1 ...8 9 10 12 13 14 ...29 Como es común en la vida de los humanos, de la fortaleza arriba destacada se desprende también la debilidad mayor de la tradición como alternativa de solución al problema económico de siempre. Esta es su aversión al cambio. En sociedades basadas en la tradición, el cambio es una amenaza a toda una forma de vida y, en especial, a las estructuras de poder, razón por la cual no es de extrañar que en este tipo de conglomerados humanos sus estructuras y sus funcionamientos estén orientados a mantener las cosas como están. Eventos mayores como cambios climáticos, guerras, conquistas y, en forma persistente, el cambio tecnológico son y han sido fuerzas ante las cuales la tradición ha tenido que ceder, pero sin desaparecer en su totalidad. Nuevamente, el caso de las nacionalidades indígenas ecuatorianas es un buen ejemplo de esto último.
MANDATO DE UNA AUTORIDAD CENTRAL
Históricamente, esta solución ha ido muy de la mano con la tradición, especialmente cuando el poder del soberano ha sido entendido como derivado de los dioses. Bajo el sistema de mandato de una autoridad todopoderosa se produce y se distribuye de acuerdo con los dictámenes de ese poder central, como en los casos de los faraones en Egipto, los incas en el Tahuantinsuyo, las unidades feudales en la Edad Media, los regímenes del despotismo ilustrado en Europa, Meiji en el Japón, Stalin en Rusia, Mao en China y Castro en Cuba.
Su principal fortaleza radica en que cuando acierta esa centralización del poder tiene la capacidad de generar resultados excepcionales, como el episodio bíblico de las vacas gordas y de las vacas flacas, o el de la Restauración Meiji que, en menos de treinta años, sacó al Japón de la Edad Media y lo situó en la Edad Moderna. Sin embargo, esa misma centralización del poder, cuando no acierta, trae grandes miserias a mucha gente como lo atestiguan las trágicas experiencias de varios de los países mencionados anteriormente.
EL SISTEMA DE MERCADO
En el sistema de mercado que hoy predomina en el mundo, se produce y se distribuye de acuerdo con lo que la gente quiera y pueda comprar y vender en lo que a bienes, servicios y factores de producción respecta. Mercados para el intercambio de mercancías, incluyendo esclavos, han existido desde tiempos remotos en la antigüedad; pero el sistema de mercado como tal emerge solo cuando la mano de obra, el capital y la tierra se convierten en factores de producción susceptibles de ser comprados y vendidos para propósitos productivos dentro de un nuevo contexto institucional en el que sobresale el respaldo legal a los contratos y a la propiedad privada. En Europa Occidental, que es donde surgió esta notable invención, su gestación duró alrededor de nueve siglos desde el afianzamiento de las ciudades medievales en el siglo X, donde tomó forma el modus vivendi de producir para el intercambio, hasta la consolidación de la Revolución Industrial en el siglo XIX, cuya manifestación más elocuente fue la hegemonía mundial del “liberalismo económico” de Inglaterra.
A lo largo de estos siglos, los siervos de la Edad Media, en traumático cambio, se convirtieron en grandes masas de trabajadores asalariados como consecuencia de los cataclismos históricos que, para esa época, representaron el descubrimiento de América, la Reforma, la Revolución comercial, los cercamientos de las tierras del común para la cría de ovejas y la Revolución Industrial. De igual manera, cuando la circulación del capital y la búsqueda de réditos dejaron de ser usura, en forma insostenible se convirtieron en irremplazables recursos de financiación de los enormes proyectos de exploración, descubrimientos, conquistas, comercio y desarrollo industrial en los que se embarcaron los europeos de esa época. Por último, la tierra , especialmente después de las Cruzadas, resultó ser un activo de singular valor para ayudar a cubrir las ingentes deudas adquiridas por los presuntos reconquistadores de Tierra Santa que, al regresar sin botín, no tuvieron otra alternativa que poner en marcha el proceso de transformación por el cual de heredad inalienable el feudo pasó a ser recurso transable.
A la fecha está claro que la mayor fortaleza de este sistema es el amplio espacio que da a la iniciativa individual y a la creatividad empresarial que, desde el siglo antepasado, han traído prosperidad sin precedentes a la especie humana. A su vez, su mayor debilidad está en que la distribución de esos beneficios no se hace en función de las necesidades de la gente sino de acuerdo con su capacidad de pago, lo cual ha ocasionado notorias inequidades distributivas dentro de los países y en el planeta entero.
ECONOMÍAS MIXTAS
En 1992, el Banco Mundial, en su informe anual sobre el desarrollo en el mundo, nos advierte que en él “se sintetizan e interpretan las enseñanzas obtenidas durante más de 40 años de experiencias en cuestiones relativas al desarrollo” y pocas páginas después, en forma consonante con esa advertencia, hace el siguiente pronunciamiento:
Una cuestión fundamental del desarrollo, y el tema principal de este Informe, es la acción recíproca entre el Estado y el mercado. No se trata de una cuestión de elegir entre la intervención estatal y el laissez-faire, dicotomía popular pero falsa. El mejor método descubierto hasta ahora para producir y distribuir con eficiencia los bienes y servicios es un mercado que funcione en régimen de libre competencia. La competencia interna y externa ofrece los incentivos que dan rienda suelta al espíritu de empresa y al progreso tecnológico. Sin embargo, el mercado no puede funcionar en un vacío y necesita un marco jurídico y normativo que solo el Estado puede establecer. Además, en otras muchas tareas, los mercados resultan a veces deficientes o fallan por completo. Esta es la razón de que los gobiernos deban, por ejemplo, invertir en infraestructura y prestar servicios básicos a la población pobre. No se trata de elegir entre el Estado y el mercado, sino que cada uno de ellos tiene una función importante e irremplazable que cumplir. 20
A estas estructuras, en las que cofuncionan el Estado y el mercado, se las conoce como economías mixtas. Esta es, sin duda, la solución contemporánea que predomina en el mundo. En Europa, sus orígenes se pueden encontrar en las decisiones colectivas que, especialmente, Inglaterra, Francia y Alemania tomaron cuando decidieron enrumbar sus destinos políticos, económicos y sociales por la vía del “socialismo evolucionario” y no por la del “socialismo revolucionario” que proclamaba la ortodoxia marxista. En los Estados Unidos, y prácticamente en el resto del mundo, la economía mixta tomó forma a raíz de la Gran Depresión de los treinta que ocasionó la masiva intervención del Gobierno en la vida de las naciones.
La estrategia central de los socialistas evolucionarios fue tratar de morigerar los costos sociales excesivos ocasionados por la Revolución Industrial en toda Europa, a partir de la consecución del poder político para, por medio de su legítimo ejercicio, introducir las transformaciones que cumplieran con sus propósitos. Se sentaron así las bases de lo que pasó a llamarse el Estado del Bienestar que, en forma evolucionada, rige todavía el diario vivir de los europeos. El proceso arrancó inesperadamente en Alemania, cuando Bismarck, en 1871, creó la seguridad social. Para 1903, la legislación social de ese país era la más avanzada del continente: 18 millones de trabajadores estaban asegurados contra accidentes, 13 millones tenían seguros de vejez y 11 millones, seguros de enfermedad. Salarios, horas de trabajo, descansos, procedimientos para reclamos, medidas de seguridad y el número de ventanas y de servicios higiénicos estaban debidamente previstos en dichas leyes. En 1902, en Inglaterra, la Ley de Educación añadió la educación secundaria como obligación para el Estado y en 1904 se habían establecido las jornadas de ocho horas para los mineros, salarios mínimos para el trabajo a destajo en los establecimientos de textiles y de confecciones, responsabilidad de los empleadores por los accidentes industriales, pensiones de vejez, y seguros de desempleo y de salud. 21
Читать дальше