Suelto una pequeña risotada, se nota que le hace ilusión la muestra y me causa entusiasmo que haya elegido bailar conmigo. Ahora solo falta que nos permitan a nosotras elegir la pareja, una vez que ya nos den vía libre, yo confirmaré que tengo mi pareja.
—Siempre digo eso —digo luego de unos segundos en silencio, por lo cual Clément no comprende a qué me refiero—. Lo de ser la mejor francesa bailando tango — repongo y asiente.
—Entonces somos pareja de tango —afirma y le dedico una gran sonrisa.
Ha pasado media hora cuando decidimos dejar el mencionado café para dedicarnos a recorrer el centro comercial. Quiero ver algo de ropa, cuidarme un poco más y pensar en mí. Creo que no me queda otra más que eso, ya que si no hago las cosas por mi bienestar nadie más lo hará.
Tengo la certeza, ahora más que nunca.
Clément dice algo, pero lo ignoro al ver una chaqueta de jean que parece gritar “¡Aline acércate a verme!” Lo cual hago, literalmente me acerco a pasos apresurados a la vidriera y miro encandilada la prenda. Es de color claro, tiene algunas gastaduras en la parte del pecho que la hacen lucir mejor. Es muy mi estilo despreocupado, siento que tengo que comprarla.
—¿Me acompañas? —pregunto a mi acompañante, quien me observa atentamente por la reacción que he tenido.
—Claro.
Al apenas recibir su respuesta, lo arrastro conmigo y entablo conversación con la primera dependienta que se acerca a mí. Le digo cuál es la prenda que me gusta, a lo que ella va y busca entre los percheros. Pronto me trae la chaqueta y, ahora que la veo de cerca, me gusta mucho más.
—¿Puedo pasar a probármela?
—Claro, por aquí por favor —me hace una seña para que la siga y lo hago, no sin antes avisarle a Clément que será breve.
Su semblante apático me tranquiliza, no parece estar impacientándose por mí.
Entro al probador, dejo mi bolso en el perchero y paso a colocarme la chaqueta por sobre mi sweater. Me veo y me encanta, es como que sus brazos anchos agregan volumen a la parte superior de mi anatomía y, bajo mi apreciación, haría muy buen juego con un jean negro o un legging biker del mismo color. Vuelvo a salir y le sonrío satisfecha a la chica que me atendió, quien me
pregunta si me la llevaré y, rápidamente, respondo que sí.
Nos encaminamos hacia la caja, Clément se acerca a mí con rapidez.
—¿Te gusta? —pregunta afectuosamente.
—Sí, es muy bonita.
—Serían 15€ —dice la chica encargada de cobrar mientras guarda la chaqueta en una bolsa.
Logro emitir un “Perfecto” antes de ponerme a buscar el dinero dentro de mi bolso, sin embargo Clément saca de su billetera una tarjeta de crédito color azul y le tiende a la joven.
—¿Qué haces? —pregunto completamente descolocada. He de admitir que este hecho hasta me ha dejado estática.
—Pagar tu chaqueta —responde como si nada.
—¿Te volviste loco? No, no, cancela la compra, él no pagará esto —le digo a la chica, quien duda entre devolver la tarjeta o terminar de cobrar.
—No, déjalo como está. Aline, yo quiero regalarte esa chaqueta ¿Cuál es el problema?
—15€ es el problema.
—Bah, eso no es nada.
La pobre chica, a la cual casi vuelvo loca segundos atrás, le tiende un papel a Clément para que ponga su firma, éste lo hace y devuelve el papel para recibir de nuevo su tarjeta junto a la bolsa con la prenda.
—Muchas gracias —musito avergonzada mientras Clément lo hace con un tono muy amable.
—Gracias a ustedes —contesta la chica y nos dedica una gran sonrisa antes de que salgamos.
No puedo evitar sentirme mal. Sé que no termina siendo tanto dinero, por algo me la iba a comprar yo –es evidente que mis ingresos no son tan abultados-, pero me daba pudor el hecho de que él la haya comprado. Es como ¿Por qué?
Una vez fuera, lo miro nuevamente desconcertada.
—Acabas de cometer una locura —digo a la vez que coloco las manos en mi cadera.
—Quise regalártela ¿Cuál es el problema? No aceptaré que me
digas que es por el dinero porque en verdad me voy a enojar.
—Es que sí es por eso, o sea, yo había juntado bastante con mis cursos.
—Toma las cosas con más tranquilidad. No está mal que te haga un regalo, menos ahora que seremos pareja de baile —no sé por qué, pero pone énfasis en la palabra “Pareja” lo cual causa que me entre la intriga.
—Está bien —musito resignada—. Aceptaré este regalo solo porque seremos la envidia de las parejas participantes de la muestra, si es que podemos serlo, de ser así quiero que sepas que en cualquier momento puedo aparecer con algún regalito para ti y no quiero que te molestes ¿Eh?
Acorta la distancia y toma una de mis manos para poner en ella la bolsa. Sonríe sin abrir la boca antes de volver a hablar.
—Con una simple sonrisa tuya me basta —dice en un tono más meloso que no hubiese querido imaginar antes y nuestras miradas se enfrentan, fijándose la una sobre la otra
¿Qué es lo que está haciendo? ¿Está tratando de ser coqueto conmigo?
Una de sus manos se dirige a mi mejilla, la acaricia lentamente y la suavidad de ese contacto hace que trague en seco. Es palpable la tensión, él luce tranquilo, pero dentro de mí solo quiero terminar la salida y volver a casa.
No me siento cómoda.
Cuando pienso que las personas han de estar analizando esta escena como si fuese de película, desvío la mirada de él hacia la salida y me percato que es el momento perfecto para dar un cierre a esto.
—Ya es de noche —lo sobresalto, cosa que me lo demuestra a quitar su mano de mi rostro. Carraspea—. Debo volver a casa.
—Claro —aporta con algo similar a la frustración—. Podemos ir en taxi, digo, se nos haría más conveniente.
Suspiro. Se me hace extraño que no haya traído su carro, no obstante no puedo meterme en asuntos ajenos.
No quiero ser maleducada, por ende no me veo capacitada a negarme, sin embargo solo quiero sentirme segura lejos de él.
Aunque sea hasta que acomode los pensamientos de lo ocurrido y se aclarezca un poco más el panorama.
—Si me dejarás pagarlo, sí —determino, a lo que él enarca una ceja antes de achicar sus ojos.
—Eso lo veremos.
*
Saludo a Clément con un beso en la mejilla antes de que el taxi se detenga frente a casa. Para mi suerte, el viaje no fue tan incómodo porque el taxista, muy amable por cierto, se dedicó a contar cosas sobre su familia, lo cual me causó mucha ternura, ya que hablaba de la ganas que tenía de ver sus hijos luego de una larga jornada laboral.
Lo que son las distintas realidades de esta vida.
—Muchas gracias por la salida, fue muy linda —digo esbozando una pequeña sonrisa—. Y ni hablar de la chaqueta, eso te lo agradezco de corazón.
Sonríe de lado y puedo ver, a través de la luz de la calle que nos ilumina, cómo su camiseta se ajusta a su brazo cuando pasa una mano por su barbilla. Sí, debo admitirlo, Clément está para comérselo y repetir, pero, vamos, estamos hablando de un profesor nueve años más grande.
—Muchas gracias a ti por permitirme compartir estas horas contigo.
—Tome, este monto creo que alcanza el viaje y, si sobra, quédeselo de propina— le digo al chofer mientras le tiendo el dinero, me mira divertido antes de guiar su cabeza hacia Clément.
—Lamento, señorita, pero el joven me pagó el viaje cuando fue a buscarme —responde y rápidamente visualizo a quien tengo a mi lado.
Qué ilusa fui. Era obvio que haría algo así, puesto que él insistió en ir a buscar al taxista mientras yo me quedaba en la puerta del centro comercial esperando.
—Puede llegar a ser muy frustrante estar contigo —musito con cierta diversión, él ríe brevemente.
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