“Es en el análisis, en ese hacerse discurso, donde el inconsciente toma dimensión del tiempo que falta” [13].
El presente es el tiempo del acto y que el sujeto pueda en análisis desarrollar un discurso referenciado en sucesos que pueden haber adquirido para él carácter traumático es lo que permitirá construir una referencia al trauma que lo haga pasar de lo actual del síntoma al síntoma analítico en transferencia. Cito: “La posibilidad de salir del trauma radica en que alguien pueda enterarse y saber, con su cuerpo al hablar, que es posible tener otra posición frente a aquello que pasó” [14].
Una paciente que sufre de fibromialgia, que en ella tiene la característica de la rigidez corporal que la deja muchas veces dolorida y sin poder salir de la casa, se pregunta para qué sigue viniendo. Dice que a veces tiene insomnio ocasionado por todos los pensamientos que se le agolpan en la cabeza, pero cuando llega a la sesión dice: NO TENGO QUÉ DECIR, cambio la acentuación de su frase y le pregunto: ¿no tenés que decir?
Se angustia y comienza a relatar todas las veces que tuvo que callar frente a la madre para no hacerle mal. ¿Será la ocasión para que otra escena sea posible?
La experiencia del análisis puede producir entonces la posibilidad para un sujeto de que se abra una otra dimensión del tiempo. ¿De qué se curaría?
Diría: de la eternidad.
***
Hace unos años Liliana Ganimi me invitó a escribir una reseña acerca de algún libro que yo eligiera para el espacio La Función del lector y elegí El curioso incidente del perro a medianoche. Es un bestseller y actualmente está en cartel en una obra de teatro. El protagonista de este libro por sus descripciones podría ser un niño al que diagnosticaron TGD y abordado con métodos conductuales, ahora es un joven con capacidades especiales. Se presenta así, se llama Cristopher y dice: “Me sé todos los países del mundo y sus capitales”. También puede recitar la teoría de la relatividad. Su maestra le enseñó que, dibujando una boca para bajo en una cara significaba triste, como él se sintió cuando encontró al perro de su vecina muerto y luego le enseñó que dibujando una boca para arriba significaba contento. Efectivamente, así se trabaja desde las terapias cognitivas conductuales, con tarjetas. Guarda ese dibujo en una hoja y lo saca cada vez que no entiende lo que alguien le está diciendo. Anticipa que la novela que va a escribir no va a ser un libro gracioso, ya que él no sabe contar chistes ni hacer juegos de palabras porque no los entiende. No le gustan las novelas propiamente dichas porque son mentiras de cosas que no ocurrieron, eso lo asusta. Su libro será de verdad, no sabe mentir y considera que la palabra metáfora es una mentira, ya que no puede armar imágenes en su cabeza de frases. De allí que la gente le provoca confusión, no le gustan los abrazos, tampoco mirar a la gente a la cara. Considera que cuando la gente mira al hablar a otra persona trata de captar lo que él está pensando y él de esto es incapaz y escribe: “Es como estar en una habitación con un espejo en un solo sentido”. Por eso no le gusta que el padre lo mire. El escritor del libro, Mark Haddon, describe acertadamente, con mucha ternura, situaciones difíciles en un mundo al cual este adolescente le teme. Del texto se desprenden los logros del protagonista, pero de esos trastornos y de esa rigidez, no sale, se adapta. Concluí la reseña diciendo que quizás un buen encuentro con un analista puede ayudar a ubicar a un sujeto en otra posición.
Estas descripciones en relación con el autismo como lo inflexible de la palabra, las repeticiones monótonas, las ecolalias, la gran memoria, el desinterés por las personas, la falta de lazo social, entre otras, si bien son precisas, su abordaje se reduce muchas veces a lo reeducativo y adaptativo. Estas manifestaciones afectan al lenguaje, al movimiento, pero no necesariamente deberían estar incluidas dentro del autismo porque se excluye así el caso por caso. Ellas responden a fallas en relación con el anudamiento RSI, a la dit-mension , dimensiones del decir que como seres hablantes habitamos. Y la diferencia con otros discursos dice Norberto Ferreyra en La dimensión clínica del psicoanálisis es que “(…) el discurso del psicoanálisis lleva en el lazo social que sostiene las posibilidades mismas de su interrogación y su subversión”.
Es desde el discurso del psicoanálisis y enmarcado en la experiencia del análisis que podemos ubicar operaciones lógicas, no cronológicas, de la constitución de un sujeto en la dirección de la cura, lógica de las operaciones constituyentes en transferencia. Lacan, en el Seminario X: La angustia , dice que “(…) el elemento de fascinación en la función de la mirada, donde toda subsistencia subjetiva parece perderse, absorberse, salir del mundo, parece enigmático. Pero he aquí, sin embargo, el punto de irradiación que nos permite cuestionar lo que nos revela la función del deseo en el campo visual”. En la experiencia del espejo, ¿qué vemos?, flores donde no las hay, imagen de un objeto que no está ahí. Por el espejo cóncavo aparece entonces otro lugar. Si partimos del esquema óptico considerado como un tiempo mítico, las flores están desparramadas, la mirada del Otro va a intervenir en el campo especular y permitirá que esa imagen se divida en una imagen real y una imagen virtual. La mirada fuera del espejo, restada, que constituye al niño más allá de ese lugar, que tiene para la madre, contando con el nombre del padre, permite así la alienación respecto de la imagen no sea completa. Hablamos de funciones, no de personas. Si el niño no puede apropiarse respecto de su propia imagen, queda fascinado, hipnotizado, alienado en la especularidad. En los casos graves la imagen virtual se pega a la imagen real, todo es superficie. El objeto, por ejemplo, pegado al cuerpo, pegarse, pegarse a sí mismo, o al cuerpo del analista, a la pared, dan cuenta de que no hay otro, ni un sí mismo, es necesaria una función de corte que instituya uno y otro, y una conexión entre ellos. El corte produce espacio y es la operación que hace a la lógica de la separación, se desprende un resto, el a. El corte es el que engendra la superficie, es ese corte sin el cual, en el Seminario X: La angustia va a decir Lacan “(…) el significante, su funcionamiento, su entrada, su surco en lo real es impensable (…)”. ¿Cómo despegar lo pegado, lo que se yuxtapone, lo adherido al cuerpo, en un análisis?
La pregunta del padre de un paciente: “¿Podrá aprender a leer si le leemos una vez y lo repite textualmente? Lo mismo lo que ve, lo que oye, se le pega”. Esa fue la pregunta que lo llevó a consultar a una psicoanalista luego de tres años de tratamiento conductivo conductual. El niño en ese momento tenía cinco años. Los primeros encuentros: de espalda a la analista mirando juguetes sin tocar. Al tiempo se relacionaba con algunos juguetes, pero evadía la mirada. Por una afonía mía, suspendo las consultas y me olvido de avisar a sus padres. Viene el niño, saludo afónicamente, me pregunta: “¿Te sentís bien?”. La afonía incluyó una falta en el otro, una distancia que posibilitó una palabra dirigida a otro y una pregunta. En otro momento descubre una casita y un timbre, lo hace sonar varias veces, sin palabras, sin gestos, digo: “Adelante”. Me mira, se sonríe, primer cruce de miradas. Vaciará la casita y con la puerta del consultorio, luego la de la casita, armará un adentro y un afuera. Al tiempo dice: “Tengo tantas cosas en la cabeza —me mira y pregunta—: ¿Y si las dibujo?”. Fue su primer desprendimiento del goce del cuerpo que puso en juego en el dibujo.
Читать дальше