—Cosas que pasan a mi lado, preciosa.
La última palabra me causa cierto malestar, por lo que tomo aire y lo suelto pesadamente. Finalmente termino despidiéndome de ambas personas y salgo del vehículo, así sin más. Pasan pocos segundos para que el taxi vuelva a tomar rumbo.
Al ver cómo el coche se aleja, siento una gran vergüenza en mi interior por permitir que Clément haya gastado en la chaqueta y el viaje. No me gusta la idea de que sea tan cortés conmigo, es como que quisiera conocerme más y, además, brindarme todo tipo de atenciones que me parecen excesivas, más teniendo en cuenta el poco tiempo que llevamos relacionándonos.
Resoplo cansada, parece que mi actualidad no me permite hacerme problemas por una sola cosa. Me encamino hacia casa, ingreso a ella y vuelvo a cerrar la puerta con llave antes de dirigirme hacia arriba, acción que se ve interrumpida por la aparición de mamá.
—Hija, has llegado —dice mientras se apoya en el umbral de la puerta que separa la entrada de la cocina—. ¿Podemos hablar?
Su rostro luce cansado, es fácil deducir que ha llegado de trabajar hace poco. Ella es secretaria en una oficina de varios abogados, razón por la cual siempre va vestida formal y recoge su cabello cobrizo en un peinado que la hace lucir muy bien.
—Estoy muy cansada, no puedo —respondo luego de unos segundos en silencio, en los cuales me dediqué a ver fijamente sus ojos color café, los cuales no me trasmitieron nada esta vez.
Sorpresivamente no responde ni trata de discutir, simplemente se encoge de hombros y vuelve de donde vino. Me extraña su actitud pasiva, sin embargo no paro en ello y subo las escaleras hasta llegar a la segunda planta, donde me dirijo a la habitación de mi hermana.
—Vaya, vaya, miren quién apareció —dice a la vez que toma asiento en su cama, puesto que estaba acostada.
—¿Me extrañaste? — pregunto mientras me tiro sobre el pequeño sofá fucsia que tiene frente a la ventana.
—Solo un poco ¿Por dónde estuviste?
—Fui al centro comercial con Clément, quiso acompañarme y
no quise negarme. Tú no podías, así que se me hacía buena idea tener alguien con quien ir.
—¿Y eso? —pregunta señalando la bolsa negra y tomo una gran bocanada de aire antes de cerrar mis ojos con cansancio.
—Me la regaló él.
Esas simples palabras bastaron para que se ponga de pie y se acerque a mí para quitarme la bolsa, revisar lo que hay dentro y exclamar un “¡Está precioso!”
—Cuéntame todo ya mismo —pide con entusiasmo, a lo que respondo mirándola frustrada.
Paso a contarle todo lo sucedido, desde su propuesta de ser mi pareja en la muestra hasta el momento que terminó adelantándose en el pago del taxi. Durante el momento en el que me dediqué a hablar solamente yo, Jackie cambiaba su mirada conforme los hechos. Parece que no soy la única estupefacta.
—Pero, Ali, está claro que ese hombre está tirándote toda la artillería pesada —enarco una ceja. Ella lo conoce por todas las veces que se lo ha cruzado cuando va a buscarme a la academia—. ¿Cuántos años tiene?
—Veintiocho —respondo inexpresiva—. El problema no termina siendo eso, bueno en partes sí, pero lo central es que yo no quiero relacionarme con nadie ahora y mucho menos con un profesor de la academia. Me sabe fatal.
—Bueno, sinceramente yo no sé qué haría si estuviera en tu lugar. Digo, está de por medio la muestra y no sabes si es correcto cortar toda conexión ahora. Además, tratemos de verlo por otro lado, quizás él solo es buena persona y quiere ser cordial contigo, nada más.
—Nadie le regala una chaqueta a otra persona para ser cordial, menos cuando llevan menos de un mes charlando continuamente.
Mi hermana, rápidamente, pone rostro de circunstancias. Claramente la situación es muy extraña y ninguna de las dos nos vemos capaces de darle una explicación, solo sé que su comportamiento me hace confundir y no quiero eso.
Solo quiero lidiar yo sola con mi vida, sin que otra persona trate de ingresar a ella por cualquier medio.
Capítulo 13
Terceros en discordia
Ben
30 de octubre de 2009
Me apoyo en el marco de la puerta mientras analizo cómo varios de los alumnos llegan al salón más grande de la academia. Es el primer en ensayo, luego de aclarar la mayoría de las inquietudes de todos, para la muestra de tango y, a decir verdad, me hace mucha ilusión el hecho de que Stefano me haya invitado a presenciarlo.
Viernes por la tarde, tranquilamente podría estar organizando alguna salida con mis amigos, pero me decidí por venir aquí porque no voy a dejar los compromisos de lado. Aun así, tengo en cuenta que Gaia y Aitor saldrán a dar una vuelta.
—Muy bien jóvenes, vayan preparándose para los estiramientos —dice Stefano poniendo control en el lugar, puesto que todos están sumidos en sus charlas y no prestan atención.
Rápidamente se van acercando a quien serán sus respectivas parejas. Finalmente Stefano les comunicó que podrían elegir por sus propios medios y todas se vieron conformes con esto. En total son veinticinco parejas, todas bien conformadas, sin embargo no todas van a participar de los mismos números, sino que van a turnarse según las canciones.
He de admitir que me sorprendo cuando veo a Aline acercarse a Clément, quien me sigue demostrando que no le hago
una pizca de gracia. Me genera curiosidad ese vínculo, ya que se sabe que todas armaron su pareja con las personas que ya tenían relación previa.
¿Qué será que hay entre ellos? Digo, no es que sea entrometido, pero él es lo suficientemente grosero y osado como para poder caerle bien a ella. Bueno, no soy con completo conocedor de esa chica, solo aporto lo que observo a lo lejos, sin embargo no parece ser de las típicas jóvenes que se dejan atraer por un macarra. Trato de descartar esa idea, quizás solo sean conocidos o hayan bailado antes juntos, razón por la cual hayan decidido volver a coincidir.
Bueno, reconozco que sí me molesta un poco esa pareja. No es que yo pudiese ofrecerme como pareja de alguien para encajar con Aline, puesto que bailo horriblemente mal, pero nunca pensé que ellos podrían relacionarse.
Clément no será el único profesor que participe, el de afro y contemporánea también se unieron. De hecho, Sharik, el profesor de afro, será la pareja de Lana, quien se apareció esta semana. Me causa mucha curiosidad esa chica, ya que ha faltado durante semanas a la academia y no ha cumplido con sus clases, pero continúa pagando la mensualidad como si participase en todo.
En fin, cada uno hace con su dinero lo que quiere.
—Bien, Aline, bonita ¿Quieres mostrar cómo deben ir calentando los músculos? —pregunta el profesor. La mencionada sonríe sorprendida, sin embargo se aproxima a él y se aclara la garganta antes de pedir a los demás cómo deben posicionarse.
Entiendo que Stefano tiene un gran afecto hacia Aline, ya que la ha conocido cuando ella apenas tenía once años y ya bailaba de una manera espectacular. Según lo que me ha contado, lleva en la academia desde los seis y siempre ha sabido adaptarse a cada baile con gran categoría, por lo cual es de gran ayuda cuando debe explicar algo, pues es fácil de demostrar a su lado cómo deben ser las cosas.
Analizo a los jóvenes que están estirando, todos están concentrados en lo que Aline hace. Lana está entre ellos, pero no se muestra interesada, sino que posee un semblante sumamente
duro y observa con cierta molesta hacia el frente, lugar donde se encuentran las personas que están coordinando la clase. Me extraña, pero supongo que ha de tener problemas personales que la tienen así.
Guío mi mirada hacia la instructora y sonrío cuando bromea sobre algo con Stefano, me hice parte de ese chiste sin que se dieran cuenta. De pronto se tumba en el suelo, boca abajo con las piernas extendidas y los brazos rectos para mantener el tronco levantado, echa su cabeza hacia atrás y pide que se mantengan en la misma posición durante un minuto. En ese lapso de tiempo me permito apreciarla detenidamente, ella cierra los ojos y suspiro, su imagen me inspira a calentar los músculos de otra manera, sin embargo ese tipo de calentamiento no es apto para menores de edad y menos para que sea visible ante los ojos de otras personas.
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