El amor por el padre, que también existe (en el caso del hijo varón), sus amenazas, que son vividas por el niño como amenazas de castración, junto con la imposibilidad biológica de llevar adelante sus deseos, determinan la renuncia al complejo de Edipo y la instalación, dentro ya del niño, de la prohibición, censura o defensa frente a toda manifestación de la sexualidad infantil. A partir de allí el niño ya es considerado un ser cultural.
De este modo, con la descripción del complejo de Edipo, en el que confluye toda la sexualidad infantil, su olvido, producto de la represión, la oposición, a partir de ese momento, de dos sistemas: uno que constituye la conciencia que responde a las tendencias culturales dominantes; otro, el inconsciente, reprimido, que responde a las tendencias impuestas por la sexualidad infantil, está armado el aparato conceptual del psicoanálisis, expuesto, ante todo, en el famoso capítulo VII, último de su obra La interpretación de los sueños.
Más tarde, en Una teoría sexual (1905) desarrolla el tema de la sexualidad: perversiones, evolución sexual infantil y modificaciones de la pubertad, expuestos aún sin desarrollar en La interpretación de los sueños. El caso Dora [ Análisis fragmentario de una histeria, (1905)] es la aplicación de dichos conocimientos a un historial clínico de histeria.
¿Cómo acceder, en la práctica clínica, a ese inconsciente, constituido por la sexualidad infantil, subestructura reprimida sobre la que se asienta el síntoma neurótico? Freud fue desarrollando un método que tiene como punto de partida el hipnotismo; en este estado trataba de llegar a aquellos sucesos, no conocidos por el paciente en su personalidad consciente o despierta, que fueron los desencadenantes de la enfermedad. El paso siguiente consiste en el descubrimiento que esa ampliación de la conciencia, dada en el proceso hipnótico, podía ser conseguida sin recurrir a dicho artificio (no todos los pacientes son hipnotizables). Esto se lograba pidiéndole al paciente que permaneciera acostado y al principio, como en la hipnosis, con los ojos cerrados; que comunicase al médico todas las ocurrencias que tuviese a partir de un componente determinado del cuadro patógeno, aunque dichas ocurrencias fuesen aparentemente intrascendentes, o irrelevantes, o bien desagradables de comunicar. Este método tenía y tiene por objeto suprimir al máximo toda actitud crítica por parte del paciente con respecto a dichas ocurrencias. El acceso a tales motivaciones de los síntomas no es posible sin el vencimiento de ciertas resistencias, de las que dicha actitud crítica no es más que una manifestación, resistencias que no son otras que las que determinaron, en su momento, el olvido de los factores que intervinieron en la génesis de la enfermedad, olvido que a su vez fue uno de los factores de dicha génesis. Así fue desarrollando el método de la asociación libre , método que tiene por objeto crear las condiciones para lograr el acceso a tales contenidos reprimidos. Pero la asociación libre no es suficiente; se requiere, por parte del profesional, una búsqueda activa de dichos contenidos: esto se realiza a través de la interpretación.
¿Qué es la interpretación? Es la tentativa de buscar un significado a algo que, como un síntoma neurótico, se nos aparece como un sinsentido. Y se nos aparece como un sinsentido en tanto surge en un contexto, en una situación, en la que aparentemente no tiene nada que ver: interpretar un síntoma y a través de la interpretación –que no es, en principio, sino una hipótesis–, dilucidarlo, es ubicarlo en el contexto témporo-espacial en el que dicho síntoma –que no representa sino una acción, acción motora y o descarga o expresión de afecto–, sí tenía sentido.
La hipótesis de la cual parte Freud es que el paciente conoce, sin saberlo, el sentido de sus síntomas, por lo tanto el primer paso es preguntarle: ¿qué significa este síntoma? Pero como el paciente no sabe que lo sabe, no puede dar una respuesta directa, ya que en él actúan las resistencias que determinaron el olvido de dicho sentido (y muchas veces del acontecimiento portador de tal sentido). De este modo, la pregunta adecuada no es tampoco aquella que busca directamente la significación, sino que ésta debe ser buscada en forma mediata, a través de las asociaciones libres que nos permitirán formular, progresivamente, aquellas hipótesis que llamamos interpretaciones: de ahí que la pregunta “¿Qué significa esto?” equivale a “¿En qué contexto asociativo se inscribe para Ud. dicho fenómeno?” y este contexto asociativo irá progresivamente otorgando, para nosotros, el sentido que tiene dicho fenómeno, el lugar que ocupa en una totalidad determinada.
En esta búsqueda, no directa, sino mediada por las asociaciones libres, del sentido del síntoma, Freud fue encontrándose con algunos mediadores privilegiados cuyo sentido dio nuevas perspectivas no sólo al tema de las neurosis, sino también, y muy especialmente, al conocimiento de la constitución psíquica normal.
El primero de dichos mediadores se presenta bajo la forma de una dificultad técnica: me refiero a la transferencia. Al notar que en determinadas situaciones las asociaciones del paciente cesaban, no respondiendo éste a las tentativas del médico para resolver tal situación, resultaba que el cese de las asociaciones era debido a que el paciente estaba pensando algo acerca de la persona del médico; el médico entra a formar parte del cuadro de la neurosis del paciente, el mundo de la subjetividad se expande para ir desarrollando una relación imaginaria con el médico, producto del despliegue de aquellos impulsos que sólo pudieron expresarse en forma transaccional, encubierta, a través del síntoma, impulsos infantiles que, originariamente referidos a los padres y hermanos, son transferidos, hoy, a la figura del médico, que aparece así como uno de los mediadores privilegiados para el hallazgo de dichos contenidos reprimidos.
El fenómeno de la transferencia permite también establecer una estructura intermedia entre aquellos deseos infantiles, reprimidos por la prohibición impartida por la cultura, conflicto que constituye la disposición a las neurosis y aquellos sucesos desencadenantes de la enfermedad, sucesos que adquieren especificidad como provocadores de las neurosis, gracias justamente a su conexión asociativa con aquellos impulsos infantiles reprimidos hace mucho tiempo. Dichos acontecimientos desencadenantes, más exactamente aquellas personas implicadas en ellos, adquieren una significación particular para el enfermo al ser objeto de transferencias de aquellos impulsos sexuales reprimidos, haciéndolos resurgir y volviendo a provocar el conflicto original. La enfermedad no es nunca producto únicamente de la represión, sino que es más bien provocada por el retorno de lo reprimido, que tiende a expresarse sea en forma directa, bajo la forma de lo que se conoce como perversión sexual, o bien bajo una forma disfrazada por los factores represores, transacción de ambas tendencias en conflicto que aparece como síntoma neurótico.
¿Pueden estos impulsos reprimidos emerger en otras condiciones que no sean las de las de las neurosis? Sí, y éstas constituyen los otros mediadores privilegiados en el proceso asociativo que tiende al develamiento del sentido del síntoma; son éstos los sueños que el paciente relata en el curso de sus asociaciones, las equivocaciones orales, los actos fallidos en general, los actos sintomáticos realizados por el sujeto automáticamente y casi sin percatarse de ello, y el chiste.
El estudio de los sueños abrió un camino privilegiado para el conocimiento de la psicología normal: el sueño es un fenómeno normal que se produce durante el estado de reposo; es un fenómeno normal pero que comparte, sin embargo, con el síntoma, una característica: lo extraño, inexplicable y absurdo del fenómeno, lo alejado que está de nuestra forma de pensar consciente, lo aparentemente inadecuado e independiente con respecto al contexto vital en el que aparece. Sueño y síntoma comparten una característica que, entonces, es expresión de un modo diferente de funcionamiento de nuestro aparato psíquico, un modo de funcionar que nuestra lógica convencional consciente no reconoce.
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