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Sus formulaciones son de tipo general
La capacidad para formular o expresar en forma precisa y general los hechos y explicaciones que tienen relación con su actividad, es una de las características inseparables, no sólo del método científico, sino del conocimiento científico en general. A través de los procedimientos propios de la ciencia, establece los hechos singulares y particulares en pautas y esquemas más amplios con el propósito de que tengan un sentido y un significado más general. Según Mario Bunge (1966), “no es que la ciencia ignore la cosa individual o el hecho irrepetible, lo que ignora es el hecho aislado . Por eso la ciencia no se sirve de los datos empíricos –que siempre son singulares– como tales; estos son mudos mientras no se los manipula y se convierten en piezas de estructuras lógicas”.
Pero si bien en lo general, lo singular y lo particular se integran a esquemas y a pautas más amplias, en todo proceso u objeto, lo particular y lo general coexisten en una unidad dialéctica. En primer lugar, lo particular contiene lo general y no existe más que en su relación con lo general. En la práctica sabemos que un saber generalizado, una ley, un concepto o una noción, implica un reflejo más hondo y profundo de la realidad, y supone penetrar más profundamente en la esencia de la misma. De ahí que el método científico no está en condiciones de realizar formulaciones que no sean más que generales, ya que los hechos particulares y singulares tienen sentido y significado, no como elementos aislados, sino en el contexto y en el marco de la generalidad.
El problema de la objetividad es probablemente uno de los asuntos más controvertidos y que más polémicas ha generado entre las diversas escuelas filosóficas y paradigmas de investigación. El empirismo por ejemplo, en nombre de una presunta objetividad desconoce el verdadero valor de la teoría y considera que todo conocimiento se fundamenta en la experiencia y se adquiere a través de ella. La limitación del empirismo consiste en sobrevalorar el papel de la experiencia objetiva, y a la vez de subestimar el de las abstracciones y teorías científicas en la cognición. Le niega su papel activo y la independencia frente al pensar. Por otro lado, el término objetividad se utiliza como oposición a subjetivismo , que tiene relación con la conciencia individual y que se vincula con la persona guiada más por sus impulsos afectivos que por la razón, sus juicios y apreciaciones. Ya en un apartado anterior analizamos las relaciones entre el sujeto y el objeto en el proceso del conocimiento, y que los problemas surgidos entre objetivismo y el subjetivismo muchas veces son más teóricos que reales, porque ambas categorías se reflejan y se complementan en la práctica investigativa.
Se habla del carácter objetivo de la actividad práctica, puesto que en el curso de este proceso, los hombres operan con objetos y crean objetos como resultado de la actividad. Y esto lo vincula al comportamiento subjetivo del que hablamos anteriormente y es un principio específico que orienta el enfoque de los fenómenos de la realidad, señalando que es necesario abstenerse de formular estimaciones críticas e inferir conclusiones partidistas porque considera que la ciencia no es capaz de efectuarlas. El viejo mito del objetivismo de la ciencia, heredado de las ciencias exactas y factuales, rechaza como hecho científico todo aquello que no es examinado y basado en la prueba y en la razón humana. Considera como prejuiciosas y emotivas todas aquellas instancias que escapan al positivismo lógico y a la filosofía analítica.

Quiera o no, el acto de investigar está tan estrechamente ligado a la vida intelectual, tecnológica, social, cultural y común del ser humano, que se constituye en un factor inseparable de cualquier actividad cognoscitiva u operación mental que se realice. Y ello porque el término investigar tiene significados muy diferentes entre la gente y de hecho lo relacionamos con una gran cantidad de términos y conceptos, como por ejemplo, indagar, inquirir, examinar, inspeccionar, explorar, buscar o rastrear, que a la postre son funciones propias del pensar o de la actividad racional. Algunos autores consideran a la investigación, a diferencia de otras actividades humanas, como un acto vital, porque sus funciones se confunden muchas veces con tareas propias de la creatividad, la imaginación, formulación y solución de problemas, indagación y descubrimiento, proyección de ideas y pensamientos, etc, que a la postre son valores inherentes al ser humano.
Desde que el niño se enfrenta con un hecho, un fenómeno o un objeto desconocido, y pregunta sobre él, lo examina atentamente con la vista, lo inspecciona con sus manos, lo huele y lo toca, se comienzan a sentar las bases de lo que posteriormente será el acto de investigar. En ese deseo y necesidad de saber, de ver las cosas y de enterarse del qué, por qué o para qué, están implícitos los fundamentos de una necesidad vital que produce mucho placer al niño, pero que lamentablemente con los años se va perdiendo por obra y gracia de muchos factores sociales, culturales y educativos. Pero no basta con desplegar instintivamente toda esta gama de sentidos y capacidades innatas para alcanzar los niveles superiores de la investigación científica. Hay que ordenar, sistematizar y darle una dirección a todas estas capacidades, es decir, someterlas al régimen propio del método científico.
Al mundo tecnológico, científico, cultural o educativo hubiera sido muy difícil alcanzar los niveles actuales sin la ayuda y colaboración de la actividad investigativa, ya que ésta con su acción ha posibilitado la transformación y los cambios que exige un mundo en permanente evolución y desarrollo. Porque si hacemos un recuento histórico de las grandes conquistas y aportes en este terreno, descubriremos que detrás de cada invento o descubrimiento se encuentra presente la noción de investigación científica , ya sea en su dimensión teórica, empírica o axiológica. Ello no es accidental, ya que la investigación en la práctica se ha constituido en un camino para conocer la realidad y un procedimiento reflexivo, sistemático, controlado y crítico que ha posibilitado interpretar los hechos y fenómenos, relaciones y leyes, plantear problemas y buscar soluciones, y en general preparar el camino y crear las condiciones para estos cambios y transformaciones.
No es fortuito el hecho de que la palabra investigación tenga muchas formas diferentes de asumir esta responsabilidad y compromiso, ya que en la práctica se convierte en una búsqueda intensiva que debe dar muchos rodeos antes de cumplir sus objetivos y alcanzar sus fines, lo cual explica perfectamente su origen etimológico. La palabra investigación proviene de las voces latinas in-vestigium , que literalmente significan en pos de la huella . Un significado parecido tiene la palabra inglesa research , que se utiliza para referirse a la investigación o al investigar, pero que también tiene un sentido de búsqueda o indagación, al igual que el rechercher en francés, que hace alusión al acto de buscar de nuevo , o sea, la búsqueda de algo, pero más minuciosamente. La voz latina vestigium significa además planta de pie y por extensión la huella que queda. De ello se puede deducir que el proceso de investigación siempre expresa el modo de llegar al conocimiento de algo, con esfuerzo, por la vía indirecta de un rodeo , siguiendo una huella o un vestigio, a través de un largo camino en forma sistemática, es decir, con método.
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