Gonzalo Alcaide Narvreón - Aquiles

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Aquel viaje que Aquiles hubiese querido evitar, fue el desencadenante como para que sucediera lo que, de una u otra manera, iba a terminar sucediendo…
La decisión y el impulso de Alejandro, habían llevado a que Aquiles abriese la puerta que lo adentraría en un mundo nuevo, misterioso; un mundo que le generaba cierto temor.
Su vida entera estaba en un punto de inflexión; promediaba la mitad de su vida biológica, estaba a punto de convertirse en padre y, aunque no hubiese existido penetración, lo cierto es que acababa de transitar por su primera experiencia sexual con otro hombre, un combo de emociones que resultaban difíciles de manejar.
Solo la serenidad y fundamentalmente el intentar ser fiel a lo que su naturaleza le reclamaba, podrían hacerlo transitar por un sendero más llano y sin tantas piedras con las cuales pudiese tropezar.

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–Justamente es lo que le contaba a Marina… para hacer tiempo antes del vuelo, hicimos una excursión de unas horas a una isla en el medio del Beagle y lo imponente es la vista que tenés desde ahí.

–Nena, después de que nazcan los críos y que dejemos de amamantarlos, se los dejamos a estos dos que ya fueron y nos vamos solas a conocer el extremo sur –dijo Inés, dirigiéndose a Marina, que aparecía en el estar cargando una bandeja con vasos, copas y bebidas.

–Dale, lo hacemos –respondió Marina, mientras que apoyaba la bandeja sobre la mesa.

Adrián y Aquiles se miraron e hicieron un gesto como diciéndose “no lo van a hacer…”

–¿Te vas a dejar la barba? –preguntó Adrián.

–No, me afeité el jueves y llevo dos días sin hacerlo, me crece rápido… va, quizá sí me la deje, no sé –respondió Aquiles.

–¿Le contaste a tu amigo sobre tu gran cena junto a la “High Society inglesa”? –preguntó Marina.

–¿Qué cena?, ¿te estás codeando con la Realeza Británica? –preguntó Inés sonriendo.

–No, no me comentó nada –dijo Adrián.

–No –respondió Aquiles riendo, y agregó– sucede que el litigio en cuestión, que era por un tema de posesión de tierras y que llevaba ya un tiempo, era entre nuestro cliente y una familia inglesa radicada en Tierra del Fuego, que hasta donde yo sé, nada tienen que ver con la Realeza.

–Ah, mirá vos… –dijo Inés.

Finalmente, después de tantas idas y vueltas, esta familia decidió llegar a un acuerdo extrajudicial, porque recibieron una oferta de compra de otro negocio por parte de un holding internacional y no les servía que las negociaciones los agarrasen estando en medio de un litigio judicial. Aparentemente, al líder de la familia le caímos en gracia, fundamentalmente, Alejandro, que es muy sociable … –dijo Aquiles, que fue interrumpido por Inés.

–Alejandro es tu empleado del videochat… –dijo.

–Alejandro, el abogado penalista, sí –dijo Aquiles, con la intención de poner los puntos sobre las íes, recalcando que, en todo caso, lo importante era que lo definiera su capacidad como profesional y no aquel episodio ya superado o sus preferencias sexuales.

–El punto es que pensábamos regresar el jueves y el inglés nos invitó a cenar a su estancia. Por un tema digamos que de “diplomacia” y para no sonar descorteses, no nos quedó otra más que aceptar la invitación y quedarnos una noche más.

–Me imagino… un sacrificio tremendo –dijo Adrián riendo, que agarraba una botella de Malbec y la descorchaba, sirviendo vino en dos copas.

–No boludo, en serio… yo quería volver, pero no daba como para rechazar la invitación y, en definitiva, fue una experiencia que valió la pena –dijo Aquiles.

–¿Linda la estancia? –preguntó Inés.

–La estancia increíble… en verdad, era de noche y lo único que conocimos fue la casa que sí es increíble; una mansión de estilo Victoriano . Al regresar, el chofer nos contó que la había construido el abuelo del actual cabeza de familia y que habían traído los materiales desde Inglaterra. Obviamente que la “aggiornaron” y que cuentan con todas las comodidades de la modernidad, pero manteniendo las cosas originales.

–¡Ah, con chofer y todo! –exclamó Inés.

–¡Obvio!, los VIP somos tratados así –dijo Aquiles riendo y agregó– en verdad, las escenas de película comenzaron desde el momento en el que nos enviaron al chofer de la familia para que nos recogiera por el hotel. Estacionó en la puerta una tremenda camioneta Range Rover , el tipo bajó e ingresó al lobby preguntando por nosotros que ya estábamos esperándolo ahí. Nos presentamos, salimos y nos abrió la puerta de la camioneta para que ingresáramos; faltaban las cámaras y los flashes –dijo Aquiles.

–Eso no me lo habías contado –dijo Marina.

–Bueno, te hice un resumen y después no pude seguir porque nos dedicamos a hacer otras cosas –dijo Aquiles sonriendo.

–Ay tonto –dijo Marina, sintiendo que se ruborizaba.

–La cuestión es que llegamos a la propiedad y el tipo nos estaba esperando en la galería del acceso para recibirnos. Entramos a la casa y nos condujo hacia al living, donde ya estaban otros miembros de la familia y su abogado, al que obviamente ya conocíamos. Fuimos presentados y comenzamos a disfrutar de un aperitivo que consistió en variedades de quesos y de carnes ahumadas, acompañados con Cabernet Sauvignon.

–¡Qué delicia! –exclamó Inés.

–Realmente sí, todo delicioso y elaborado por ellos –dijo Aquiles.

–Imagino que “Mrs. Evans” no estuvo toda la tarde en la cocina elaborando la comida con sus propias manos –dijo Marina.

–Seguro que no… me refiero a que es otra de las ramas de negocios que manejan –dijo Aquiles.

–Si son dueños de estancias, imagino que, desde el vamos, la materia prima la tienen a mano –dijo Adrián.

–Tal cual… –dijo Aquiles, que continuó con el relato– terminamos con el aperitivo y Margaret nos invitó a pasar al salón comedor…

–¡Andá…! “Margaret, nos invitó a pasar al salón comedor” –dijo Adrián muerto de risa.

–¡Y si boludo!, la mujer se llama “Margaret” y esa casa tiene un “Salón comedor...” yo tengo un comedor, vos tenés un comedor, ellos tienen un “Salón comedor” –dijo Aquiles, que continuó– lamento no haber sacado fotos, cosa que no daba, pero como para que te des una idea, la mesa es para dieciocho comensales, con muebles en los laterales en los que está guardada la vajilla y donde dejaban apoyadas las bandejas; no sé vos, pero yo jamás había participado en una cena así.

–Yo tampoco –dijo Adrián, que provenía de una familia adinerada.

–Impresionante –dijo Inés.

–Cuando le cuentes a Marcos todo esto, se va a querer matar por no haber viajado –dijo Adrián.

–Eso justamente le decía anoche –dijo Marina.

–Encima, se imaginarán que la mesa estaba puesta a full , con vajilla increíble y con cubiertos, copas y accesorios acordes a una comida formal –continuó Aquiles.

–O sea que comieron duritos –dijo Adrián riendo.

–Al principio, la verdad es que, al menos yo, me sentí medio intimidado; encima, por algunos comentarios que hicimos con Alejandro al ver los cuadros y otros objetos que estaban en el living, evidentemente se dieron cuenta de que hablábamos inglés, y a partir de ese momento, parte de las charlas fueron en castellano y otras en inglés; pero más allá de eso, al ver cómo se comportaban, y que a pesar del formalismo de la presentación actuaban como una familia común y sin protocolos, me fui distendiendo y pude disfrutar de la velada.

–Ah, bien que Alejandro también es bilingüe –dijo Adrián.

–Sí, el flaco está preparado. Sus padres tienen una buena posición económica; de hecho, en algún momento me comentó que lo ayudaron a comprar el departamento en el que vive, que por la ubicación debe salir unos cuantos dólares y sé que estudió en un colegio bilingüe por Belgrano, no recuerdo el nombre. Me divertí mucho, porque el pobre tiene pánico de volar –dijo Aquiles.

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