Con los nervios que estaba pasando, le fue imposible controlarse con la comida. En menos de dos semanas, se quedó sin los productos que hacían tolerable la ansiedad: salchichas, hamburguesas, fiambres, maní, aceitunas, papas fritas industriales, galletas dulces, alfajores. La única alegría que se llevaba a la boca eran los vasos de gaseosa que Bili le invitaba todos los mediodías en la comiquería. El librero le ofreció una línea de crédito de emergencia, y aunque René detestaba contraer deudas, no tuvo más remedio que aceptar. No podía vivir comiendo arroz blanco y sin comics.
¿Eran tan crueles los villanos como para matar a la gente de inanición? Tenía más miedo del hambre que de la muerte; el reposo final era deseable si imaginaba el vórtice de un hambre de varios días. Sabía que no tenía chance de conservar la dignidad, que un hambre así podía hacer con él lo que quisiera, incluso convertirlo en uno de los monstruos que de noche revisaban la basura. Se imaginaba desatando un nudo y recibiendo como un golpe en la nariz el olor nauseabundo de la yerba mate podrida que nunca faltaba en las bolsas del barrio. Se imaginaba metiendo la mano, rebuscando, palpando las texturas asquerosas de los diferentes desechos. Pero no podía imaginarse llevándose algo a la boca.
Miraba todas las noches el informativo de las nueve rogando que le diera una buena noticia. ¿Cómo podía verlo la gente? Era un catálogo de horrores y calamidades: asesinatos, violaciones, inundaciones, incendios, motines carcelarios, calles cortadas por neumáticos en llamas, masas furiosas marchando, batallas entre la policía montada y sujetos a pie, con la cara tapada, entre nubes de gas lacrimógeno. El conflicto municipal de General Green había aparecido apenas unos pocos minutos durante los primeros días. ¿Acaso no era noticiable la flagrante injusticia a la que estaba siendo sometido? ¿No merecía cobertura periodística el sufrimiento de la gente honesta que solo quiere hacer su trabajo? ¿A los periodistas solo les importaban los ladrones y los criminales?
La noche que el noticiero volvió a hablar de General Green estaba cenando fideos blancos, con un chorro de aceite de girasol y una pizca de sal. El conductor recordó la obra de entubamiento de uno de los dos arroyos contaminados del municipio, hecha años atrás, y luego presentó un segmento de video, en blanco y negro, con la inconfundible textura granulada de las cámaras ocultas. Dos hombres cenaban en el reservado de un restaurante de lujo mientras un ojo de pez los tomaba en plano picado. La voz en off del conductor del noticiero explicó que eran el intendente de General Green y el contratista que había entubado el arroyo; también dijo que el encuentro había tenido lugar dos semanas antes de que la obra fuera adjudicada. Al contrario de la imagen, el sonido de la grabación era nítido y permitía apreciar lo segura, profesional y didáctica que sonaba la voz del intendente mientras describía sin eufemismos la forma en que sería manipulado el proceso de licitación.
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