La respuesta del gobierno venezolano a estas matrices terroristas mediáticas ha sido reactiva y no proactiva, propositiva o informativa. Ha sido basada en denunciología (propia de una etapa de resistencia y no de construcción) y preocupación por la solidaridad pasiva. Fueron mensajes inundados por consignas, inserciones o solicitadas (que nadie lee y otros, en el norte, archivan en sus bases de datos), lamentos..., inmovilismo.
La falta de fuentes de información veraz, oportuna y para todos, facilita el trabajo de la derecha de imponer imaginarios colectivos, a través de una prensa –radios, medios cibernéticos fijos y móviles, televisoras, diarios, revistas– totalmente cartelizada detrás del mensaje único, producido por las usinas en el exterior.
El director del Centro de Paz y Justicia de Estados Unidos, Tom Hayden, manifestó su preocupación por la desinformación sobre la violencia que han desatado en Venezuela grupos fascistas y criticó a la prensa internacional por no mostrar una versión clara de los hechos: “Pienso que los medios de comunicación han actuado para confundir las noticias y no favorecer a Venezuela porque no muestran información sobre lo que ocurre, y por eso los estadounidenses no han emitido una opinión clara”.
El potencial ofensivo y el arsenal del terror mediático era (y es) de temer: Andiarios agrupa a 53 periódicos en Colombia; Grupo Diarios de América está compuesto por 11 diarios del continente y el grupo Periódicos Asociados Latinoamericanos está conformado por 18 grupos editoriales de 11 países de la región. Es prácticamente toda la artillería mediática de la derecha –a la que hay que sumar sus redes en cada país– en ataque coordinado, cartelizado.
Según el comunicado de esta entente terrorista, “los diarios que se suman a esta iniciativa (…) publicarán en sus respectivas ediciones, informaciones suministradas por sus colegas venezolanos, con el propósito de que los lectores latinoamericanos conozcan una versión independiente de lo que acontece en Venezuela. El mensaje que desean transmitir los medios de expresión que se vinculan a esta cruzada es claro: Todos somos Venezuela. Sin libertad de prensa no hay democracia”. (Para ellos eso significa libertad de empresa, manipulación, desestabilización).
Sin tapujos, Nora Sanín, que dirige la asociación de prensa Andiarios y lideró esta campaña, señaló a la revista colombiana Semana: “Nosotros estamos haciendo política. Y está bien que la hagamos, pues nuestra causa es defender un derecho universal: la libertad de expresión”. No cabe duda, están haciendo la política que les digitan desde el norte.
Los medios comerciales de comunicación han incautado la libertad de expresión y, precisamente, la han aprisionado para usarla como rehén. Ante ese poder los individuos no valen nada. Los medios se han vuelto despóticos y despiadados, como nunca lo llegó a ser reyezuelo o dictadorzuelo alguno. Una vez que acusan-condenan no hay modo de apelar ante nadie.
¿Ante quién apelar? Supongamos que un tribunal sentencia en favor del acusado-condenado. ¿Quién se entera si el medio se rehúsa a publicar la sentencia absolutoria, entre otras cosas porque eso no vende, no le conviene quedar mal luego de haber difamado a su víctima? ¿Qué lo obliga a publicarla? Y aún publicándola, ya quedó sembrada la duda en la opinión pública, manipulada en sus peores instintos hasta conducirla al linchamiento.
Hay otros elementos que surgen concomitantemente para definir el cuadro regional. Uno, las presiones, no sólo de los sectores esperables, que intentan la restauración neoliberal, sino de la socialdemocracia europea (en especial francesa) y latinoamericana, para abandonar “la locura” del camino hacia el socialismo.
Dos, las presiones para que la diplomacia del Vaticano tenga protagonismo en el diálogo entre sectores enfrentados (pese a que la Conferencia Episcopal venezolana y la dirigencia de los jesuitas, a través de la Universidad Católica y la revista SIC, apoyan directamente a la oposición), lo que ha despertado la indignación de varios movimientos sociales a nivel regional.
El presidente Maduro aseguró estar “de acuerdo totalmente” con la recomendación del ex mandatario brasileño Lula da Silva de formar un gobierno de coalición, pero descartó negociar los principios socialistas de su administración con sus opositores.
Lula propuso “establecer una política de coalición, construir un programa mínimo y disminuir la tensión”, presionó por “una solución negociada (…) un pacto político de cinco años para trabajar contra los cortes de energía, luchar contra la inflación y ser autosuficiente en la producción de alimentos, pero esto no se logró porque Maduro, después de asumir el gobierno, no hizo otra cosa que ir a la calle a responder las protestas de la oposición”, reflexionó Lula.
Campañas que mañana veremos en…
Los think tanks y las agencias publicitarias contratadas para el golpe contra el gobierno del presidente Nicolás Maduro, con apoyo de ONGs ultraderechistas como Optor/Canvas –un seudo movimiento juvenil de “manitas blancas”, que surgió en Serbia, asesorado, entrenado y financiado por EEUU– pusieron en marcha una campaña con fotos de grupos de opositores formando la palabra SOS, que tras su prueba en Venezuela bien podrá ser usado en cualquier otro país de la región, como sucediera en Bolivia, Ecuador, Honduras y Paraguay con los remakes del golpe mediático de 2002.
La campaña, fue ampliamente difundida por las grandes trasnacionales de la información (CNN y Fox News en EEUU; El País, ABC y La Vanguardia en España; y los miembros del Grupo Diarios de América en nuestra región), y sirve para alimentar desde el exterior a las guarimbas (cerramiento violento de una urbanización impidiendo entradas y salidas a fuerza de barricadas, bombas incendiarias y balas) como forma de golpear la economía, acentuar el desabastecimiento, atentar contra los servicios públicos. Es herramienta para la consolidación mediática de un imaginario colectivo de violencia, enfrentamiento e ingobernabilidad, mientras trata de generar cansancio, desasosiego y zozobra en la ciudadanía.
La campaña SOS, apuesta a los años de alienación, banalización de la política y colonización cultural que se han acumulado en la subjetividad de la población y es un llamado para una invasión y a la injerencia extranjera. Está dirigido al Fondo Monetario Internacional, al Banco Mundial, al Consejo de Seguridad de la ONU, al Banco Interamericano de Desarrollo, a la OEA, a Hollywood.
Blanqueando la contrarrevolución
Quizá por todos estos antecedentes es que no sorprendió el anuncio de Maduro, a un año de gobierno después de iniciarse la ofensiva en febrero de 2014, de que el gobierno ha abortado y desmantelado un golpe duro, con participación de algunos militares de la Aviación y civiles de la oposición, con apoyo y financiamiento desde Estados Unidos.
Hasta el avión Tucano que estaba preparado para bombardear la casa de gobierno y actos del Día de la Juventud, pertenecía a la empresa mercenaria estadounidense Goldwater, y las bases que iban a utilizar estaban en territorio colombiano, arubeño y de Curazao, aún bajo coloniaje holandés.
La prensa hegemónica prefirió hacer mutis por el foro, más aún cuando los apresados estuvieron dispuestos a revelar nombres, contactos, financiamiento, planes... Quizá creyendo que si la prensa comercial no lo difunde, los hechos no existieron,
Pero ya había un nuevo elemento en ese intento golpista de 2014, del que no habla la prensa cartelizada ni la derecha: la violencia contrarrevolucionaria que puso en evidencia el notorio accionar de paramilitares colombianos en los estados fronterizos (Táchira, Mérida, Zulia, Apure) y su sanguinaria aparición en las mismas calles de Caracas, sumándose a la violencia callejera avivada por los sectores de la burguesía, las llamadas guarimbas.
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