1La segunda obra fue escrita por Perelman en colaboración con Lucie Olbrechts-Tyteca, y traducida al inglés en 1969. [Nota del traductor: Esta obra fue traducida al español veinte años después en 1989, mientras que la de Toulmin no se tradujo hasta 2007.]
2Para una descripción más elaborada de la historia del estudio de la argumentación y del estado actual del arte, véase van Eemeren y cols. (1996) así como van Eemeren (coord., 2001).
3Biro y Siegel (1992) son protagonistas de un enfoque puramente normativo, Willard (1983, 1989) de uno puramente descriptivo.
4La concepción dialéctica de razonabilidad se inspira en racionalistas críticos y filósofos analíticos como Popper (1963, 1972), Albert (1975) y Naess (1966), así como por dialécticos y lógicos formales como Hamblin (1970), Lorenzen y Lorenz (1978), y Barth y Krabbe (1982). La concepción pragmática del discurso argumentativo como consistente en hacer “jugadas” comunicativas reglamentadas se enraiza en la filosofía del lenguaje ordinario de Austin (1962) y Searle (1969, 1979), en la teoría de la racionalidad en el discurso de Grice (1989), y en otros estudios de la comunicación provenientes de los analistas del discurso y de la conversación. Es en primer lugar la combinación de las perspectivas dialéctica y pragmática lo que distingue la pragma-dialéctica frente a la “dialéctica formal” desarrollada por Barth and Krabbe (1982), la cual en su momento había incorporado la perspectiva dialéctica a un enfoque formal (lógico).
5Para una explicación elaborada de semejante programa de investigación, véase van Eemeren and Grootendorst (2003, cap. 2).
6Para la investigación pragma-dialéctica sobre identificación de argumentaciones centrada en la contundencia, véase p.ej. van Eemeren, Grootendorst y Meuffels (1989). Compárense Nisbett and Ross (1980) y Johnson-Laird (1983), que se concentran en el razonamiento deductivo. [Nota del traductor: La palabra “contundencia” traduce el inglés cogency. No es una traducción perfecta, ya que la palabra inglesa reúne las ideas de coherencia y persuasividad de una manera que no tiene equivalente exacto en español.]
7Estos puntos de partida fueron explicitados por vez primera en van Eemeren y Grootendorst (1984).
8Esto no significa que no sea importante averiguar hasta qué punto y de qué maneras se separan el razonamiento “interno” y la argumentación “externa”, pero esta investigación sólo puede llevarse a cabo metódicamente si se mantienen separados los dos conceptos.
9El principio de externalización se opone a aquellos enfoques retóricos que explican la efectividad de la argumentación haciendo referencia, sin más trámite, a los presuntos estados psicológicos de los argumentadores y sus auditorios.
10[Nota del traductor: Para la diferencia entre “válido relativamente al problema” y “válido intersubjetivamente”, véase cap. 1, n. 9 y cap. 2, n. 14.]
11Esta terminología fue introducida por Barth y Krabbe (1982: 21-22). En su manera de usarla, un procedimiento de discusión que cumple estos requisitos puede pretender “validez para la solución de problemas” y “validez (semi-)convencional”. Véase subsección 2.3 más adelante.
12De acuerdo con Wenzel (1979: 84), un enfoque dialéctico considera la argumentación como “manejo sistemático de discurso con el fin de lograr decisiones críticas”. Su propósito es establecer cómo deben llevarse a cabo discusiones sistemáticamente para poner críticamente a prueba los puntos de vista. Para evitar los peligros de absolutismo (o escepticismo) y relativismo, un procedimiento dialéctico acorde con una filosofía “crítica” de lo que es razonable debe incorporar tanto enfoques argumentativos orientados tanto al producto como al proceso basados respectivamente en las filosofías “geométrica” (lógica) y “antropológica” (retórica) de lo razonable. Para estas filosofías, véase Toulmin (1976).
13Para una definición de la argumentación como un acto verbal complejo, véase van Eemeren y Grootendorst (1984: 39-46, 1992: 30-33); para el acto verbal de proponer un punto de vista, véase Houtlosser (1994); y para la distinción entre condiciones de identidad y condiciones de corrección, véase van Eemeren y Grootendorst (1992: 30-31).
14El término “espacio de desacuerdo” [disagreement space] fue introducido en Jackson (1992: 261).
15Un enfoque relacionado sobre la argumentación, en el que los compromisos así como otros conceptos básicos de pragma-dialéctica juegan también un papel crucial es Walton & Krabbe (1995).
16A pesar de sus diferentes raíces filosóficas, la situación ideal de discurso de Habermas (1971) y el modelo ideal de discusión crítica no son disímilen en algunos puntos. No obstante, en la pragma-dialéctica no creemos que la comunicación está dirigida a lograr consenso, sino que más bien vemos la duda intelectual y la crítica como las fuentes motrices del progreso, con lo cual la comunicación siempre y necesariamente lleva a un flujo continuo de opiniones.
17Una disputa puede también zanjarse cuando se remite al arbitraje de una tercera parte —juez, dictaminador, árbitro—, en cuyo caso no se ha resuelto en realidad.
18Una discusión crítica refleja el ideal dialéctico socrático del examen racional de una convicción cualquiera, no solamente de enunciados de tipo factual sino también de puntos de vista normativos y juicios de valor (Albert, 1975). Sobre la base de que todos los puntos de vista humanos son falibles, los racionalistas críticos toman el concepto metodológico de examen crítico y lo elevan a principio guía para la solución de problemas.
19De acuerdo con la filosofía racionalista crítica, los dialécticos ponen gran énfasis en la consecuencia del hecho de que una proposición y su negación no pueden ser ambas aceptables al mismo tiempo. El examen de puntos de vista se identifica entonces con la detección de inconsistencias (Albert, 1975: 44).
20El papel del antagonista puede coincidir con el del protagonista de otro punto de vista contrario, pero eso no necesita ser el caso. Expresar dudas relativas a la aceptabilidad de un punto de vista no es necesariamente equivalente con adoptar un propio punto de vista contrario. Cuando ocurre esto último, la diferencia de opinión deja de ser “no mixta” para convertirse en “mixta” (van Eemeren y Grootendorst, 1992: 13-25).
21Para un análisis de cómo pueden surgir diferentes tipos de estructuras argumentales, véase Snoeck Henkemans (1992).
22Esta tipología se base en gran medida en Searle (1979: 1-29).
23Esto no significa que no puedan afectar el curso del proceso de resolución: un suspiro que indica que no está uno contento con la discusión expresa emociones que distraen la atención del proceso resolutorio.
24Debido a que dependen de la autoridad del hablante o escritos en el marco de un cierto contexto institucional, los declarativos pueden ocasionalmente zanjar una disputa.
25Esta categoría de acto verbal es introducida en van Eemeren y Grootendorst (1984: 109-110).
26Expresar duda puede también crear una violación potencial de la ‘preferencia por el estar de acuerdo’ que gobierna la conversación normal. Véase Heritage (1984: 265-280), Levinson (1983: 332-336) y van Eemeren, Grootendorst, Jackson y Jacobs (1993, cap. 3).
27Solamente en casos excepcionales, cuando el interpretar una jugada como contribución potencial al proceso resolutorio es la única opción que permite el principio de caridad, habrá lugar para aceptar una reconstrucción no fundada diciendo que se acepta “con el ánimo de seguir siendo razonables”. Véase van Eemeren y Grootendorst (2004, cap. 5).
28En van Eemeren y Grootendorst (1992: 49-55, 2003, cap. 4) se propone una manera de integrar las condiciones para actos verbales de Searle y las máximas conversacionales de Grice en forma de un conjunto de “reglas del uso del lenguaje”.
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