No hay duda que nuestros nietos sentirán curiosidad por saber la razón que llevaba a sus antepasados a sentarse uno junto a otro, como un público de extranjeros en su propio país, para escuchar obras enteramente representadas en una lengua que no entendían.
Joseph Addinson,
“The Spectator” (1710).
Estoy convencido de que una obra romántica americana puede ser una obra bella y duradera, y que una página que se inspiró en fuentes simbolistas puede ser tan sublime como los más doctos contrapuntos neoclásicos contemporáneos.
Andrés Sás, “La música culta de América, su estado actual”.
Revista Musical Chilena Nº 11, página 22, mayo de 1946.
El “caso” ópera en Chile es, pues, algo digno de muy serio estudio. ¿Por qué un género en el que se lanzó todo el apoyo social y oficial, al que se le dio un reconocimiento supremo no arraigó en el país y los pocos chilenos que se aventuraron en él sólo cosecharon humillaciones y amarguras?
Domingo Santa Cruz Wilson,
“Revista Musical Chilena”, Vol. 12, No. 60 (1958): julio – agosto, página 163.
“Los músicos nacionales no componen óperas para no morirse angustiados pensando en que su obra nunca fue estrenada”
Fernando García, compositor y subdirector de la “Revista Musical Chilena”, 2004.
ÓPERA NACIONAL
Así la llamaron
1898-1950
Análisis y antología de la ópera chilena
y de los compositores que la intentaron
Gonzalo Cuadra
Ediciones Universidad Alberto Hurtado
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Editora ejecutiva
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Índice |
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Agradecimientos
Prólogo personal en ocho puntos
Introducción
Raoul Hügel y Ghismonda y Velleda
Remijio Acevedo Gajardo y Caupolicán
Primera Parte, En vida
Segunda Parte, En muerte
Intermezzo Primero, Alfonso Leng y María
Eliodoro Ortiz de Zárate y La Fioraia di Lugano y Lautaro
Primera Parte, Una partitura encuadernada
Segunda Parte, El inicio
Tercera Parte, Tácticas de guerra: Lautaro avanza hacia Santiago
Cuarta Parte, El estreno
Quinta Parte, Aprés le déluge
Próspero Bisquertt y Sayeda
Intermezzo Segundo, Acario Cotapos y Voces de Gesta y Semiramis
Carlos Melo Cruz y Mauricio
Intermezzo Tercero, Juan Casanova Vicuña y Érase un Rey
Intermezzo Cuarto, Pedro Humberto Allende y Cenicienta
Remigio Acevedo Raposo y El Corvo y Bernardo O’Higgins
Resumen de óperas
Óperas compuestas en Chile por extranjeros (1847-1950)
Compositores chilenos (hasta c.1950) de los que se tiene alguna referencia de ópera, pero no se conserva partitura y/o referencia de estreno
Bibliografía
Partituras
Agradecimientos |
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Este libro se nutre principalmente de dos fuentes, y es gracias a la gentileza y entusiasmo de esos caudales vigorosos que este tema de la ópera nacional pudo ser más que las habituales páginas que la han tratado hasta hoy. Me refiero principalmente al Archivo de Música de la Biblioteca Nacional, representado hoy en la entusiasta persona de Cecilia Astudillo. Seguidamente, a la documentación preservada en el Teatro Municipal. Por favor no confundir con el teatro mismo —tumba de tanta ópera nacional— sino a aquella maravilla florecida a partir del olvido, el Centro de Documentación de Artes Escénicas (DAE) que le está asociado. Gracias, gracias, gracias.
A Juan Pablo González, quien supo casi antes que nadie de este proyecto, y creyó en él, comunicándolo a la Universidad Alberto Hurtado. A José Manuel Izquierdo, reivindicador del pasado, por su mucha gentileza, muchos conocimientos y compartida conversación, todo mezclado en porcentajes diversos. A Daniela Maltraín y especialmente Gabriel Rammsy, quienes me orientaron y ayudaron con aspectos formales de investigación y citación. A Víctor Rondón, que cobijó y dirigió académicamente mi proyecto de magíster en musicología sobre este tema.
Si bien la escritura de este libro fue un trabajo egoístamente solitario, durante esos años hubo gente invaluable socorriéndome en aspectos imposibles para mí: por ejemplo, las traducciones que aparecen en el libro son mías, sin embargo Raoul Hügel y sus óperas tienen un pie en Alemania, y el alemán es un idioma que ya no se me dio en esta vida, así que encendiéndome la luz castellana en su diario están Judith Blank y Paola Durán; el maestro y barítono Gonzalo Simonetti aportó la trama de Ghismonda; Elke Zeiner y el recordado y prematuramente ausente maestro pianista Mario Lobos me ayudaron en la claridad de los libretos. Silvia Colitti, del Instituto Italiano Chileno de Cultura, sobrevoló mis traducciones y pertinencias italianas. Los programas computacionales de escritura musical, tan necesarios para la transcripción de la antología, fueron manejados principalmente por mi hermano y músico Nicolás Cuadra y también por mi alumno y cantante Igor Hernández. El tenor y amigo Sebastián Ferrada —Lautaro en nuestro concierto de óperas chilenas realizado en 2015— hizo que su residencia en Milán aportara la alegría de corroborar los datos de estudiante en Italia de Ortiz de Zárate y la tristeza de darnos cuenta de que hasta el momento no existe ninguno sobre la estadía de don Remijio. Finalmente, la gentileza y diligencia del maestro argentino Lucio Bruno Videla me hizo posible hallar y recibir la ópera de Casanova Vicuña.
Son pocas personas en Chile que creen en la ópera chilena histórica; yo sí, y debo esta credulidad a todo lo compartido con el maestro Miguel Patrón Marchand, quien apoyó siempre al cantante y la creación local ya fuere en Chile o en su Uruguay natal. Si estuviera aún con nosotros hubiera apoyado y dirigido encantado alguno de estos títulos con su experiencia y convicción.
Escribir durante tantos años conlleva soluciones cotidianas y aportes domésticos imprescindibles, como los de la señora Lucía Muñoz guiando mi casa, o mi compañero Pablo, testigo del proceso de escritura e insistiendo todos estos años en que debía cesar de nadar en la interminable información y concluir de una vez el libro. Finalmente a mi alumno y amigo, el tenor Rony Ancavil, cuyo entusiasmo y talento, su asistencia en la investigación de citas y su constante compañía canora en charlas y conciertos sobre el tema de la ópera nacional me hicieron sentir menos loco.
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