poder y destino
Javier González Sanzol
© Javier González Sanzol
© Poder y destino
Agosto de 2021
ISBN papel: 978-84-685-6038-0
ISBN ePub: 978-84-685-6037-3
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Para Mª Jesús, mi mujer, mi amiga, mi compañera.
Para mis hijos Pablo y Carlos.
Índice
NACIMIENTO DE UNA DIOSA NACIMIENTO DE UNA DIOSA Veía algo en él más patético aún que su fracaso sin fin. Se besaron. Caminaban y se besaban. Ella sabía que era una locura. Y, sin embargo, había algo de ternura que inundaba su interior. El era tan joven, tan idealista… Estaban en las afueras. No sabía cómo habían llegado hasta allí. El le obligó a tumbarse en un descampado con algo de hierba y mucha tierra. Se puso sobre ella y comenzó a tocarla de una manera torpe, zafia. Ella le besaba y procuraba ayudarle. El le quitó los pantalones y se bajó los suyos. Amalia no quería algo así, tan prosaico, tan animal. Decidió ponerse encima, ralentizarlo todo. Pedro se echó a reír y se dejó hacer. Y cuando casi se había acomodado, pasó. Al levantar la vista, vio detrás un auténtico basurero, escombros de obra, alguna bolsa de basura y otras porquerías. Y casi tocando la cabeza del chico, un pañal sucio de bebé. Algo se movió en su interior. Tomó un ladrillo que había al lado y golpeó a Pedro en la cabeza, una sola vez, con todas sus fuerzas. Pedro no se movió. Puso cara de espanto, con los ojos muy abiertos, y soltó las manos. Ella creía que iba a devolverle el golpe, pero no se movía. Y a un lado de la cabeza se veía, a la luz de una farola cercana, una horrible brecha sangrante. Tenía los ojos muy abiertos y, de repente, al cabo de un instante que parecía un siglo, empezó a convulsionar y súbitamente quedó rígido, con una cara rara, contraída, que todavía conservaba un rictus de dolor y extrañeza. Ella estaba de pie, desnuda de cintura para abajo. Todavía tenía el ladrillo en su mano derecha. Y de repente se dio cuenta de que estaba muerto. Había sido algo tan rápido, tan inocente, que le asombró lo fácil que se puede acabar una vida. Sin pensarlo, sin esfuerzo, había cambiado el rumbo de una existencia, había irrumpido en el destino de un chico joven, con todo el tiempo por delante. Y no sentía nada, quizás orgullo, no sabía bien por qué. Posiblemente por haberse sentido, por una vez en su vida, importante.
ANTES DE SER DIOSA
EL CLUB DE LOS CORAZONES SOLITARIOS
¡JODER, PACHECO!
CECILIA
JOSE, MARIANA Y LAURA
UNA CENA
BEETHOVEN
RECAPITULACIÓN
LUNES. UN DÍA MARAVILLOSO
UN ENCUENTRO FORTUITO
DE LUNES
LOS PADRES
MARTES
CENA DEL MARTES
UNA PAUSA
SÁBADO SABADETE
DE LUNES
CENA DE LUNES CON RAMIRO
UN POCO DE PSICOLOGÍA
reflexiones
¿QUEDAMOS?
NO PUEDE SER REAL
LA RONDILLA
LA CITA
ESFUERZOS POR COMPRENDER
EXTRAÑA AUSENCIA
MARTES DE COMISARÍA
SENTIRSE CULPABLE
¿QUÉ SE HABÍA CREIDO?
SOLAMENTE LA CERTEZA DE LA MUERTE
COTILLA
RAMIRO
NADA
CASI NADA
NADA DE NADA, NADA
DE VISITA
ENTREVISTA FALLIDA
OTRO HALLAZGO MÁS
PACHECO
UN RETROCESO
EN MISA
DE CENAR EL LUNES
AL BAR DE ALTERNE EL MARTES
INVESTIGACIÓN
ADIOS, SUSI
ADELANTARSE
PREOCUPACIONES DE SILVIA
PREPARAR EL FIN DE SEMANA
LAS CUEVAS
JUEVES DE CHURRERÍA
A LAS DIEZ
UN CADÁVER OLVIDADO EN LUNES
TOMAR UN CAFÉ
UNA VISITA POR LA TARDE
RECAPITULACIÓN Y SORPRESA
JULIÁN Y PEPE
INTUICIÓN
UNA VISITA MÁS
POBRE TINA
UNA VISITA ARRIESGADA
QUÉ PENA
RENDIR CUENTAS
MÁS PREOCUPACIONES PARA RODRIGO
SIN FIN DE SEMANA
¡LA CABEZA PERDERÉIS!
SÁBADO NOCHE
CHURRERÍA KISS PUB
QUÉ FÁCIL ES MATAR
RAMÓN RESUCITADO
EL TRABAJO SE AMONTONA
BONITO LUGAR
AL FIN SOLOS
LA AMBICIÓN DESMEDIDA
COMPLEJO Y OSCURO
TRABAJAR PARA BLAS
INDISCRETA
YO NO PUEDO
TODO OSCURO
LA CEGUERA DE UN PADRE
LA MALDAD
SIN MIRARSE
ESCENA FAMILIAR
PLANIFICANDO
DISCRETAMENTE
LA DETENCIÓN
ERA DE NOCHE
DE MADRUGADA
UNA MADRE
EL FUTURO
COMPROMETIDO
HACER POLÍTICA CON LA VERDAD
NACIMIENTO DE UNA DIOSA
Veía algo en él más patético aún que su fracaso sin fin. Se besaron. Caminaban y se besaban. Ella sabía que era una locura. Y, sin embargo, había algo de ternura que inundaba su interior. El era tan joven, tan idealista…
Estaban en las afueras. No sabía cómo habían llegado hasta allí. El le obligó a tumbarse en un descampado con algo de hierba y mucha tierra. Se puso sobre ella y comenzó a tocarla de una manera torpe, zafia. Ella le besaba y procuraba ayudarle. El le quitó los pantalones y se bajó los suyos.
Amalia no quería algo así, tan prosaico, tan animal. Decidió ponerse encima, ralentizarlo todo. Pedro se echó a reír y se dejó hacer. Y cuando casi se había acomodado, pasó. Al levantar la vista, vio detrás un auténtico basurero, escombros de obra, alguna bolsa de basura y otras porquerías. Y casi tocando la cabeza del chico, un pañal sucio de bebé.
Algo se movió en su interior. Tomó un ladrillo que había al lado y golpeó a Pedro en la cabeza, una sola vez, con todas sus fuerzas. Pedro no se movió. Puso cara de espanto, con los ojos muy abiertos, y soltó las manos. Ella creía que iba a devolverle el golpe, pero no se movía. Y a un lado de la cabeza se veía, a la luz de una farola cercana, una horrible brecha sangrante. Tenía los ojos muy abiertos y, de repente, al cabo de un instante que parecía un siglo, empezó a convulsionar y súbitamente quedó rígido, con una cara rara, contraída, que todavía conservaba un rictus de dolor y extrañeza.
Ella estaba de pie, desnuda de cintura para abajo. Todavía tenía el ladrillo en su mano derecha. Y de repente se dio cuenta de que estaba muerto. Había sido algo tan rápido, tan inocente, que le asombró lo fácil que se puede acabar una vida. Sin pensarlo, sin esfuerzo, había cambiado el rumbo de una existencia, había irrumpido en el destino de un chico joven, con todo el tiempo por delante. Y no sentía nada, quizás orgullo, no sabía bien por qué. Posiblemente por haberse sentido, por una vez en su vida, importante.
ANTES DE SER DIOSA
Odiaba su nombre. Amalia. Unos le llamaban Amelia, otros según el día, Amalia o Amelia. A veces, hasta ella misma dudaba, como cuando le nombraba la señora Juliana, que siempre le llamaba Amelia, hasta cien veces al día, a veces Amèlie, en francés, para presumir de que su madre había trabajado veinte años como cocinera en un hotel en Marsella. Incluso llegó a pensar que se llamaba de las dos maneras, de la misma forma que estaba convencida de que dentro de ella había muchas personas, Amalias, Amelias, Amèlies, algunas terribles, otras tiernas, otras envaradas y espantosamente educadas y corteses.
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