Para explicar rebeliones como la de Túpac Amaru se requiere examinar tanto factores ideológicos como económicos y políticos. Incontables estudiosos han demostrado que los levantamientos no son meras reacciones ante las condiciones objetivas, ya que las transgresiones morales o culturales son iguales o más importantes en la incitación a la insubordinación.59 Los líderes y los seguidores del movimiento elaboraron su ideología a partir de una serie de fuentes. Ya bien entrado el siglo XIX, los rebeldes andinos combinaron corrientes de Ilustración y pensamiento anticolonial, nacionalismo inca y llamamientos más tradicionales que no cuestionaban la legitimidad del Estado sino más bien determinados abusos. Esta mezcla constituye una combinación creativa de ideologías más que un cordón inicial y fracasado de pensamiento occidental. Durante todo el período que es objeto de este libro continuó la búsqueda de una plataforma subversiva que se adhiriera a la cultura andina.
El nacionalismo neoinca fue la fuente ideológica más evidente para el levantamiento de Túpac Amaru. Así, durante todo el siglo XVIII, los descendientes de la élite inca, particularmente los caciques nobles del Cusco, veneraban a los incas; no solo ostentaban su linaje real sino que exigían mayores privilegios que aquellos de los que ya disfrutaban por ser caciques.60 Particularmente importante para este resurgimiento fueron los Comentarios Reales, la historia del Imperio incaico que escribió Garcilaso de la Vega y que se publicó por primera vez en 1609. El prólogo de Andrés González de Barcia en la segunda edición de 1723 incluía una profecía citada por Sir Walter Raleigh de que el dominio inca sería restaurado con la ayuda de gente de Inglaterra. José Gabriel, que a menudo era denominado “el Inca”, citó este trabajo en la década de 1770, cuando realizó gestiones legales en Lima, con el fin de confirmar su título de cacique.61 El 13 de abril de 1781, poco después de la captura de Túpac Amaru, el obispo de Cusco, Juan Moscoso, escribió que “Si los Comentarios de Garcilaso no huvieran sido la lectura e instrucción del insurgente... Si éstas y otras lecciones de algunos autores regnícolas no huvieran tenido la aceptación del traydor en lo mucho que en ellas se vierte sobre la conquista no emprendería Tupa Amaru el arrojo detestable de su revelión”.62 Luego de la rebelión, las autoridades censuraron vigorosamente la obra de Garcilaso.
Como sucede con todos los mitos nacionalistas, el nacionalismo inca fue la base para diversos proyectos políticos. Los caciques de sangre —una categoría que abarcaba a miembros distinguidos de la élite de la ciudad, empresarios relativamente prósperos como Túpac Amaru y autoridades locales de comunidades distantes que habían sido fuertemente presionados— incorporaron la evocación a los incas a su oposición a la campaña de centralización que los Borbones llevaban adelante. Como ha afirmado Flores Galindo, las masas indígenas también desarrollaron su propia interpretación del Imperio inca; “una sociedad igualitaria, un mundo homogéneo compuesto sólo por runas (campesinos andinos) donde no existirían grandes comerciantes, ni autoridades coloniales, ni haciendas, ni minas, y quienes eran hasta entonces parias volverían a decidir su destino: ...el mundo al revés”.63 La visión romántica del Imperio inca podría usarse para exigir derechos iguales para la nobleza india o para justificar el derrocamiento del colonialismo. Durante el levantamiento surgirían ambas perspectivas.
Se conoce menos sobre otras influencias ideológicas. En la década de 1770 la gente de Lima y Cusco discutía nuevas ideas provenientes principalmente de Europa y de los eventos que estaban ocurriendo en Estados Unidos. Las creencias protonacionalistas totalmente maduras no se desarrollaron sino hasta la publicación del Mercurio Peruano en la década de 1790 y se manifestaron en insurrecciones de masas recién a principios del siglo XIX. Incluso entonces la influencia del pensamiento de la Ilustración y de otras revoluciones-modelo no fue absoluta sino, más bien, estuvo combinada con otras ideologías. No obstante, las partes y piezas del pensamiento de la Ilustración y el creciente descontento con el colonialismo tuvieron efecto en el pensamiento de Túpac Amaru y podría considerarse que, más que causas, fueron influencias o fuentes para su desarrollo como rebelde e ideólogo.64
Túpac Amaru llegó a Lima en 1777, donde, según su esposa Micaela “se le abrieron los ojos”.65 Permaneció cerca de la Universidad de San Marcos —la que al parecer frecuentó—, donde se solía evadir la censura a la lectura y discusión del pensamiento de la Ilustración. Se hizo amigo de Miguel Montiel y Surco, un mestizo de Oropesa, Cusco, que había visitado Inglaterra, Francia y España, y era un entusiasta lector de Garcilaso de la Vega. Este, a su vez, presentó a José Gabriel a otros críticos del colonialismo español, específicamente criollos opuestos a la política de Areche.66 Sobre otras posibles ideas e influencias halladas por José Gabriel no podemos sino especular; por ejemplo, en este período, en Lima, los intelectuales cuestionaban crecientemente la validez del escolasticismo, que era la doctrina educativa tradicional.67 Aunque José Gabriel tuvo acceso a la información sobre el movimiento independentista de los Estados Unidos —pues el periódico Gazeta publicaba informes detallados—, este movimiento no constituyó un símbolo importante en la rebelión, como ocurrió con otras conspiraciones y revueltas de la década de 1780 que sí se refirieron a ella con más frecuencia.68 En la segunda mitad del siglo, europeos y americanos tuvieron duros debates relacionados con relatos científicos de autores tales como Cornélius de Pauw, que presentaba al Viejo Mundo como superior al Nuevo Mundo. Algunos intelectuales peruanos siguieron y comentaron estos debates, pero no jugaron un rol activo en ellos. Empero, es posible que tales discusiones puedan haber dado fuerza al disgusto que José Gabriel sentía por los europeos.69 Por otro lado, la falta de interés de los criollos en la población india —y tal vez sus dificultades frente a un cacique serrano como José Gabriel— pudo haber fortalecido su decisión de dirigir una lucha indígena con base en Cusco. En resumen, José Gabriel tuvo acceso a partes y piezas del pensamiento Ilustrado y a anhelos protonacionales que contribuyeron a sus inclinaciones anticoloniales.
Por otro lado, para entender el levantamiento de Túpac Amaru se deben considerar otros factores más inmediatos, particularmente su propio camino hacia la rebelión. José Gabriel Condorcanqui Noguera nació el 10 de marzo de 1738 en Surimana, situada aproximadamente a ochenta kilómetros al sudeste de Cusco. Su padre, que murió en 1750, era el cacique de tres pueblos, Surimana, Pampamarca y Tungasuca, ubicados en el distrito de Tinta. José Gabriel estudió en el prestigioso colegio de San Francisco en Cusco, donde los jesuitas educaban a los vástagos de los caciques. Heredó 350 mulas y solía hacerlas trabajar en la ruta entre Cusco y el Alto Perú; esta condición de propietario de recuas de mulas le proporcionó importantes contactos a lo largo de esa región. Además, por ser cacique, tenía derecho a la tierra, y también tenía modestos intereses en la minería y en los cocales de Carabaya, al sur.70 De esta manera, José Gabriel podría ser considerado miembro de la clase media colonial, con fuertes vínculos con las clases baja y alta. Hablaba quechua, lo que le vinculó no solo con la mayoría india sino también con los indios nobles y con los muchos “no-indígenas” que hablaban la lengua de Cusco. Como cacique del linaje real inca formaba parte de una clase privilegiada; así, él y Gabriel Ugarte Zeliorogo, un miembro distinguido del Cabildo de Cusco, se llamaban primos y se consideraban parte de una misma familia.71 En 1760 se casó con Micaela Bastidas Puyucahua, una mestiza de Pampamarca, poblado cercano a Tinta, quien sería una importante dirigente durante la sublevación. Tuvieron tres hijos: Hipólito, Fernando y Mariano.
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