En el caso de este segundo colegio, la estrategia de educación cuenta con un profesor que se encarga de coordinar las actividades pedagógicas, las cuales competen a todos los docentes del área de matemáticas. Además, un grupo de estudiantes (de décimo grado) actúan como líderes del proyecto ante el resto de los miembros de la comunidad académica. Los destinatarios del proyecto son los directivos, profesores y estudiantes desde “transición a undécimo grado”. 3
Al mismo tiempo, diferentes instituciones bancarias prestan su apoyo a la agenda de educación financiera a través de clases ofrecidas por sus funcionarios en colegios de zonas marginadas, de piezas publicitarias en medios de comunicación, de campañas móviles que se desplazan por zonas remotas del territorio para brindar información sobre las ventajas de contar con servicios financieros formales, de herramientas didácticas para usuarios y familias en portales de internet, de programas radiales y talleres, para formar en conjunto a los ciudadanos de todas las edades, regiones y condiciones sociales en ahorro, crédito, inversión y planeación financiera. Lo anterior se agrupa en la campaña “Saber más, Ser más”, programa de educación financiera de los bancos de Colombia, que se presenta como parte de sus labores en materia de responsabilidad social (Asobancaria, 2014b).
Por ejemplo, Asobancaria y sus instituciones afiliadas adelantaron durante el año 2017 una iniciativa de educación financiera en los colegios de la localidad de San Cristóbal, en la ciudad de Bogotá, en la que se seguían las metodologías que para el efecto ha definido el Ministerio de Educación Nacional (MEN). Este esfuerzo alcanzó un total de cinco mil estudiantes, de grados sexto a undécimo, a quienes se realizó una evaluación de base para posteriormente valorar el impacto de la campaña en sus competencias y habilidades financieras. A juicio de ese gremio, el balance de esta iniciativa resulta “alarmante y preocupante” porque sobre un puntaje máximo de 100 puntos, los estudiantes evaluados tienen un “nivel insuficiente” con una nota promedio de 50,26 (Asobancaria, 2018).
Para Asobancaria, este ejercicio revela la urgencia de aumentar el trabajo de los sectores público y privado en educación financiera. Esta debe ofrecerse “desde los primeros años” (“insistimos en llevar este conocimiento a las aulas”), por cuanto, según afirma, redunda en la calidad de vida de las personas, en la reducción de las desigualdades y en el fortalecimiento de la economía (Asobancaria, 2018, p. 3).
Estos son solo algunos breves ejemplos de la cotidianidad de la educación financiera en Colombia. Un análisis ascendente al respecto permitirá al lector reconocer la forma en que este tipo de iniciativas se articulan a un proyecto general, global. Las experiencias de lo que ocurre en estos colegios y en los hogares a los que se llega a través de diversos canales de comunicación, guarda relación con un conjunto de recomendaciones del Consejo de la OCDE, emitidas a partir de 2005, apoyadas por una amplia convergencia internacional que incluye al G20, G7 (antes G8) y a la INFE. Este tipo de iniciativas, ejercicios pedagógicos y campañas de comunicación hacen parte de los esfuerzos públicos y privados por impulsar la educación financiera.
Asobancaria, el gremio de los establecimientos bancarios en Colombia, fue un importante actor de mediación entre lo local y lo internacional en materia de educación financiera. Incidió de forma decisiva en la importación de los recursos institucionales y discursivos que supone ese tipo de educación (Asobancaria, 2014).
Asobancaria reconoce que en diversos países existían programas de “capacitación financiera”. Sin embargo, la educación financiera actual se origina en la estrategia global lanzada por la OCDE en 2003 y en las recomendaciones que emitió el Consejo de esa misma organización en 2005. Este conjunto de lineamientos sobre buenas prácticas cumple un importante papel en el diseño de nuevas estrategias y nuevos objetivos para iniciativas de formación financiera. Ya no se trata de capacitación financiera.
En estas recomendaciones se advierte la necesidad de “individuos educados financieramente para asegurar niveles suficientes de protección de los inversionistas y de consumidores, así como un tranquilo funcionamiento, no solo de los mercados financieros, sino de la economía” (OCDE, 2005). Igualmente, la OCDE considera que la educación financiera constituye una herramienta útil para promover el desarrollo económico, la protección del consumidor, la confianza, estabilidad y regulación de las instituciones financieras. Estos objetivos se alcanzarían si se promueve el desarrollo de competencias para la adopción de decisiones financieras responsables a nivel personal y familiar.
El Consejo de la OCDE recomienda entonces la adopción de estrategias nacionales de educación financiera. Los medios pueden ser diferentes: desde clases formales, programas de consejería en finanzas o el uso de medios de comunicación para divulgar información. En cualquier caso, para la OCDE la educación financiera debería empezar desde el colegio y las personas deben ser educadas sobre asuntos financieros tan tempranamente como sea posible (Organization for Economic Co-operation and Development, 2005):
La educación financiera, como todas las formas de educación, consiste en empoderar a los individuos de manera que estén mejor preparados para analizar diversas opciones (en este caso, financieras) y adoptar acciones que les permitan alcanzar sus metas. Los programas de educación financiera cubren asuntos como presupuesto, ahorros, manejo de créditos y aprendizaje de negociación. Son difundidos de diversas maneras, desde campañas en medios de comunicación, hasta conversaciones uno a uno en las oficinas de un banco o del consejero crediticio. Otros canales de oferta comunes incluyen clases, workshops de entrenamiento ofrecidos por organizaciones no gubernamentales, programas ofrecidos en el lugar de trabajo, y cada vez más frecuente, aproximaciones innovadoras y soluciones que utilizan tecnologías como los sitios web, multimedia y entretenimiento educativo. Cada uno de estos es efectivo en cuanto a comunicar información, pero los programas de alfabetización financiera más efectivos van más allá: empoderan a los individuos de manera que estén en condiciones de evaluar sus opciones en el mercado financiero y de tomar luego acciones apropiadas para su propio beneficio. (Banco Mundial, 2009, p. 2)
La OCDE observa que los contenidos de la educación financiera se deben establecer de acuerdo con circunstancias nacionales y deberían ocuparse de aspectos importantes de la “planeación financiera de la vida”, como el ahorro, la administración de créditos personales, seguros, pensiones, así como nociones básicas de economía y matemáticas.
En apoyo de las estrategias nacionales, las recomendaciones de la OCDE de 2005 plantean la necesidad de promover la cooperación internacional. Esto incluye el uso de esa organización como foro de intercambio de información sobre experiencias nacionales y buenas prácticas en la materia. La OCDE articula los esfuerzos nacionales, comparte y divulga información mediante la Red Internacional de Educación Financiera (INFE, su sigla en inglés). Esta convoca a representantes de más de cien economías, incluidos los miembros del G20, para discutir los medios y las estrategias para promover la educación financiera.
En 2006 la reunión de ministros de Finanzas del G8 hizo un llamado para que la OCDE continuara con los esfuerzos dirigidos a fijar lineamientos sobre buenas prácticas en materia de educación financiera. En 2008 el Consejo de la OCDE aprobó dos resoluciones con recomendaciones relativas a buenas prácticas sobre educación financiera en pensiones y seguros, mientras que en 2009 emitió una referida a educación crediticia y en 2012 se ocupó de la educación financiera específicamente en el ámbito escolar. En junio de ese mismo año, los jefes de Estado del G20 aprobaron los Principios de alto nivel de la OCDE/INFE sobre estrategias nacionales de educación financiera .
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