—¿Y no le han dicho a tu mamá?
—Lo hemos hecho pero no nos creyó, ella esa noche no estaba —hipea, procedo a tomar nuevamente su mano y resopla—. Lo que más me duele de todo esto es que nadie comprende el dolor que una puede tener, todos se resguardan bajo el dicho “No piensa en su madre” Y claro que pienso en ella, pienso en su bienestar y en lo que puede dañarla.
»Si yo fuera mala hija no le estaría advirtiendo día tras día el peligro que puede llegar a correr, pero ella no quiere creer. Hace que me sienta tan tonta al intentar ayudar, es como que todos mis intentos son en vano y nada de lo que hago vale. Ahora metió a vivir a su pareja con su hijo en nuestra casa ¿Qué se supone que debemos hacer? Estamos mi hermana y yo ahí, literalmente no sabemos qué puede pasar ante la presencia de dos hombres completamente desconocidos, porque, vamos, mi madre apenas lleva dos meses saliendo con él y piensa que todo irá bien.
Mi semblante va desmejorando gradualmente conforme ella me relata lo que sucede en su vida ¿Qué clase de madre permite que sus hijas sientan miedo al estar en su propia casa?
—Yo… no sé qué decirte sinceramente —digo atontado—. O sea, es muy fuerte, Aline. Estás sintiéndote incómoda en el hogar donde te criaste prácticamente.
—Es horrible. Ayer no salí de mi habitación en todo el día, apenas si pude comer algo porque decidí salir de allí cuando ellos fueron a comprar. Estoy presa, en pocas palabras.
—Realmente parece que estás sufriendo un calvario —asiente tristemente—. ¿Qué puedo hacer por ti? Dime y te ayudo en lo que quieras.
Sus ojos, aun cristalizados, me observan lentamente.
—No puedes hacer nada, ni siquiera yo puedo. Solo me queda acostumbrarme a la idea de que tengo que vivir en una rutina estricta: de casa a la academia, de la academia al trabajo, del trabajo a mi habitación.
—¿En serio no hay nada para hacer? —insisto y acaricia lentamente los nudillos de mi mano que sostiene la suya.
—Nada, en serio. Solo me cuesta acostumbrarme a que las cosas serán de otra manera a partir de ahora.
—Como digas, igualmente, como te dije, cuando necesites y quieras mi ayuda yo estaré —sonríe de lado y yo paso una mano por mi rostro—. Dios, realmente me asusté cuando te vi llorando tan desconsoladamente, pensé que te quisieron secuestrar o algo.
—¿En serio te asustaste? —pregunta con algo de ternura.
—Sí, es decir, estoy acostumbrado a verte con ese carácter tan fuerte característico tuyo que me impactó observar cómo llorabas.
»Aun así, dejando mi impresión de lado con la cual quise hacerte sonreír, puedo decirte que cualquiera explotaría como lo hiciste. El hecho de que tu madre esté actuando de manera irracional es fatal cuando se trata del bienestar de toda la familia. Como dijiste, ni tú ni tu hermana se sienten bien allí ¿Entonces qué se supone que se debe hacer? Si ya uno no puede estar tranquilo en su casa, pues es como que ya no queda nada.
—Totalmente.
—Quiero creer que siempre se puede hacer algo para que las cosas mejoren o, en todo caso, tu madre se podrá dar cuenta en cualquier momento.
—Lo dudo mucho —niega con la cabeza y luego toma una gran bocanada de aire—. Pero bueno, creo que debo irme.
Miro el reloj que tengo en mi muñeca y me percato que son las ocho y media. Sí, efectivamente debe irse si quiere comenzar su clase.
—Sabes, Aline —digo cuando se pone de píe, rápidamente me mira—. Puedes confiar en mí. Yo siempre estaré en caso que quieras descargarte o simplemente contar algo, por más que yo no sea tan bueno dando consejos o buenas palabras.
—No, por Dios. Ahora mismo estoy sintiéndome una desubicada por haberte contado mis problemas cuando tú, de seguro, tienes muchas cosas que hacer.
—Eso es lo de menos. Cuando alguien está mal se me hace
imposible hacer la vista gorda, mucho menos iba a ignorarte a ti, quien demostró ser tan dura.
—Cualquiera puede llegar a un punto en el que explota —su tono se oye resignado—. Te agradezco de todo corazón, en verdad. No pensé que sería capaz de estallar así, menos aquí, pero me sentí tan mal que pensé que podría estropear todo en clases.
—Hiciste bien en descargarte, el dolor que produce guardarse las cosas es horrible —poso mi mano en su hombro y dejo una suave caricia—. En serio, Aline. No temas en confiar en mí.
Una sonrisa afectuosa se forma en sus labios e, inesperadamente, deposita un beso en mi mejilla.
—Muchas gracias, Ben. Nos vemos.
—Nos vemos, Aline.
Agarra su bolso y comienza a caminar hacia la puerta bajo mi atenta mirada. Antes de salir me dedica un asentimiento de cabeza, a lo que respondo igual. Finalmente se va y quedo solo en la oficina.
Se siente tan bien haberla contenido cuando sintió que todo en su mundo caía. Es como reconfortante al caer en cuenta que ha creído en mí, en que yo podía darle una mano mientras la escuchaba.
*
Muevo mis piernas de manera impaciente mientras veo salir a las diferentes personas por la puerta de desembarque. Estoy ansioso de ver a mis padres, al fin y al cabo siempre existe en mí ese niño que es incapaz de despegarse tanto de sus papás.
—Joder, al parecer se están haciendo de rogar —dice Aitor mientras observa detenidamente a cada persona que sale.
Creo que el haber traído a Aitor es algo que incrementa mi nerviosismo, puesto que él acota algo de todos los pasajeros y yo quiero centrarme en que mis padres salgan. Él vino conmigo porque nos cruzamos en la salida de la academia, iba a verme, pero al comunicarle que vendría a buscar a mis padres no pudo negarse a acompañarme.
Pasan unos cuantos minutos, ellos aparecen con varios bolsos en mano y me sorprendo porque no es que se pueda transportar tanto equipaje. Cuando nos localizan con la mirada, apresuran su paso hacia nosotros mientras que nos acercamos. Finalmente Aitor corre hacia mamá, la abraza efusivamente y yo lo hago con papá.
Sí, Aitor prácticamente es parte de la familia.
Intercambiamos nuestros puestos y las palabras de los cuatro se cruzan entre sí. Dicen algo sobre lo que han extrañado todo, oigo a Aitor regañarlos por no haber disfrutado más y yo río ante todo.
—Quiero creer que nos han traído algo ¿No? —pregunta mi amigo mientras agarra la maleta de mamá para ayudarla.
—¡Claro que sí! Como para no traer algo a mis niños —responde mamá.
Aitor, como si fuese niño pequeño, da palmaditas y yo niego con la cabeza.
—Bueno, pero podremos mostrarles los regalos cuando estemos en casa —dice papá, dando a entender que quiere abandonar ya mismo el aeropuerto.
—Tienes razón. Ben, deja de atrasarlos y llevémoslo a casa.
—¿Desde cuándo te mudaste con nosotros, amigo? —le pregunto entre risas y mis papás me acompañan.
—No seas aguafiestas, además, ya soy como tu hermano ¿Cierto, Félix?
—Cierto.
Con el buen ambiente que nos acompaña, comienzo a arrastrar la maleta de papá mientras nos dirigimos hacia el estacionamiento. Ya sus vacaciones han llegado a su fin, lo cual significa que volverán a la academia, pero por una razón en especial yo no quiero dejar de ir.
Esa razón, claramente, es Aline.
No he podido dejar de darle vueltas a la cabeza con lo que sucedió por la mañana. Quisiera encontrar alguna manera de ayudarla, pues a nadie le deja tranquilo ser consciente que otra persona la está pasando mal, pero ni siquiera sé qué puedo hacer
y qué no en torno a ella.
Voy a tratar de rever las posibilidades que tengo de mantenerme dentro de la academia, no puedo irme de ella.
Конец ознакомительного фрагмента.
Текст предоставлен ООО «ЛитРес».
Читать дальше