso me gustaría ser a mí , pienso entristecida dejando a un lado el texto para beber otro sorbito de café. Si hubiese hecho caso a mi instinto y hubiese comprado la casa sólo a mi nombre, ahora no tendría ningún problema.
Dejo el café en la mesita y estirándome un poco hacia la mesita tomo en mis manos el ordenador portátil. En cuanto se abre el navegador, pongo en el criterio de búsqueda el nombre de Logan Ross y espero pacientemente los resultados.
La selección de reportajes que salen a continuación me dejan sorprendida, sobre todo por la escasez de noticias. Para ser el Director General de una gran Editorial del condado, casi no tiene vida social.
Recuerdo el evento al cual quiere que yo acuda en la noche y sigo sin comprender nada. Y con razón, porque si no aparece en casi ningún lado de la prensa sensacionalista ni en los actos públicos, ¿por qué querrá asistir justo a ese evento?
Alucinante.
Reviso lo poco que hay en búsqueda de algo que indique que tenga pareja – y me pongo roja cuando soy consciente de lo que estoy haciendo—, pero no logro encontrar ninguna referencia al respecto. Logan sólo sale en compañía de Alan, y como mucho con clientes con los cuales firma contratos millonarios. Parece ser que en Ross Reserve Edition SL no sólo se publican manuscritos y textos narrativos, sino que también tienen una tirada de periódico digital.
Me centro en cotillear el último número que salió publicado el mes anterior y me quedo aturdida al ver que hay varios artículos firmados por Alan, por Logan –Oh Dios mío, también escribe—, y por otras tres personas más que aún no conozco, llaman poderosamente mi atención.
Hay uno en concreto, que está firmado sólo por las iniciales G. L, que me pica la curiosidad. Me descargo la edición digital y leo en voz alta el primer artículo suyo que encuentro, dentro de la sección de opinión.
¿Sirve de algo expresarle lo que sientes?
Hola mujer que estás delante de mí leyendo estás palabras. Te agradezco infinitamente que hayas acudido a mí para descubrir algo que me muero por decir a gritos. Y sí, ese algo que quiero decir es ¡Te amo!, pero no puedo hacerlo. Te preguntarás, ¿por qué? Pues sencillo. La persona que tiene que escuchar estas palabras está enamorado de alguien más. Ja. Tal vez esto no te suene desconocido a ti. Seguramente en algún momento de tu vida te ha sucedido, y te pido perdón por si mis palabras te hacen sufrir. Chica, es lo que me está pasando a mí, por eso te lo digo.
Aún así, volvamos al tema en cuestión. ¿Le dirías al hombre o mujer – si tu género es masculino y me sigues leyendo, ¡te alabo!—, que le amas arriesgando a que tu corazoncito se rompa cuando él te mire con lástima? Yo personalmente he tenido esa elección en mi vida personal, y he fracasado estrepitosamente. Le dije al hombre en cuestión ¡te amo!, y ¿sabéis que hizo él? Me abrazo con amabilidad y en mi oído me dijo sólo cuatro palabras, que hicieron que mi pobre corazón dejase de latir durante un segundo. “Me gustan los hombres”.
Y yo me quedé cómo… ¿hola?
G.L.
Pestañeo repetidamente, leyendo el último párrafo con las mejillas sonrosadas. Noto una profunda pena hacia G.L. —evidentemente es mujer—, y deseo que haya superado ese percance en su vida. Tiene que ser horrible enamorase de alguien y descubrir que tiene otros gustos sexuales diferentes a los propios.
Viene a mi mente la imagen de Alan Payne, y trago fuertemente. De sus gustos sexuales no sé qué pensar, y tampoco me tiene que importar, supongo. A pesar de ser guapo, atractivo y divertido no causa en mí reacción alguna.
—En cambio tú si que mueves mi mundo —murmuro posando el ratón del ordenador sobre el nombre de Logan Ross—. Y mucho, señor Titán.
Demasiado para mi paz mental.
E l despertador suena a las siete en punto y yo gimo, metiendo mi cabeza debajo de la almohada. Creo que tras mi incursión en el ordenador para cotillear la vida de Logan terminé cayendo dormida a las tantas de la madrugada.
Pienso que puedo dormir al menos unos minutos más, y retraso el despertador unos veinte minutos. Algo de descanso me vendrá bien.
Al cerrar los ojos viene a mí la imagen de Logan Ross, acercándose a mí en el evento de la noche. Lleva puesto un traje, con corbata y zapatos italianos que le sientan muy bien. Su sonrisa es hermosa. En cuanto se detiene a mi lado, se inclina como si fuese un caballero medieval y con un simple gesto me pide que baile con él.
Ni corta ni perezosa y acepto, y me dejo atraer a sus brazos para comenzar el baile. Es una canción lenta, creo que el cantante es francés. Su sonido crea un ambiente romántico en el gran salón del edificio. Parece que sólo estamos bailando Logan y yo.
—¿Sabes que estás muy guapa hoy?
Me encojo de hombros y me apoyo en su pecho con mi cabeza para oír su respiración cerca. Me gusta que me diga que estoy bella. Sé que el vestido rojo que tengo puesto y que me ha costado una pasta me sienta muy bien.
—Gracias.
—Estás tan bella que todos los hombres de la sala me miran con envidia —me dice dando vueltas conmigo una y otra vez—. Sobre todo uno en especial.
—¿Qué?
Me alejo un poco de él para seguir la dirección de su mirada y me detengo en la pista. Logan se refiere a Blake. Está allí mirándonos con expresión de enfado intenso. Sudores fríos comienzan a resbalar por mi espina dorsal.
Deseo tomarle la mano a Logan para que juntos salgamos de allí para alejarnos de la mirada inquisitiva de Blake y sin yo esperármelo, me encuentro apoyada contra una pared, con un cuerpo masculino sobre el mío, y con unas manos aferradas a mi cuello.
—¡No! —grito asustada, tratando de liberarme.
Pataleo, araño, sollozo intentando quitarme de encima las manos que están intentando ahogarme.
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