—¿Sí?
—Hola mamá —murmuro preocupada al oírla contestar agitada la llamada—. ¿Estás bien?
—Sí, cariño, estuve pasando el aspirador y me agité un poco —me dice—. ¿Qué tal tu primer día?
—Bien. Muchas emociones —le digo y es verdad—. Ahora te cuento en casa tranquilamente, sólo quiero saber si necesitas algo para que lleve.
—No, hija, conduce tranquila.
Me manda una bendición para que regrese a casa bien y yo le lanzo un beso enorme. Adoro mucho a esa mujer y ella lo sabe. Para mí Anne Harper, a parte de ser la persona que me dio la vida, lo es todo. Tanto que sé que cuando ella no esté voy a pasarlo mal. Muy mal.
Pongo las luces en el coche al pasar por una zona para nada iluminada y paso por delante de varias tiendas de ropa. Sé que no debería estar allí para comprar nada, y menos después del gasto estratosférico que hice el día anterior, pero si debo ir al evento de la presentación, necesito ropa elegante.
Y no tengo nada de fiesta.
Recuerdo los vestidos tan hermosos que tanto Grace como Alyssa tenían puestos en las fotografías que vi el día anterior de los reportajes, y sé que necesito ropa de gala de forma urgente. Y más si ahora resulta que me tienen envidia.
No quiero darles un arma que usar contra mí si voy mal vestida a la presentación.
—¿En qué puedo ayudarla? —me pregunta una dependienta con una sonrisa enorme al verme entrar en la tienda.
Le digo lo que necesito y enseguida ella me saca un par de modelos que me dejan sin respiración. Y son sólo por lo carisisísimos que son, sino por los escotes de infarto que tienen. Guau. Con eso puedo ser capaz de seducir a cualquier hombre que aparezca ante mí.
Escondo una sonrisa seductora al pensar en Logan justo en ese momento, y tomo entre las manos dos vestidos diferentes que llaman mi atención.
—Me los llevo —murmuro sin mirar el precio.
—¿No se los prueba?
Miro el reloj y niego con un gesto.
—No —le digo segura de mí—. Son mi talla. Me irán bien. Gracias.
La mujer asiente. Me hace ir al mostrador y me entrega el ticket de compra. Siento verdadero dolor en el corazón al ver que la cuenta asciende a trescientos dólares con veintidós centavos. ¡Madre del amor hermoso!
Pienso durante un segundo si es bueno salir de allí sin comprar nada, pero al recordar el desprecio en la cara de Alyssa en el maldito restaurante de la mañana, sé que en el trabajo que tengo ahora las apariencias lo son todo. No puedo ir mal vestida.
—Aquí tiene —le digo sacando mi tarjeta de crédito del bolso.
Pienso que en tres meses tendré el talón ese de la empresa que me darán cuando pase el periodo de prueba y que con eso podré retribuir el gasto.
—Sale denegado, señorita.
Resoplo frustrada. Tal como temía, con las compras de ayer superé el límite. Recojo la tarjeta con manos temblorosas y al meterla en el bolso, saco la tarjeta de comida. Cruzo dedos al dársela.
—Pruebe con esta, por favor.
La mujer se queda mirando el plástico con una ceja levantada, pero no pone problema alguno. Pasa por la máquina la tarjeta y segundos después me da el papel para que firme el conforme del pago.
—Gracias.
Recojo los vestidos y tras despedirme de la dependienta, salgo de allí con vergüenza. Acabo de hacer un gasto de trescientos dólares con una tarjeta que se supone que está destinada sólo a comida. Y en mi primer día de trabajo. ¡Qué bien!.
Camino al coche para meterme en él para ir directa a casa y no sé si gritar de frustración o llorar de tristeza al ver apostado en el capó de mi Mustang a la última persona que deseé ver justo hoy.
Blake Cox.
Joder con mi primer día en Ross Reserve Edition S.L. Y yo que me lo quería perder.
“Si te tiran al suelo y no te defiendes,
la primera vez puede no ser por tu causa.
Si la situación se repite y tú lo permites,
querida mía, la culpa es tuya.
¡Reacciona y defiéndete!”
O leadas de ira y de rechazo siento por mi cuerpo al ver ante mí el rostro de mi ex pareja. Mi rostro recuerda el dolor que sentí en la mejilla la última vez que estuve con él frente a frente y doy un par de pasos hacia atrás para mantenerme lejos de su alcance.
Curioso. Conozco a Blake desde los diecisiete años y no hago más que desear tenerle lejos. Tomar distancia y terreno entre él y yo. Y en cambio a Logan Ross, un hombre que conozco de apenas unas horas, deseo tenerle cerca en todo momento. Raro, en verdad.
—Rosy —dice acercándose a mí—. Ya era hora de que vinieras. Estaba empezando a coger una hipotermia mientras te esperaba.
Me estremezco al oír ese diminutivo viniendo de él. No me gusta, y lo peor de todo es que Blake lo sabe perfectamente.
—¿Qué quieres, Blake?
—Quiero que regreses a casa conmigo —comenta sacándose las manos de los bolsillos—. Está muy vacía sin ti, mi amor.
—Hemos roto —le recuerdo—. No voy a regresar.
Mis palabras no le sientan muy bien porque abre y cierra los puños como con ira. Empiezo a sentir algo de miedo de que me haya venido a buscar. No puedo evitar recordar sus últimos mensajes de “acoso” a mi correo.
—¿Qué ha pasado con la casa? —pregunto tratando de llegar directa al grano—. Dijiste que había un problema.
—Se rompió una tubería e inundó varias salas. El seguro no se hace cargo de los daños porque dice que fue causado por falta de mantenimiento. Necesito que corras con la mitad de los gastos para arreglar todo.
—¿Qué?
Me quedo mirándole anonadada, sin saber qué decir, ni qué responder. Sólo sé que noto cómo sabor a bilis subir por mi garganta y eso que no he comido casi nada en todo el día. Un bocado de pasta y un poquito de huevo del desayuno no es alimento para un cuerpo como el mío.
—¿Podrías repetirme eso?
Blake ríe poniéndose ya delante de mí.
—Necesito tu ayuda para reparar los daños, Rosy. Hay que arreglar la tubería, nuestros daños y los del vecino. Necesito que me prestes mil dólares. La otra mitad corre por mi cuenta.
Mil. Dólares.
Noto que el suelo tiembla bajo mis pies y no me queda más remedio que apoyarme en él para evitar caerme al suelo. Ni corto ni perezoso él se aprovecha y me atrae a su pecho susurrándome al oído cosas dulces.
—Tranquila, mi amada Rosy, si estás conmigo todo va estar bien —murmura haciéndome caminar hacia mi coche—. Sabes que te quiero, nunca voy a dejar que te pase nada.
Y sigue diciendo cosas susurrando en mi oído, como si quisiera seducirme con el tono de su voz. y sí, hubo un tiempo en el que yo cedía ante su encanto con ese mismo truco. Pero ya no. Su timbre de voz no es nada comparado con el de Logan. Mi Titán.
Trato de encontrar estabilidad y agarrando con fuerza la bolsa con el maldito gasto que acabo de hacer, le aparto de mi lado.
—No me toques, por favor —le pido encontrando apoyo en mi coche.
Sus ojos se convierten en finas rendijas de odio puro al notar el desprecio que hay en mi voz.
—Si regresas conmigo a casa te prometo que correré yo con todos los gastos —dice apretando los dientes fuertemente—. No tendrás que preocuparte por nada.
—¿Hablas en serio?
—Claro, mi amor, quiero cuidarte. Déjame hacerlo.
Alza una mano para acariciar mi rostro con supuesta dulzura y yo evito su roce. No quiero que me toque y él se da cuenta que le tengo miedo. Comienza a reír de forma cruel.
—Sin duda eres una zorra desagradecida —murmura arrinconándome contra el coche, poniendo su cuerpo pegado al mío. Noto su aliento en mi cuello y trato de contener las nauseas que me crea ahora su contacto.
—Ya veré cómo hago para pagarte la mitad de los gastos —le digo tratando de alejarme de su contacto—. Ahora quiero irme. No tengo nada que hablar contigo.
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