6. Virtudes basadas en la emoción . Una persona puede desarrollar disposiciones habituales (virtudes) que la ayuden a regular sus emociones en la búsqueda del bien. Se distinguen de las demás virtudes, es decir, de las que se basan en la cognición (razón práctica) y la voluntad (esperanza, caridad y justicia). Las virtudes basadas principalmente en la emoción tienen como objetivo integrar a la persona utilizando la razón, la voluntad y los compromisos interpersonales. El reconocimiento de la plasticidad de las emociones, de su capacidad de involucrar a decisiones habituales y de estar influenciadas por la razón y la voluntad subyace a la convicción de que las capacidades emocionales pueden transformarse en virtudes morales. Las características de la emoción hacen destacar la importancia de las virtudes basadas en la emoción (por ejemplo, como actos, disposiciones para actuar, razones para actuar, así como en la dimensión trascendente de los actos). Las virtudes basadas en las emociones incluyen el coraje, la paciencia, la ira justa, la perseverancia, la esperanza y el autocontrol. Los vicios basados en la emoción incluyen la cobardía, la impaciencia, la ira destructiva, la indiferencia, la desesperación y la indulgencia (Jn 2:15 y 11:35).
7. Importancia de las emociones en la acción moral . La emoción es necesaria pero no suficiente para la acción moral. Las emociones bien reguladas, junto con las contribuciones de la razón, la volición y otras personas, son necesarias para una acción moral virtuosa. Las emociones hacen que uno sea consciente de los bienes, valores y objetivos importantes. Motivan a la persona a tomar elecciones morales y realizarlas. Contribuyen al desarrollo y a la curación, conectando las capacidades básicas esenciales y vinculándonos interiormente. Constituyen una parte de la realización diaria y un anticipo de la beatitud divina. Las emociones bien ordenadas sirven, además, como contraste y correctivo de la tendencia a vicios como el orgullo, la codicia, el adulterio, la presunción, el miedo o la impaciencia. Las emociones desordenadas juegan diferentes papeles en la acción inmoral o en el bloqueo de los actos morales: ciegan o distorsionan la visión de la verdad, de lo que es bueno, por ejemplo, a través de sesgos egoístas y racionalizaciones; hacen más difícil concentrarse en el fin y cumplimiento de la acción moral virtuosa, y tienden a distraer a una persona de sus objetivos morales y espirituales, los cuales forman la llamada a la bondad, a los compromisos de vida y al trabajo.
8. Unidad, pero bajo distinción de afecto (emoción y voluntad) . El afecto humano se entiende en la tradición filosófica como algo que involucra tanto al afecto emocional como al afecto volitivo. El afecto sensorial (emoción) es el tipo de atracción mediada por la experiencia sensorial-perceptiva, por ejemplo, cuando sentimos la esperanza de alcanzar un bien lejano y difícil, como encontrar comida en medio de una hambruna. El afecto intelectual (voluntad o volición) es un tipo de atracción mediada por la razón, por ejemplo, cuando elegimos un buen medio para conseguir un buen fin propuesto por la razón, como podría ser una solución verdaderamente buena y satisfactoria un conflicto familiar. Como capacidades sensoriales e intelectuales, respectivamente, la emoción y la voluntad expresan diferentes dimensiones del afecto, por ejemplo, la distinción entre el amor (como emoción) y la caridad (como voluntad). (Esta distinción se examina con más profundidad en la premisa XI, sobre la persona como volitiva y libre).
9. Emoción religiosa o espiritual . Existe un tipo especial de emoción dentro de la emoción espiritual. Dado que las virtudes teológicas, como la caridad, están enraizadas en la persona íntegra, la emoción religiosa se desprende de la vida trascendente de la gracia. El don de la gracia de Dios informa y perfecciona la naturaleza, y en este caso informa de la naturaleza de las emociones. El ser humano se siente confiado, animado y apegado cuando se encuentra situado entre experiencias de fe, esperanza y caridad hacia Dios, el prójimo y uno mismo. Sin embargo, la motivación volitiva y el compromiso de la caridad influyen en la emoción del amor, sin reducirse a él. La caridad no siempre acompaña a los sentimientos de ternura o vinculación, ni los sentimientos de ternura proceden necesariamente de la caridad. Sin embargo, un firme compromiso de caridad ayuda a mediar las experiencias emocionales, tanto cotidianas como religiosas.
Las personas son seres inteligentes y buscan activamente la verdad y la libertad. Al ser racionales, disponen de diferentes niveles y tipos de inteligencia y conocimiento. Expresan su racionalidad mediante el lenguaje, a menudo en forma de narrativas.
1. Inclinaciones racionales . Los humanos tienen inclinaciones racionales para buscar y conocer la verdad, así como para encontrar su realización (Jn 8:31-32).
2. Objetos de conocimiento . Los humanos son capaces del conocimiento de a) ellos mismos, los demás y Dios (Rom 1:19-20); b) el orden creado (Sal 8:6-7); c) la verdad, incluyendo la verdad divinamente revelada (Lc 8:10); d) la belleza de toda la creación y de Dios (Sal 8: 1-2), y e) el bien y el mal, y que el bien se haga y se persiga, y el mal se evite (Jn 14: 15).
3. Sentido y conocimiento intelectua l. El conocimiento humano es sensorial (incluidos los instintos), perceptivo, cognitivo e intelectual, y este último puede ser intuitivo (por ejemplo, la perspicacia), discursivo (por ejemplo, el razonamiento) e infundido (a través de la gracia). El autoconocimiento y el conocimiento del mundo se apoyan en influencias «ascendentes» o «descendentes» y pueden provenir incluso de fuentes que originalmente no son conscientes. Ejemplos de influencias no conscientes ascendentes son las inclinaciones naturales a la familia, que incluyen los instintos (por ejemplo, el impulso sexual) y otros esquemas y defensas cognitivas no conscientes relativas a la vida familiar. Los ejemplos de influencias no conscientes descendentes son de dos tipos. Cuando se trata de influencias naturales descendentes, como puede ser la inclinación espiritual a conocer la verdad, que se hace consciente, por ejemplo, en las intuiciones intelectuales sobre el bien y el mal que fundamentan decisiones morales. La segunda influencia no consciente implica influencias basadas en la gracia descendente, como es el caso de las intuiciones (por ejemplo, relacionadas con la misericordia divina, que influye en que uno sea misericordioso) y otros aspectos de la gracia (por ejemplo, la inspiración que lleva a dar buenos consejos) (Lc 1:77-78).
4. Tipos de creencias . La creencia, en general, requiere la presencia de una autoridad de confianza. Implica consentimiento, elección o juicio, que surge en primer lugar del compromiso cognitivo (percepción sensorial o pensamiento) o afectivo (emoción o voluntad) a través de una fuente de confianza. Por un lado, las creencias cotidianas requieren algún motivo inteligible (por ejemplo, un amigo que diga: «Estoy sufriendo») y una reafirmación de la autoridad que se encuentra en uno mismo o en la otra persona (por ejemplo, tengo confianza en mi amigo). Por otra parte, la creencia religiosa o la fe son directamente un don de la gracia, que implica la aceptación de Dios y su autoridad (y los motivos inteligibles relacionados, como las premisas de que Jesús de Nazaret es Cristo y su cuerpo la Iglesia, y que la persona ha sido creada a imagen de Dios). La fe religiosa se comunica indirectamente a través de testigos (por ejemplo, la Sagrada Escritura y la tradición) (2 Cor 5:7).
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