En el año 2000, que empezó la guerra, que se fajó ya la violencia aquí, fue cuando ya vino la otra cara de la moneda, que volvimos nuevamente a caernos y sinceramente pues el campesino ahora mismo está endeudado con los bancos, con el gobierno, porque no hemos podido pagar las deudas, entonces todo esto es algo que nos trae bastante[s] preocupaciones y dificultades a la familia porque nunca habíamos estado en tal, tal estado de pronto de deudas porque yo antes de eso del desplazamiento pues tenía carro, tenía ganado, tenía mi buena finca bien arreglada, cogía 3 mil galones de café ahora estoy cogiendo por ahí ciento y pico, 150 galones de café, es algo que a nosotros nos ha… nos ha dañado completamente, nos ha echado a perder el modo de vivir, este otro vino se robó lo que podía servir para la educación de nuestros hijos, para la alimentación de nuestros hijos, yo era un hombre que tenía 10, 15 mulas propias, propias mías y hoy en día pues apurao tengo una para… para solventar pues la situación de llevar mercadito a la casa. Y así sucesivamente estamos todos cortaos por la misma tijera (Entrevista citada en Ortiz, 2017, p. 26).
En febrero del año 2006 se desmovilizó el Bloque Resistencia Tayrona; las bases y fincas que estaban en posesión de la estructura armada fueron desocupadas. En ese mismo año, el Estado hace presencia con el Ejército para recuperar el territorio y garantizar la seguridad de los campesinos. Después fueron retornando los campesinos a buscar sus tierras despojadas con ayuda del Ejército. Algunos campesinos encontraron sus fincas abandonadas y otros las encontraron ocupadas por terceras personas, por lo que se vieron obligados a resolver ese conflicto de derecho de posesión en los estrados judiciales.
Imagen 7. Panel solar en la vereda Sacramento
Fuente: Archivo Oraloteca (2017)
Cuando se terminó el conflicto armado los campesinos fueron retornando y ocupando sus fincas de manera gradual; de la misma forma, aparecieron las instituciones del Estado y organizaciones internacionales y los ayudaron en la adecuación de puestos de salud, aulas de clase y mejoramiento de vías de acceso a los corregimientos. La Cruz Roja implementó capacitaciones de derechos humanos, a las que asistían presidentes de juntas de acción comunal y de organizaciones de víctimas. De esta misma forma, pero desde el año de 1997, la Fundación Pro-Sierra venía implementando el Programa de Desarrollo Sostenible de la Sierra Nevada de Santa Marta. Desde ese mismo año, los campesinos productores de café se insertaron a los circuitos de sostenibilidad ambiental de la ONG ambientalista y en el año de 1997 crearon la Red Ecolsierra con el apoyo de la Fundación Pro-Sierra y el Comité de Cafeteros del Magdalena (Red Ecolsierra, 2016). Los campesinos comenzaron a producir café con sostenibilidad ambiental y pasaron de ser destructores del bosque a ser campesinos ecológicos; esto debido a que sus fincas entraron en el circuito de cafés orgánicos, turismo comunitario o turismo ambiental, contando con certificación orgánica de agencias nacionales e internacionales.
Los corregimientos de Minca, San Pedro de la Sierra y Siberia basan su economía en la producción de café. El único corregimiento que ha diversificado su economía ha sido Minca, con el turismo ecológico y el agroturismo. Algunos campesinos del corregimiento han vendido sus fundos para darle paso a la construcción de hostales. La llegada de personas extranjeras y del interior del país le ha dado otra dinámica al corregimiento. Los pobladores de Minca se han volcado al turismo como guías turísticos o han sido contratados como mano de obra en los hostales. Esto no quiere decir que los agricultores hayan abandonado el cultivo de café. En los tres corregimientos, cuando hay temporada de recolección, comienza a llegar personal de otras partes del país que se dedica a la recolección del grano de café; eso hace que el grupo de trabajadores que entran a laborar a la localidad sea numeroso. Son muchas las personas que entran a laborar en las fincas de café que están en las diferentes veredas que conforman estos corregimientos. Muchas de estas fincas contratan personal para las labores de recolección de café y de cocina. En la recolección de café se emplean mujeres, pelaos y hombres adultos. Las fincas donde más empleados se contratan son las fincas grandes: estas fincas emplean demasiados trabajadores porque tienen grandes hectáreas de café cultivado y los dueños estiman la producción que estas pueden dar en el año.
Los dueños de fincas grandes y pequeñas contratan mujeres para las labores de cocina y para las labores de recolección de café. En la cocina de las fincas de café por lo regular hay amas de casa que se encargan, junto a las ayudantes de cocina, de la alimentación para el personal que labora en la finca. Estas mujeres que sirven de ayudantes llegan en los tiempos de cosecha; la mayoría de ellas llegan con sus esposos y son de otras partes del país. Algunas son contactadas por teléfono por los dueños de las fincas y otras, por lo general, llegan al pueblo el día domingo, debido a que los dueños o administradores de las fincas bajan al pueblo a hacer compras. Los dueños o administradores de las fincas siempre contratan mujeres que estén recomendadas por personas de confianza del pueblo. En los meses que dura la recolección de café se reactiva el comercio en los tres corregimientos: en los almacenes, las tiendas, las cantinas, las cafeterías y los restaurantes, en los meses de cosecha, contratan mujeres para que atiendan.
Cuando llegan a las fincas, a los recolectores se les hace una inducción sobre cómo deben recoger el grano y cómo tratar la mata de café. Los recolectores escogen los granos de café que están maduros y los llevan a la despulpadora: una máquina eléctrica que tiene una especie de cajón donde echan el café, del que sale despulpado a una alberca. Después de despulpado, el café se deja 24 horas en la alberca, donde dos operarios se encargan de hacerle el lavado. Para preservar el ambiente, los campesinos han adoptado prácticas amigables con el medio ambiente. Anteriormente, el despulpado del café se hacía en agua y las aguas contaminadas llegaban hasta las fuentes hídricas y las contaminaban. Ahora, los campesinos están despulpando los granos de café en seco; todo esto para no generar contaminación en las fuentes hídricas. El desperdicio de la pulpa del café y la poca agua que utilizan les sirve como abono orgánico.
El café solo da una producción al año; esto ha hecho que los campesinos se inserten en otras economías o que busquen otros cultivos para generar ingresos. Después del cultivo de café, en Minca, San Pedro de la Sierra y Siberia se siembra mora, lulo, tomate de árbol, cacao y caña de azúcar, y se crían abejas para la producción de miel. Los cultivos que dan mejor rentabilidad, después del café, son el lulo y la mora; estos ayudan a la economía de los campesinos. El lulo se comenzó a cultivar hace veinte años; por su parte, la mora es más reciente: tiene diez años de estar cultivándose. Los campesinos no están especializados en sembrar esos cultivos, pero han hecho que en sus fincas se cultiven. En los tres corregimientos no hay finca que esté produciendo solamente cultivo de café. Para el cultivo de lulo, tomate de árbol y mora los campesinos estiman una hectárea o media hectárea, buscando que ayuden en la economía de la finca cuando no haya producción de café. En 1974 se comienza a transportar lulo a Barranquilla debido a que este tiene una buena aceptación en el mercado regional. El lulo, la mora y el tomate de árbol se cultivan en las partes altas de los corregimientos, pero debido al mal estado de las vías los campesinos no cultivan demasiado porque las cosechas se les pierden. Por este motivo, a los campesinos les da más tener media hectárea de lulo que tener siete hectáreas. La mora, el lulo y el tomate de árbol son comprados por intermediarios a un precio supremamente irrisorio. Estos compradores pagan a 700 pesos el kilo de mora (por lo general, ese es el precio que ellos pagan), pero los cultivadores se dan cuentan cuando bajan a Ciénaga o Santa Marta del precio al que venden un kilo de mora: este se multiplica por cuatro o cinco veces en relación al precio del kilo de mora al que ellos lo venden.
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