—Es una muy bonita casa —digo sorprendido.
—Lo es, la compró el ex marido de mamá para ella y bueno… las cosas no resultaron como esperaban, pero está a su nombre, ya no pudo hacer nada —río sin gracia a lo último.
De repente las luces del frente se encienden, haciendo que el jardín resplandezca aún más.
—Muchas gracias por haberme traído. Mamá me hubiese matado si llegaba a esta hora y en transporte público.
Cuando termina de hablar dirijo mi vista hacia ella. No se puede negar, Lana es muy hermosa. Su tez blanquecina parece resplandecer con las luces que ingresan por la ventanilla del carro y sus gruesos labios resaltan de una manera que te dan curiosidad. Fuera de ello, posee un brillo natural en sus mejillas que la hacen deslumbrar a la hora de sonreír y sus ojos, claramente, no se quedan atrás, ella tiene razón al decir que sus ojos azul bebé
son enigmáticos.
—No habría permitido de ninguna manera que vengas sola, es pasada la noche y cualquier cosa puede ocurrir. Fue divertida nuestra cena ¿No crees?
—Sí —responde arrastrando un poco la “i”. Relame sus labios y sonríe ladeado—. Pero creo que nuestra noche merece un cierre de oro ¿Qué piensas?
—¿Cuál sería el cierre de oro? —pregunto incrédulo. No pasan tantos segundos hasta que se despega de su asiento para aproximarse a mí.
Cuando quiero darme cuenta Lana está casi encima de mí, posando sus manos detrás de mi nuca, presionando su boca sobre la mía y desplazando su lengua sobre mi labio inferior. Le doy paso a ésta y cuesta poco para que nos fundamos en un beso bastante acalorado. Mis manos se cuelan de manera involuntaria debajo de su blusa violeta, solo tenía intención de tomarla por la cintura, pero al ser corta la prenda puedo comprobar qué tan tersa es la piel de su espalda. Estamos bastante coordinados, los jadeos lo comprueban, y más aún nos damos cuenta cuando al separarnos sus labios están hinchados y sonrosados.
Me es inevitable sonreír, esta chica va a por todo.
—Espero que ese cierre de oro se repita —musita al desenlazar sus manos, que estaban detrás de mi cuello, y volviendo a su asiento para tomar su bolso—. Nos vemos, Ben.
—Nos vemos, Lana —esbozo una sutil sonrisa y me guiña un ojo antes de salir del vehículo.
Veo cómo se aleja de mi sitio a pasos lentos, el contoneo de su cadera amenaza con hacer explotar a cualquiera y ni hablar cuando se da la vuelta para tirarme un beso.
No voy a hacerme el tonto, sé que ella tiene bien en claro las cosas que hace, sin embargo yo no estoy seguro de ser tan audaz como para poder meterme de lleno en una relación que solo pretende ser de juegos, coqueteos y provocaciones.
Soy hombre, pero por alguna razón sigo prefiriendo lo común. Los relacionamientos a base de sentimientos, de acercamientos y detalles constantes. No estoy hecho para el modernis
mo y el goce momentáneo, lastimosamente.
Al ver que termina de ingresar a la casa, suspiro y vuelvo a poner en marcha el coche. No voy a ir a casa, no estoy apto para hacerlo porque necesito hablar con alguien.
Tomo mi celular y marco el número que sé de memoria.
—Mira quien habla, el señor ocupado —dice la voz de Aitor tras la línea y ruedo los ojos.
—Cállate, insensato ¿Sigues con Gaia?
—Sí, estamos en su departamento ¿Por?
—Voy para allá.
No permito que diga algo más, puesto que sé que de su boca solo salen burlas en el estado que creo que está. Necesito charlar con ambos y que me den su punto de vista ante esta situación.
Aunque pueda disfrutar un simple beso o una salida, no creo poder soportar citaciones nocturnas y búsquedas fuera de lo tradicional. Es un poco mucho para mí.
Capítulo 14
Visitas inesperadas
Aline
1 de noviembre de 2009
Dejo las bolsas sobre la mesa y suspiro cansada. De tan solo pensar que ahora me toca acomodar todo me da pereza.
Nos hemos organizado con Jaqueline para comprar todo lo que hace falta en la casa, desde comestibles hasta artículos de limpieza. Ella se encargó de ir a comprar comida, mientras que yo me dirigí hacia una perfumería cercana. Según lo que me había dicho, iba a llegar primero que yo para poder hacer la comida, sin embargo le gané.
Mamá, por alguna razón que desconocemos aun, nos ha dejado una nota antes de que despertemos, en la cual decía que iba a salir y volvería para el mediodía. No nos extrañó, solo tuvimos la misma reacción de resignación y allí nos coordinamos para comprar todo lo que falta, cosas que ella ni siquiera se da cuenta que no hay.
Empiezo a sacar las cosas que están en las bolsas y las coloco en su lugar dentro del pequeño armario que hay en la cocina, el cual está específicamente para guardar cosas de limpieza. De pronto el timbre suena y corro hacia la puerta, quiero refregarle en la cara a Jackie que le ganado.
—Tarde —digo alargando la “r”, pero trago en seco cuando veo que no se trata de ella.
—¿Tarde para qué? —pregunta Clément mientras levanta las cejas con incredulidad.
Sonrío apenada, definitivamente no debí hacer eso.
—Oh, discúlpame. Pensé que era mi hermana ¿Cómo estás? —pregunto mientras me apoyo en la puerta.
—Bien. Disculpa que me tomé el atrevimiento, pero quise pasar a verte. Tengo que contarte algunas cosas en torno a la muestra.
Observo detrás de él, raramente no hay movimiento en el vecindario. Vuelvo a mirarlo y asiento.
—Claro, pasa.
Abro la puerta lo suficiente para que pueda ingresar, cosa que hace lentamente y visualiza detenidamente lo que es la sala.
—Recién he llegado de comprar —le cuento al mismo tiempo que me encamino hacia el sofá para que me siga. Ambos tomamos asiento—. Por esa razón está todo muy silencioso y apagado.
—Es una bonita casa, parece acogedora.
—Lo es —respondo tratando de creérmelo. Está claro que dejó de ser acogedora hace tiempo—. ¿Quieres tomar algo?
—No, no. Estoy bien así, además, lo que vengo a decir es rápido.
—Oh, pues bueno. Dime.
Se acomoda mejor en el sofá, por suerte conserva la distancia de mí y lo agradezco internamente. Las cosas han quedado extrañas luego de esa salida, mejor dicho, solo de mi parte se ven extrañas y quiero que todo se maneje con cuidado. No quiero malos entendidos ni acercamientos excesivos.
Igualmente, he de suponer, él se ha dado cuenta de mi cambio de comportamiento durante el primer ensayo de la muestra. Me he mostrado solamente interesada en ella, más allá de que él haya querido sacar a relucir temas personales y esas cosas, solo me dirigí como una profesional.
—¿Te acuerdas que Stefano dijo que quizás podría conseguir algunos zapatos para ensayar? —asiento—. Una amiga mía hace esos zapatos y, preguntándole, logré saber que es capaz de prestarte alguno que ya no esté en venta para que podamos practicar
de la mejor manera ¿Qué dices?
—Me encanta, es decir, me viene muy bien ¿Pero seguro que no están a la venta? —pregunto con cautela.
—Sé que piensas que pude haberlos comprado para ti, pero no. En serio ya no están en venta y, bueno, los tiene allí sin uso. Es mejor que alguien los utilice para una causa noble, a que queden tirados sin que alguien los haya probado alguna vez.
—Pues, me parece bien. Nos será de gran ayuda para que podamos adaptarnos rápido ¿No crees?
—Claro, además… —la puerta comienza a emitir sonidos, alguien está introduciendo una llave en ella.
Tomo una gran bocanada de aire para poder conservar la postura. Sé que se trata de mamá, porque Jaqueline no tiene llave, y me pone nerviosa que llegue para encontrarme con Clément. Es un misterio cómo puede reaccionar ahora.
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