3. Diario de sesiones del Senado de la Nación correspondiente al año 1869, Biblioteca del Congreso de la Nación.
II. Loncogüé
Lugar de la cabeza
Loncogüé, o Loncagüe, es un paraje ubicado en el partido de 9 de Julio, en el oeste de la provincia de Buenos Aires, llamado así por sus habitantes originarios. Según Estanislao Zeballos, quiere decir “lugar de la cabeza”;4 según John W. Maguire significa “cabeza de caballo”5, y según José P. Thill y Jorge A. Puigdomenech “es un topónimo aborigen de raíz araucana que significa donde hay un bajo o lugar del bajo”.6
En la mayoría de las fuentes oficiales, bibliográficas y documentales consultadas –partes militares, notas periodísticas y relatos de la época– encontramos el lugar referenciado como “Loncagüe”. Zeballos toma nota del supuesto mal uso del topónimo y señala: “Estábamos en la laguna de Loncohué, punto que muchos años después adquirió notoriedad histórica con el nombre vulgar de Loncagüe”.7
Sin embargo, ambas denominaciones tienen su asidero. Ana Fernández Garay, especialista en lenguas aborígenes patagónicas, informa que la palabra loncogüé proviene del mapudungun o araucano. El término sería, fonéticamente, /longkowe/: longko significa “cabeza”, también “cacique”; y we es un sufijo que indica “lugar de” o “lugar donde hay”. De modo que Zeballos no estaba equivocado al traducirlo como “lugar de la cabeza”. Tal vez también tenga razón Zeballos en que la adopción de la palabra por los europeos haya popularizado el uso de Loncagüe, dado que, como indica Fernández Garay, puede ser el resultado de una contracción de dos palabras: longko (cabeza) y kawellú (caballo). En efecto, al ser pronunciado en un tempo presto se producía la reducción del sintagma longko kawellú: algunas sílabas se perdían dando por resultado loncawe. Por lo tanto, la traducción hecha por Maguire, que conoció la opinión de Zeballos y aun así prefiere llamar al lugar Loncagüe, también sería correcta: “cabeza de caballo”. Respecto de la traducción dada por Thill y Puigdomenech, sólo coincide en el significado del sufijo we, no así con el de la palabra longko, que interpretan como “bajo”, quizá porque la zona también se conoce como “laguna de Loncogüé”. Asimismo, Federico Barbará registra en su vocabulario de la lengua pampa de 1856 Loncahue como el nombre de una laguna cuyo significado sería “profundidad de quebrada”.5 Actualmente, los pobladores y lugareños denominan al lugar Loncagua.
Las denominaciones del lugar, entonces, son muy dispares. En este trabajo hemos optado por la forma Loncogüé, que se asimilaría más a la fonética original del araucano.
En los tiempos de Zeballos, Loncogüé era una “encrucijada estratégica de los caminos, a una jornada de tropas livianas de los campos de la Blanca Grande hacia el sur, de Junín y Rojas por el norte y de la Cruz de Guerra, por el centro”.8
Maguire cuenta que Loncogüé era una verde lomada cubierta de pasto fino con cañadas que bordeaban una gran laguna de agua dulce.9 La descripción es exacta: hoy se puede verificar que la lomada aún conserva las mismas características que encontró el primer poblador cristiano, Diego Gaynor, que asentó allí la cabecera de su estancia con instalaciones que aún conservan en su estado original sus descendientes y actuales propietarios, los hermanos Marcela y Alfredo García Robin Maguire.
Thill y Puigdomenech establecen la ubicación del fortín
(...) a 23 km de Tres Lagunas o Clalafquén (9 de Julio) y a 7 leguas del fortín Médanos de Illescas. En el cuartel 10º de 9 de Julio, al sureste de la estación Bacacay del ferrocarril Belgrano, en la propiedad de María Young en 1865, Alicia Wallace de Gaynor en 1882 y Juan Bazterrica y Murgaza en 1954. Entre las propiedades de Bazterrica y Luis Artola en 1986.10
Sin embargo, aunque la ubicación exacta del fortín se desconoce, preferimos seguir las indicaciones de Maguire, para quien el campamento propiamente dicho se habría instalado en dirección oeste y a una distancia no mayor a diez kilómetros del casco de la estancia Loncagua de García Robin.11 Además, como sucedió en la mayoría de las estancias de la época ubicadas en la línea de frontera, la misma fue fortificada y la azotea del casco sirvió como mirador.
Maguire, además, sostiene que Loncogüé fue adjudicado por el gobierno nacional en 1860 a tres estancieros: don Diego Gaynor, y dos amigos y vecinos suyos, que instalaron allí su establecimiento agropecuario, en una extensión que no superaba las doce leguas. Buenaventura Vita informa, con más exactitud, que la fundación del pueblo de 9 de Julio, el 12 de febrero de 1864, atrajo el interés de los pioneros por los campos de la zona ganados como resultado del avance de la frontera y que fue Diego Gaynor quien pobló a siete leguas del pueblo el paraje que los indios llamaban Laguna de Loncagüe.12 Estos comentarios dan la pauta de que, si enseguida los pobladores de Loncogüé pidieron la adjudicación de esas tierras, las instalaciones de la actual estancia que se conoce con el nombre de Lancagua existían desde antes de la fundación de lo que hoy es la ciudad de 9 de Julio, cabecera del partido homónimo, en la provincia de Buenos Aires.
Los emprendimientos agropecuarios de los pioneros eran temerarios. En esos tiempos los malones de Calfucurá controlaban y arreciaban total y permanentemente el área. Estanislao Zeballos recuerda en sus crónicas su experiencia ante el ataque de un malón de esta manera:
¡He sido despertado en la estancia fortificada de los Desmochados por la alarida de los indios, y al abrir los ojos espantados veía a las mujeres trémulas, con el rosario en la mano, preparando las joyas, la ropa y los víveres, que con los niños eran depositados en el Mirador, en la ciudadela, en el último baluarte, a la expectativa del combate empeñado sobre los fosos!
Al ser un lugar de cruce estratégico de varios caminos, antes de que los cristianos decidieran poblarlo, Loncogüé fue lugar de diferentes episodios de sublevaciones y luchas entre los habitantes originarios, como también de asiento de los vivacs y campamentos que estaban de paso por la zona.
Uno de los sucesos que recuerda Santiago Avendaño en sus memorias es el conflicto iniciado en 1831 entre las tribus ranqueles, que lideraban, por un lado, el cacique Yanguelén y, por el otro, el cacique y jefe supremo de los ranqueles, Yanquetruz. Los yanguelenes se sublevaron contra el jefe ranquel y se presentaron “al Gobierno de Buenos Aires ofreciendo sus servicios como aliados y auxiliares de la frontera”.13 El gobierno nacional tenía una política de “indios amigos”, a los que les asignaba en propiedad territorios para que se sumaran al ejército nacional. Buscaba así reforzar los puntos estratégicos de la línea de frontera interna con las demás tribus, y de ese modo defender las posiciones de avanzada. Uno de los indios amigos más famosos fue el cacique Ignacio Coliqueo, que se estableció con su tribu en agosto de 1862, en la llamada “tapera de Díaz”, hoy Los Toldos. Otro indio amigo, de decisiva participación en la defensa de las fronteras cristianas, fue el cacique Cipriano Catriel, “a quien Sarmiento había dado el grado de cacique general, con uso de uniforme”.14 También fue beneficiado con asignación de tierras por prestar servicios en defensa de la frontera el cacique Andrés Raninqueo, “hermanastro de Ignacio Coliqueo”,15 que se estableció en el paraje de laguna La Verde en 1867, cercana a la comandancia de Loncogüé.
El cacique Yanguelén se puso, entonces, al servicio de los cristianos. Zeballos dice que “semejante traición a la Barbarie traía indignados a los indios de Tierra Adentro […] contra el pueblo Yanguelén”.16 Así las cosas, nos informa Avendaño que, en ocasión en que los caciques Pichuiñ y Painé llevaban adelante un malón contra el destacamento de Rojas, los yanguelenes, motivados por su rol de protectores de los puestos cristianos de esa frontera, los sorprendieron en la retaguardia y les tomaron 1341 caballos, el hijo y la hija de Pichuiñ, el hijo de Painé, Panguithruz (a quien su padre no volvería ver y que luego llegaría a ser el cacique Mariano Rosas) Esto no fue perdonado y Pichuiñ y Painé prepararon “la carnicería más atroz que jamás hayan visto los indios”,17 que terminó con el degüello de todos los yanguelenes. El lugar de encuentro para los preparativos de la batalla fue en la laguna de Loncogüé.
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