Es un hecho incontestable que la medicina convencional aún no tiene todas las respuestas, y que, de hecho, sus orígenes se remontan al conocimiento empírico. Existen otras opciones de tratamientos médicos distintos a los convencionales, que tienen ante todo un vínculo cultural; esto es lo que se denomina medicina integrativa complementaria (MIC). Esta modalidad no supone equiparar los tratamientos de una u otra variedad, ni mucho menos hacer ver a unos superiores a otros, sino contar con una gama de opciones ante las eventualidades y particularidades de cada caso.
La Academia Americana de Pediatría se ha venido ocupando de la MIC, resaltando tipos comunes de terapias de medicina complementaria y alternativa (CAM por Complementary Alternative Medicine) que revisten legalidad; analizando la deontología de su práctica y promoviendo la información, el uso seguro y el entrenamiento para los practicantes. Mención aparte ha supuesto la sugerencia de las buenas estrategias comunicativas de la CAM con los pacientes y su familia. Es curioso señalar que, según algunos estudios, los médicos con formación en medicina alternativa tienden a tener buenos niveles de empatía, semejantes a los de aquellos especializados en medicina familiar y pediatría. Esta interesante observación sugiere que la práctica alternativa es connatural a una buena relación entre el médico y el paciente, pero que, además, la práctica alternativa en pediatría podría abocar a niveles empáticos superiores.
Adicionalmente, respecto de la importancia del dominio sobre temas integrativos por parte del médico, Ben-Arye sostiene que los padres referidos por los médicos a la medicina complementaria esperan de ellos una conversación explicativa sobre los tratamientos, los procesos y los beneficios. También señala que en los casos convencionales los padres son mucho más receptivos a probar métodos integrativos, a diferencia de lo que sucede en los casos alternativos, cuando los padres están más relacionados con los remedios caseros y tradicionales.
Por tanto, las decisiones que tomen los padres de los pacientes pediátricos respecto de las prácticas alternativos o tradicionales deben ser respetadas y orientadas de una manera adecuada. Para ello el médico debe estar relacionado con estas prácticas, aunque no sea él mismo quien las realice, para que las sugiera o dé visto bueno sobre su uso si esa es la decisión de los padres. Sin embargo, no ha de perderse de vista que se trata de integrar lo alternativo y lo convencional; por tanto, el verdadero reto del pediatra bajo esta modalidad consiste en hallar equilibrios, así como contar con elevadas capacidades empáticas y comunicativas, a fin de que no se desacrediten ninguna de las variedades y se encuentre el mejor tratamiento integral según cada caso.
Finalmente, este enfoque en la elección autónoma por parte del paciente (tratándose de pacientes pediátricos, sus padres o tutores) va de la mano con los principios del quehacer médico en la sociedad moderna.
Contextualización
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) [1], la salud se define como «un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades». En esta misma línea, Rosen [2] sostiene que:
El término salud, ya sea buena o mala, designa un estado dinámico de un organismo que resulta de la interacción de factores internos y ambientales que operan en un espacio-tiempo determinado. Esta generalización se aplica a todos los organismos vivos y sitúa la salud en un contexto ecológico.
El ser humano es una unidad compleja y multidimensional, cuyo estudio no solo requiere conocimientos moleculares, anatómicos y científicos, sino también la revisión de sus dimensiones sociocultural y espiritual, que están íntimamente ligadas al proceso de salud-enfermedad de cada individuo.
A partir de ese contexto, la MIC consiste en un modelo de asistencia sanitaria que está basado en un método sistemático, diseñado para acercar los mejores conocimientos de la medicina convencional a los de la medicina tradicional y alternativa. El propósito es tratar los aspectos biológicos, psicológicos, sociales y espirituales de la salud y de la enfermedad, a partir de la capacidad humana de la curación, la colaboración entre médicos y el énfasis en la importancia tanto de la empatía como de la asistencia sanitaria basada en las pruebas. Para ilustrar lo anterior se muestra la figura 1, en donde se observa que la MIC procede de la intersección de las otras dos modalidades.
El uso de la MIC en el mundo ha cobrada tal importancia que la OMS la ha reconocido como fuente de servicios de atención primaria «culturalmente aceptable, asequible y sostenible» [3]. Dice la OMS a propósito de dichos servicios:
Incluyen cualquier práctica, método, creencia o conocimiento sanitarios que incorporen medicinas basadas en plantas, animales y minerales, terapias espirituales, técnicas manuales y ejercicios aplicados aisladamente o combinados, para tratar, diagnosticar y prevenir enfermedades o para mantener el bienestar.
Figura 1. Medicina integrativa complementaria (MIC)
Definiciones
Medicina convencional
Se denomina medicina convencional a aquella que deriva de la educación formal en instituciones educativas de salud (donde se gradúan médicos cirujanos y enfermeros), cuyo ejercicio está regido por leyes nacionales, protocolos internacionales y códigos deontológicos. La medicina convencional está fuertemente posicionada en la sociedad occidental a través de los sistemas estatales de salud. Está basada en el método científico y su desarrollo, el cual se remonta a las escuelas de la antigüedad y el medioevo; se ve continuamente potenciada por aportes de ciencias como la química, la botánica, la física, la biología, la genética, la electrónica, entre otras, así como por los adelantos tecnológicos.
Este modelo se basa en la mirada cartesiana del mundo, donde el cuerpo humano es equiparable a una máquina, y la enfermedad es aquello que la daña temporal o definitivamente, en uno o varios de sus componentes. En ese contexto, dictaminar el daño supone la búsqueda exhaustiva para llegar a un diagnóstico, y con ello a una finalidad terapéutica encaminada a resolver, de una manera rápida, la sintomatología o el malestar producido, para que no ocurra un daño mayor.
La medicina convencional no solo comprende la curación, sino que también abarca la prevención y la rehabilitación. En este sentido, no se la debe juzgar como excesivamente esquemática o solamente objetiva, por cuanto que, a partir de los análisis psicológicos, también en esta modalidad se trabaja con aquella frase clásica de “mente sana, cuerpo sano”, y, en consecuencia, hoy en día los programas de medicina convencional pueden estar acompañados de métodos tendientes a la distracción (risoterapia, bailoterapia); la persuasión (psicoterapia); la actividad física (ejercitación moderada); la buena alimentación (terapia nutricional), entre otros. Todo lo cual permite apreciar que la medicina convencional es ya, en esencia, integrativa en varios aspectos, los cuales no la reemplazan, sino que la complementan.
Medicina tradicional y alternativa
La CAM es entendida desde la OMS como el conjunto de conocimientos, aptitudes y prácticas basados en teorías, creencias y experiencias de las diferentes culturas, sean o no explicables, «usados para el mantenimiento de la salud, así como para la prevención, el diagnóstico, la mejora o el tratamiento de enfermedades físicas o mentales» [3].
Una de las principales razones por las cuales la medicina tradicional y alternativa no cuenta con total prestigio en el sistema convencional es por su amplísimo espectro de consistencias y categorías: abarca desde la ingesta de infusiones hasta los tratamientos energéticos, la mayoría de tipo empíricos, que no están comprobados según el método científico. Muchos de ellos están soportados en tradiciones del acervo familiar y local de las diversas culturas del mundo; otros corresponden a procedimientos con mayor exigencia experimental, y ya empiezan a aparecer dentro de la educación formal (por ejemplo, la homeopatía); y otros están más enfocados en las dimensiones espirituales del hombre, sobre las cuales poco o ningún dominio tiene la ciencia. Son entendibles entonces las aprensiones por la efectividad, la calidad y la legitimación de los procesos y los actores involucrados.
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