El juego, para Camilo niño, como para todos los niños de todas las épocas, cumple un papel importantísimo para su desarrollo personal y social. La necesidad de sentirse parte de un grupo; la socialización, el desarrollo de la afectividad y de la inteligencia, así como el ingenio, la creatividad y la motricidad se estimulan, consolidan y desarrollan a través del juego, por lo que pasa a ser «vital» para el niño.
En la infancia de Camilo no había juguetes didácticos ni juegos manipulativos, sensoriales o dirigidos. Tampoco había ludotecas, por lo que los juegos eran libres e imitativos. Jugaban por imitación a los juegos que practicaban los mayores. Entreveo los ojos expectantes de Camilo niño examinando a unos hombres alrededor de una mesa jugando a las cartas mientras tomaban un vaso de vino. Camilo y sus amigos aprendieron los juegos de los mayores y en su ansia de ser mayores jugaban.
Hoy día sabemos y vemos con estupor la peligrosidad de los juegos de cartas, dados y juegos de apuestas en Internet, y sabemos que son especialmente peligrosos para los niños. Requieren la acción educativa de un adulto que les enseñe a ganar y perder, a no hacer trampas y a frenar el deseo de jugar por las apuestas, que conduce peligrosamente a una posible ludopatía.
Esos juegos no promueven la creatividad, pero sí desarrollan la atención, la concentración y la memoria. Si aprenden con ellos a respetar las reglas, si no caen en el deseo obsesivo de ganar a cualquier precio, incluso haciendo trampas, lo cual es muy frecuente en los niños, estos juegos pueden ser aceptables siempre y cuando estén dosificados.
Lo cierto es que las experiencias infantiles de Camilo tuvieron una triangulación específica.
- En un primer vértice está Camila, su madre, corrigiendo, tratando de educar y de transmitir buenos principios e intentando formar en los principios religiosos a su hijo. El padre estaría más ausente por estar alistado en el ejército. La madre muere cuando Camilo tiene 12 años y está prácticamente solo hasta los 17 años, ya que su padre sigue enrolado en sus tareas militares de batalla en batalla. Esto significa que la adolescencia de Camilo fue un período de soledad. Ese momento en que los hijos necesitan tanto la dirección de sus padres y su presencia para que sientan, experimenten y vean cómo se preocupan de ellos a través de su cariño y de los límites que todo adolescente necesita. Podemos decir que, hasta los 12 años, Camilo fue un niño mimado y cuidado por una madre mayor, sabedora de que le quedaba poco tiempo de vida, y un padre ausente, con el que no puede tener una referencia educativa. Ambas vidas tuvieron una influencia muy significativa en Camilo.
- Un segundo vértice es el escolar, que no fue muy representativo para Camilo, sin mayores objetivos que defenderse con la lectura y la escritura. La escuela puede ser un medio socializador y educativo cuando las circunstancias familiares no son adecuadas, pero esa función no se dio en Camilo, porque fue poco a la escuela.
- Un tercer vértice es el social, de pertenencia a grupos en los que Camilo estimulaba su adicción al juego y sus deseos de ganar. La realidad familiar favorecía que Camilo se arropara en el grupo de amigos y obtuviese en ellos la consideración y afecto que no tuvo en la adolescencia.
Los tres vértices configurarán un futuro decisivo en Camilo y diseñarán sus heridas y su estilo de vida hasta la muerte.
6. Titulaciones
El curriculum vitae de Camilo hoy día sería tan simple como escribir los datos personales y algún que otro logro académico que Camilo alcanzó con dificultad, como sus estudios de teología y sus estudios sacerdotales, realizados con los jesuitas, hasta ser ordenado el 26 de mayo de 1584, a los 34 años.
Hoy día hay un ansia por tener un curriculum vitae cargado de títulos académicos, másteres y publicaciones, entre otros, y un proceder social que concede un valor desmedido a los títulos, ya que se suelen relacionar con la valía o sabiduría personal, lo cual no es exacto, y lo que es más grave es que en esa ansia por engrosar el currículo se han comprado y vendido titulaciones, objeto de corrupción académica, y se ha llegado a mentir o a inflar los currículos, como en el caso de algunos personajes públicos, que lo han hecho simple y llanamente por vanidad y por competitividad.
Esta dependencia de los diplomas, pergaminos de despacho y credenciales académicas implica lo que el sociólogo francés Pierre Bourdieu, en su libro Homo academicus, analiza de forma meticulosa las relaciones de poder que existen en el ámbito universitario para medir fundamentalmente el prestigio académico en función de los títulos académicos y publicaciones personales. En concreto, en el capítulo 2 del libro dedica un apartado a diferenciar entre la competencia científica y la competencia social. Esta última es la que se desarrolla en función de los títulos.
Pues bien, Camilo no tiene estos conflictos. Su currículo está centrado en el servicio, en el hacer por y no en el saber para. Y desde esta perspectiva se le atribuyen varios títulos:
- Servidor de los enfermos. La palabra «servidor» viene del latín servitor, que designa a la persona que sirve. Según la Real Academia, servidor «es la persona que sirve como criado». En la Biblia se habla del «siervo» no solo para referirse a la persona que presta servicios a alguien, de manera voluntaria, como signo de sumisión, sino como expresión de adoración a Dios (los siervos de Dios), como signo de elección (el siervo de Israel) o como expresión mesiánica (el Siervo de Yahvé).
En el caso de Camilo, es servidor porque sirve voluntariamente a los enfermos, yendo más lejos del mero servicio, ya que sirve como expresión de adoración, por ver en ellos al mismo Jesús.
- Fundador de los Siervos de los enfermos. Esta actitud de servicio incondicional le lleva a fundar la Orden de los Siervos de los Enfermos. La comunidad se funda el 8 de diciembre de 1591, cuando Camilo tiene 41 años.
- Patrón de los enfermos. Esto tampoco es casual: Camilo fue un enfermo crónico que afrontó su enfermedad con sus heridas a cuestas. El dolor, la enfermedad, el sentirse enfermo le acompañaron toda su vida, por ello recibe este título. Decir «patrón de los enfermos» es como decir el protector de los enfermos, el empático, el sensible, el compasivo ante los enfermos.
En este libro vamos a proclamar e investir a Camilo con un nuevo título:
- Sanador herido. Camilo es un personaje prototipo de resiliencia. Es resiliente. Tiene esa capacidad de recomponerse, de recuperarse, de dar sentido a sus heridas, y por ello se hace merecedor del título de resiliente, que analizaremos más adelante. Tiene una habilidad especial para utilizar sus heridas para sanarse y sanar las de los demás. Esto le convierte en un prototipo de «sanador herido» o «herido sanador».
Camilo fue un buscador de oportunidades, un vividor alocado y terco, lo que le produjo heridas profundas, y un resiliente que desde sus heridas y con sus heridas dedica su vida a servir sanando, y por ello le atribuimos el título de herido sanador o sanador herido, del que hay mucho que decir.
Este título que le otorgamos no es ni gratuito ni arbitrario. Es el resultado de un estilo de vida, de un compromiso y de una voluntad férrea de servicio y entrega a los enfermos.
7. Su personalidad
Cicatelli, napolitano nacido en 1570, fue uno de los primeros seguidores de san Camilo. Escribe en un manuscrito su biografía. De él podemos sacar los mejores rasgos de su personalidad, ya que convivió con él durante años, le siguió de cerca y relató lo más significativo de la vida de este sanador herido.
Con frecuencia nos presentan una imagen desfigurada de la personalidad de los santos. Personas aisladas del mundo, arrinconadas, con un talante angelical y ñoño, que nos empuja a mirarlos como seres que no tienen nada que ver con la vida de cualquier mortal. Pero esas máscaras no solo desfiguran al personaje, sino que provocan un rechazo a la persona, como la desconsideración que provocaba en mi infancia san Isidro, ya que me contaron que él se dedicaba a rezar y, mientras rezaba, un ángel araba con los bueyes y le hacía el trabajo. Yo, siendo niña, rezaba y nada, el ángel no venía a hacerme las tareas escolares, hasta que me cansé y me di cuenta de que lo del ángel no funcionaba conmigo. En mi interior sentía una cierta rabia y rechazo hacia san Isidro, y pensaba: «Así cualquiera...».
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