Ivana Pucheta - ¿Viajamos? A bordo de la vida

Está ubicado en esta parte del libro, porque es esperable que suceda cuando se han transitado las etapas anteriores...Pero todos sabemos que puede ocurrir en cualquier etapa, incluso en la primera.

Viajar lo entrena a uno para partir algún día (aunque bien sabemos que es difícil estar completamente preparados para este viaje).

De tantas maletas que hemos armado, el algún momento armaremos “la última” (de al menos esta vida), para ir a un viaje “sin fecha de regreso”.

Pero también los viajes que hacemos y que otros hacen, nos pueden ejercitar para transitar la partida final de las personas que nos rodean en esta vida. Hay tantas creencias al respecto: “se fue de viaje al cielo, al más allá, a otro mundo”.

Lo cierto es que parten. Me encanta cuando alguien muere y veo escrito en algún lado: “ buen viaje”.

He podido imaginar que transitamos el camino juntos en algún medio de transporte: en tren, en avión, en bus o caminando; sintiendo que ellos nos acompañan hasta alguna estación determinada y después se bajan o cambian de vagón.

Pensarlo desde esta óptica, siempre me ha ayudado en el proceso de “dejar ir” a alguien que se va; a pesar del dolor actual, me permite trascender en mi pensamiento.

Opino que ellos se van con pasaporte abierto...hacia algún lugar...Quién sabe cuántos sellos acumulará en su camino....

No tengo dudas que esas personas que se toman “el vuelo de ida”, de alguna manera siempre permanecen más cerca que antes de nosotros...más cerca de nuestro corazón, con sus enseñanzas, con su sabiduría...

Un día completo durante un viaje, puede parecerse (o no) al de nuestra vida cotidiana. A veces mantenemos el mismo “ritmo de alerta” durante una travesía, pero otras veces, los transformamos a bordo.

-Existen personas que son más vale diurnas . Ellas disfrutan de levantarse temprano y aprovechar el día. Tienen altos niveles de productividad mientras el sol los acompaña. Suelen irse a dormir temprano ya que su nivel de energía va disminuyendo a lo largo de la jornada.

- Otras, más bien nocturnas . Se despiertan aproximadamente al mediodía, desayunan al comenzar la tarde y a partir de allí comienzan sus niveles de productividad, incrementándose a medida que el sol cae y alcanzando su máxima expresión a la noche. Pueden permanecer despiertos hasta el amanecer cuando su nivel de energía disminuye considerablemente.

- Y están aquellos que son un intermedio entre ambos. Es decir, se levantan a media mañana, con lo cual disfrutan parte de ella, y permanecen despiertos apenas pasada la medianoche. Tienen su nivel de productividad máximo a la tarde.

Dentro de la gama de viajeros, están aquellos que disfrutan del amanecer, de ver salir el sol a través de los diferentes paisajes, de disfrutar de cómo se iluminan los escenarios con esa luz natural intensa. Por la mañana, suelen invertir tiempo haciendo deportes, excursiones, leer y/o aprender algo nuevo del lugar.

Disfrutar de una siesta en la playa o en un bosque, no tiene precio. Estirarse y dejar que los rayos de sol abracen nuestro cuerpo y nos inunden de energía, tampoco.

Están los que durante el verano eligen “quemarse” al sol, y otros que esperan que la intensidad del sol sea menor para disfrutarlo. En estaciones intermedias, el sol que aparece es fantástico para estar al aire libre, con una pequeña brisa que nos atraviesa, pero con los tímidos rayos que calientan nuestro ser.

Luego, cuando la tarde está llegando a su fin, comenzamos a ver el contraste de colores rojizos, amarillos grises y naranjas que se producen en los diferentes escenarios cuando el sol se empieza a esconder.

Viajando por las nubes en un avión, caminando en una playa, estando en medio de una selva o en un desierto; es simplemente maravilloso contemplar el atardecer en cualquier escenario...

Por último, cuando el sol deja lugar a la luna y todo se viste de oscuridad también tiene su magia, donde sea que uno se encuentre...

¿Quién de nosotros no ha disfrutado alguna vez de la noche viajando? El contemplar las estrellas, contarlas, mirar cómo se agrupan, imaginar otras formas posibles de ellas. Ver las luces de la ciudad, pensar en otros planetas.

Inundarse de la noche, de los bares de una ciudad, de la participación en algún evento nocturno; y porque no, compartiendo un hermoso fogón comunitario en algún contexto especial (con guitarras, poesías, cantos, chistes y diversos relatos).

Momentos de soledad, momentos de romanticismo, momentos de ruidos y también de silencios a los que la noche invita...

La mayoría de las personas es probable que viaje para esta época, ya que coincide con las vacaciones otorgadas por su trabajo. Esto genera que los costos en general sean más elevados. Puede haber en esta época, mayor cantidad de coincidencias en el itinerario elegido, lo que implica que gran parte de los viajeros se re-encuentren en alguna parte del camino. En este período puede pasar que las temperaturas sean o muy altas o bajas.

Suele suceder que muchos de nosotros, tengamos curiosidad de conocer “lo que no tenemos”, es decir, experimentar cómo sería estar en una fiesta o época del año diferente a la que estamos acostumbrados en nuestro lugar, y vivenciar ese contraste.

Por ejemplo, cuando estamos viviendo en invierno y queremos viajar a otra parte del mundo para aterrizar y encontrarnos en verano, o puede ser que nuestra fiesta de Navidad sea en verano y queramos viajar a otro lugar donde sea invierno para festejar con nieve la velada.

A algunos de nosotros los viajeros, nos encanta viajar en verano por diversos motivos: para disfrutar a pleno del calor y las altas temperaturas (ya que podemos ser muy friolentos), deleitarnos con la playa, zambullirnos en algún lago, río o mar para nadar; o bien para deslizarnos por algún tobogán acuático (natural o artificial).

Pasar el día con ropa de baño leyendo, jugando a algún juego playero y, por supuesto, transpirando porque muchas veces las temperaturas suelen ser elevadas.

El verano invita a hacer actividades al aire libre de diversa índole. Hay personas por doquier conociendo espacios y disfrutando del clima que empuja hacia los espacios abiertos.

Es apto para aquellos que disfrutan de las temperaturas bajas. Llevan la cantidad de ropa necesaria y se lanzan a la aventura.

A algunos por ejemplo les gusta disfrutar de la nieve, sacar fotos, esquiar, tomar chocolate caliente mientras contemplan el paisaje “vestido de blanco”. Suelen disfrutar de observar el fuego encendido en la chimenea de un hotel o en un refugio de montaña. Algunos disfrutan también de zambullirse a piletas climatizadas o aguas termales.

También hay de los que viajan en esta época del año para relajarse y disfrutar de estar en una linda cabaña, con amigos, en pareja o en familia. Se pueden quedar adentro jugando a algún juego de mesa, cocinando, leyendo o viendo películas; sin dejar de ser testigos de la maravilla que se observa a través de los grandes ventanales del lugar.