Arango, Gonzalo, 1931-1976
Prosas para leer en la silla eléctrica / Gonzalo Arango. – Medellín: Editorial
EAFIT, Corporación Otraparte, 2020
168 p.; 20 cm. --(Biblioteca Gonzalo Arango)
ISBN 978-958-720-658-6
ISBN 978-958-720-659-3 (Versión EPUB)
1. Ensayo colombiano. 2. Nadaismo. I. Tít. II. Serie
C864 cd 23 ed.
A662
Universidad EAFIT – Centro Cultural Biblioteca Luis Echavarría Villegas
PROSAS PARA LEER EN LA SILLA ELÉCTRICA
PRIMERA EDICIÓN: EDICIONES TRIÁNGULO, BOGOTÁ, 1966
SEGUNDA EDICIÓN: INTERMEDIO EDITORES, BOGOTÁ, 2000
PRIMERA EDICIÓN EN LA COLECCIÓN BIBLIOTECA GONZALO ARANGO, MEDELLÍN, SEPTIEMBRE DE 2020
De esta edición:
© Corporación Otraparte
© Editorial EAFIT
Carrera 49 # 7 Sur - 50, Medellín. Tel. 261 95 23
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Portal de libros: https://editorial.eafit.edu.co/index.php/editorial
Correo electrónico: fonedit@eafit.edu.co
ISBN: 978-958-720-658-6
ISBN: 978-958-720-659-3 (versión EPUB)
Edición y corrección: Cristian Suárez Giraldo y Marcel René Gutiérrez
Diseño y diagramación: Alina Giraldo Yepes
Imagen de carátula: a patir de una fotografía de Hernán Díaz
Prohibida la reproducción total o parcial, por cualquier medio o con cualquier propósito, sin la autorización escrita de la editorial
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Editado en Medellín, Colombia
Diseño epub:
Hipertexto – Netizen Digital Solutions
NOTA EDITORIAL NOTA EDITORIAL Esta edición de Prosas para leer en la silla eléctrica, que ahora incluimos en la Biblioteca Gonzalo Arango, va acompañada por tres escritos amorosos: uno de su amigo y hermano Eduardo Escobar, otro de Felipe Restrepo, quien estuvo al cuidado de esta colección durante su paso por esta editorial, y el prólogo de Jotamario Arbeláez a la edición del año 2000. Para esta publicación, quisimos respetar fielmente la primera edición, publicada en Bogotá por Ediciones Triángulo en 1966, todavía en vida de su autor. Este es el motivo por el cual se presentan variaciones en el texto, como el cambio de ciertas palabras, o en la estructura de los párrafos de algunas de las narraciones, si se lo compara con la segunda edición, publicada por Intermedio Editores (2000), o con las selecciones incluidas en Obra negra (tanto la de 1974 de Cuadernos Latinoamericanos, como la de 2016, que inauguró esta Biblioteca). Además, se mantuvieron las cursivas para indicar algún énfasis y el uso de mayúsculas, muchas de las cuales no se aplicarían en la actualidad. Solo se adecuaron al uso actual las tildes en los monosílabos y se corrigieron los pequeños errores que los demonios asiduos de la edición insisten en entreverar.
PRÓLOGO A ESTA EDICIÓN
Eduardo Escobar
PRÓLOGO A LA SEGUNDA EDICIÓN
Jotamario Arbeláez
Prosas para leer en la silla eléctrica
EL STRIPTEASE DE LO PROHIBIDO
EL PEZ ATEO DE TUS SAGRADAS OLAS
UNA COLIFLOR PARA EL IDIOTA
MEDELLÍN A SOLAS CONTIGO
TERRIBLE 13 MANIFIESTO NADAÍSTA
MANIFIESTO POÉTICO
ELEGÍA A DESQUITE
LA CIUDAD Y EL POETA
ARCANO AMOR A CARTAGENA
MANIFIESTO NADAÍSTA AL HOMO SAPIENS
NOCHE DE NEÓN Y NIEBLA
CONFESIONES DE UN SEDUCTOR
EL NADAÍSMO ES UNA HECATOMBE
ÁGUILA NEGRA
MI VIDA EN EL ARTE
UN CRISTO PARA LA NUEVA OLA
UN PROFETA EN NUEVA YORK
EL SOÑADOR DE SUEÑOS
TESTAMENTO
POSFACIO
Felipe Restrepo David
Esta edición de Prosas para leer en la silla eléctrica, que ahora incluimos en la Biblioteca Gonzalo Arango, va acompañada por tres escritos amorosos: uno de su amigo y hermano Eduardo Escobar, otro de Felipe Restrepo, quien estuvo al cuidado de esta colección durante su paso por esta editorial, y el prólogo de Jotamario Arbeláez a la edición del año 2000.
Para esta publicación, quisimos respetar fielmente la primera edición, publicada en Bogotá por Ediciones Triángulo en 1966, todavía en vida de su autor. Este es el motivo por el cual se presentan variaciones en el texto, como el cambio de ciertas palabras, o en la estructura de los párrafos de algunas de las narraciones, si se lo compara con la segunda edición, publicada por Intermedio Editores (2000), o con las selecciones incluidas en Obra negra (tanto la de 1974 de Cuadernos Latinoamericanos, como la de 2016, que inauguró esta Biblioteca). Además, se mantuvieron las cursivas para indicar algún énfasis y el uso de mayúsculas, muchas de las cuales no se aplicarían en la actualidad. Solo se adecuaron al uso actual las tildes en los monosílabos y se corrigieron los pequeños errores que los demonios asiduos de la edición insisten en entreverar.
Antes de sentarme a escribir este prólogo para una nueva edición de Prosas para leer en la silla eléctrica , llamé a mis dioses interiores para que me ayudaran a ser justo por sobre las exigencias a veces impertinentes del amor, que en ocasiones siente la necesidad de trampear para aumentar el precio de sus tesoros, cayendo por desgracia en la deplorable adulación. Yo no quisiera falsificar a mi amigo, antes de ahogarlo bajo el peso de agasajos gratuitos y con la baba de unos inútiles halagos.
Gonzalo Arango fue el mejor amigo que tuve. El que más me quiso. Y el que más quiero. Porque nos parecíamos mucho, aunque no fuéramos muy conscientes de la similitud. Tanto nos asemejábamos que, siendo tan distintos en el aspecto general, en la presencia, en el cascarón de mostrar, había un montón de gente que sin embargo nos preguntaba si éramos hermanos. A lo cual respondíamos al unísono que sí. En serio y en broma. Al alma del mundo de la cual todos somos un fragmento, un fotón en el formidable holograma, no le importa a qué clase de rostro se asoma. La única fraternidad es la del espíritu. La que va más allá de la estructura de los huesos y de los vínculos de la sangre.
Supe, porque me lo dijeron sus mujeres, que son las que más saben de nosotros, que mi trabajo lo intrigaba con sus rarezas, y el modo de manejar mi destino, con el estoicismo aprendido en el seminario de Yarumal, y en la indigencia del adolescente errante que me tocó sobrellevar. Sé que puso mucha fe en mí, y es obvio que le inspiraba confianza, porque en las charlas, y en las numerosas cartas que me escribió, con frecuencia me confesaba sus dudas de sí mismo, la conciencia de sus fracasos, con el fin de que le ayudara a desenredarlos. Yo consideré sus confidencias como un privilegio. Con un sentimiento muy cerca del orgullo. Otro tanto hacía yo con él. Más de una vez lo convertí en paño de lágrimas en las cuestas más agrias de mi andar por la vida.
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