No es nueva esta idea del humano subyugado a la máquina. En las sociedades primitivas, el esclavo hacía parte, junto con otras herramientas materiales, de toda una maquinaria de producción y control, que Deleuze y Guattari llaman esclavitud maquínica : era un objeto más de la propiedad del amo. Con el desarrollo de las máquinas técnicas en la Primera Revolución Industrial, el asalariado se convirtió en sujeto en la era de la “sujeción social”, estando “sujeto a estas máquinas”. 11Pero en la Segunda Revolución Industrial, a principios del siglo XX, con la producción en cadena y la especialización del trabajo impuesta por Taylor y la vigilancia sobre los resultados esperados, el ser humano aparece nuevamente como un objeto sometido a las máquinas, que ahora son técnicas. En ese momento se anunciaba esta sujeción como una posibilidad, en particular en las películas citadas y en las novelas de ciencia ficción Metrópolis (1925), de Thea von Harbou; El mundo feliz (1932), de Aldous Huxley, y 1984 (1948), de George Orwell; algo semejante se puede observar en los fotomontajes de John Heartfield y Raoul Hussmann, en afiches y en diversos ensayos. En todos estos aparece un ser humano enfrentado y dominado por las máquinas, literalmente apresado entre sus engranajes y devorado en sus entrañas. Se trata de imágenes y fábulas de la primera mitad del siglo XX, que muestran la pérdida de fe en el positivismo, la utopía saintsimoniana sobre el desarrollo y la justicia social que traería el desarrollo industrial. Las hipótesis decimonónicas de que la Revolución Industrial traería mayor libertad y más tiempo de ocio a los hombres y mujeres de esta sociedad no se han alcanzado hoy ni prometen cumplirse. No hay hechos que demuestren la hipótesis de que los hijos de la Revolución Industrial tendrían una mayor libertad y más tiempo de ocio.
Estas imágenes quieren mostrar una crisis en la relación hombre-máquina, aprovechando el efecto conmovedor y metafórico de sus imágenes. Sin embargo, estas máquinas solo son intermediarias entre el trabajador asalariado y el industrial, quienes son los verdaderos sujetos del conflicto social. La aclaración del empresario John Bell a sus obreros es evidente: “ Las máquinas reducen vuestro salario, pero aumentan el mío. Lo siento mucho por vosotros, pero lo celebro por mí. Según la ley, soy justo”. 12El conflicto no se da entre humanos y máquinas, sino entre los dueños de estas y sus operarios, las máquinas de producción solo contribuyen a agudizar la relación de explotación laboral entre las clases sociales. Deleuze y Guattari ven cómo la relación del asalariado con las máquinas del régimen capitalista lleva a
la sujeción de los hombres a un punto inaudito y se manifiesta una crueldad particular, pero no por ello deja de tener razón cuando [el capitalista] lanza su grito humanista: no, el hombre no es una máquina, nosotros no lo tratamos como una máquina, nosotros no confundimos ciertamente el capital variable y el capital constante. 13
La captura del producto del trabajo del obrero es legal, esta es su inaudita crueldad. Pero en Metrópolis y Tiempos modernos , la máquina, además de ser intermediaria entre el patrón y el obrero, sirve para controlar al segundo: los gerentes de estas fábricas vigilan ocultos el tiempo y la fuerza del trabajador, que por contrato les pertenece. Así, en la medida en que la máquina realiza automáticamente el control del trabajo de sus operarios, la relación conflictiva entre obreros y patrones tiende a desplazarse hacia la máquina, haciendo invisible el conflicto entre clases sociales, de modo que permanezca soterrado. Esto es evidente en el argumento de Metrópolis : los obreros en vez de apropiarse de su fuerza de trabajo se enfrentan y destruyen las máquinas, como si fueran su enemigo de clase. Esto ya había sucedido en la Inglaterra del XIX.
Las edificaciones que albergan las instituciones que disciplinan el cuerpo humano se ubican dentro de otro espacio que también se transforma: la ciudad. Desde la transformación urbana de París, llevada a cabo por el barón Haussmann hacia 1860, el urbanismo moderno aparece como un proyecto de visibilidad y circulación que permite un mayor control sobre la ciudadanía y el espacio de la ciudad. La arquitectura y la ciudad son tomados como cuerpos por diseñar y disciplinar para la producción industrial, para que se hagan dóciles y útiles. En la búsqueda primordial de la arquitectura moderna funcional los edificios y la ciudad deben ser máquinas para habitar, tal como exigía Le Corbusier. Metrópolis es tanto una ciudad-máquina de producción como un cuerpo que padece una grave crisis: los mensajes del cerebro no llegan a las extremidades. Las máquinas son las metáforas de las manos, la fuerza de trabajo, como el corazón y el amor son las metáforas del lenguaje, de los medios que deben reestablecer la comunicación en este gran organismo. María y el hijo del dueño de la ciudad representan a los medios que deben develar a las masas la falsedad del otro medio: el robot María, que solo es una perfecta imitación de la primera. Este robot representa la forma de manipulación mediática de las masas, mediante imágenes reproducidas mecánicamente y convertidas en perfectos simulacros de la vida. Se trata de la misma función que la política puede dar a las imágenes técnicamente reproductibles de la fotografía, la publicidad y el cine. En el epílogo de La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica , Walter Benjamin advierte lo que puede suceder cuando un caudillo se apropia de estas imágenes para dirigir las masas. 14Así, Metrópolis muestra al robot María dirigiendo a las masas, de la misma manera que las imágenes en movimiento del cine pueden conducir el movimiento de las masas alienadas. Es necesario denunciar el complot que se realiza a través de las estrategias del espectáculo moderno: los espectaculares simulacros de los medios de reproducción mecánica que seducen y mueven a la población.
Metrópolis muestra también el énfasis que el proyecto moderno y su urbanismo dan a los medios de comunicación y circulación, procurando una mayor eficiencia y control. El proyecto de Haussmann para París en el Segundo Imperio es el paradigma de la moderna ciudad burguesa —industrial y comercial—, que busca con su trazado radial de bulevares lograr un mayor control visual y policivo sobre la población civil. Foucault asegura que “la visibilidad es una trampa” que ejercen quienes la disponen en contra de quienes son vigilados. 15En esto consistió para Benjamin el proyecto de Haussmann y Napoleón III: “La verdadera finalidad de los trabajos haussmannianos era asegurar la ciudad contra la guerra civil”. 16Los amplios bulevares construidos para traer más luz y aireación a las viviendas de la ciudad se ordenaron radialmente como un panóptico, para controlar rápidamente las insurrecciones en los barrios obreros, valorizando además los predios comprados por el mismo Haussmann. El espacio de la ciudad moderna se ordenó bajo la forma de este panóptico de la producción: de Bentham a Haussmann; del plan Voison, diseñado por Le Corbusier para París en 1930, a la Metrópolis de Lang; de la transformación de Manhattan hecha por Robert Moss a la implementación de la actual televigilancia en los espacios públicos de Londres y otras ciudades o a la manera en que circulan los datos de los usuarios de internet hacia los centros que los procesan, como Google. 17Le Corbusier sabía que la obra de Haussmann no obedecía más que a “medidas de orden financiero y militares”. 18La visibilidad y la velocidad de circulación del diseño de los modernos espacios arquitectónicos y urbanos, implementados hoy con los medios de telecomunicación y televigilancia, han sido los grandes temas del urbanismo moderno en sus más de 150 años de existencia. Las grandes obsesiones de esta modernidad y de su forma de urbanismo han sido la asepsia y la velocidad de circulación: se trata de despejar todo aquello que entorpezca la circulación, la velocidad, la visibilidad de la vigilancia y el funcionalismo productivo. Esta arquitectura de tecnologías y materiales más livianos y transparentes encuentra en los nuevos medios de traslación y comunicación su complemento ideal: redes de movilización e información cada vez más veloces. Contra este urbanismo se levantan protestas que detienen estratégicamente la circulación: las barricadas en la época de Haussmann y en Mayo del 68, la resistencia situacionista y los cíborgs piratas de internet. El movimiento situacionista se expresó sistemáticamente contra el urbanismo moderno y la sociedad del espectáculo, oponiendo a la circulación y el trabajo productivo, la deriva y el ocio. 19
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